jueves, 21 de junio de 2012
291.- Plaza de Guatemala (Parque del Retiro - Madrid)
291.1.- Paseo de Panamá (Parque del Retiro - Madrid).
Lo he contado tantas veces que no me extrañaría que ya lo hubiese hecho en el blog. Le preguntaron en cierta ocasión a Robert Redford su lugar preferido para vivir. Su respuesta fue exactamente esta: "Otoño en Madrid. Resto del año en Nueva York". Madrid no es ciudad demasiado conocida. Últimamente parece estar experimentando un cierto éxito turístico, pero siempre ha tenido sus entusiastas. Ava Gardner lo fue hace muchos años, incluyendo su pasión por las noches madrileñas, aunque a uno le cuesta creer que fueran demasiado esplendorosas con la posguerra tan reciente. Redford parece serlo también. En algún lugar leí que en más de una ocasión se le abrió el Prado a deshoras para poderlo visitar con tranquilidad. Tal vez viese a los fantasmas que Alberti afirmaba que se adueñaban de las estancias y pasillos del museo al caer el sol. ¿Por qué el otoño? Lo cierto es que ese momento es emocionante en esta ciudad. Se la nota entonces insegura, huidiza, melancólica, frágil por el sentimiento a flor de piel. Los tiempos de cambio son difíciles, pero están llenos de temblores del alma. Quizás la vida fluya más rápido entonces, como en la primavera. Pero si entonces la vida despierta y se despereza, en otoño es todo lo contrario, se aletarga y inicia el sueño del invierno. Pienso que Redford ha de ser paseante habitual el Retiro, de sus mañanas frías de otoño, cuando la hojarasca húmeda recubre los paseos terrizos. No deberían barrerse las hojas caídas. Se que es lo correcto, porque su pudrición en el suelo propicia las enfermedades. Hongos y virus se ceban en las partes muertas del árbol, y si alcanzan suficiente virulencia pueden amenazar las vivas, a los árboles en pie. Caminar con la vista hacia abajo levantando las hojas con la punta de los zapatos, verlos brillar por la humedad retenida, quizás con origen en una lluvia reciente o en la escarcha de la mañana. El silencio roto por el rumor del roce entre las hojas. Es un juego y al mismo tiempo un ejercicio introspectivo. El otoño en Madrid es tan hermoso porque la ciudad la pueblan casi tantos árboles como personas, porque se trata de una ciudad modesta a la que pocos han piropeado y que se aviene tanto al esplendor de las flores como a la desnudez de colores en el mundo. Acicalada o sin maquillar, con la cara lavada por la tormenta, su rostro sino hermoso es al menos amable con quien la mira, y entregada con quien la ama. Pude incluir imágenes otoñales del Campo del Moro porque mi visita de trabajo coincidió con esa época. Visité el Retiro en febrero por unas obras relacionadas con la antigua Casa de Fieras. Por eso sus sendas aparecen exentas de hojas a pesar de que los árboles están desnudos. La imagen es la vista contraria a la que muestra la imagen del post anterior, con la Puerta de la Reina Mercedes al fondo.
291.2.- Plaza de Guatemala. Monumento al General Martínez de Campos (Parque del Retiro - Madrid).
El Paseo de Panamá finaliza en el Paseo de Coches, único camino asfaltado del recinto del parque. Justo del otro lado del mismo hay una plaza de pequeñas dimensiones, con un estanque en su centro, que siempre había sido conocido como el Estanque de los Cisnes. La razón del nombre no es clara. Hay quien propone que quizá en el centro de la laguna estuviera el conjunto escultórico que ahora adorna una fuente en un lateral de La Cibeles, frente al Edificio de Correos, hoy sede del Ayuntamiento. Se trata de un grupo escultórico con lo que parece un grupo de patos, y que conozco muy bien porque hice parte de la Mili en el Estado Mayor de la Marina y tenía que salir a regañar a quien quería aparcar su coche justo al lado. Lo cierto es nada se lo impedía desde el punto de vista legal, así que salíamos de la puerta del cuartel, en la entrada que era también la del Jefe del Estado Mayor de la Marina, haciendo sonar el silbato para darle más dramatismo, con ánimo de amedrentar y no tener que discutir. El escándalo disuadió a todos los que trataron de estacionar durante mis turnos. Salvo un tipo que aparcó y saliendo corriendo del coche. Yo fuí tras de él porque si se me escapaba se me caía el pelo. Llegué a tiempo de verle echar una carta en un buzón de Correos y volver rápido al coche para marcharse. Sabía la escandalera que se iba a montar y por eso lo hizo todo tan rápido como pudo. Dimos un gran espectáculo a los viandantes.
En 1904 el rey Alfonso XIII encargó al escultor Mariano Benlliure una estatua ecuestre del General Martínez de Campos, que se sufragó por suscripción popular, y que se inauguró en 1907. Este general es conocido sobre todo por ser el líder del pronunciamiento militar en Sagunto, el 29 de didiembre de 1874, que dió fin a la Primera República y reinstauró la Monarquía Borbónica en la persona de Alfonso XII, así que cabe la posibilidad de que su efigie a caballo sea víctima de las huestes que Peces Barba denominó como "Los Buenos".
291.3.- Plaza de Guatemala. Monumento al General Martínez de Campos (Parque del Retiro - Madrid).
El pedestal es de piedra caliza y mármol y la estatua de bronce. Muy cerca de este emplazamiento se sitúa el magnífico grupo escultórico que preside el estanque del retiro, dedicado a Alfonso XII y también obra de Benlluire. Como se indica en la leyenda del lateral, Martínez de Campos participó en las guerras de Cuba, concretamente la denominada de los 10 años, y en diversas campañas de la Guerra Carlista, en Cataluña y Navarra. Me gusta la postura del caballo, relajada, como si hubieran parado después de una larga caminata o cabalgada y estuviera distraído con lo que hay a sus pies, mientras su jinete otea el horizonte desde la colina en la que se encuentran. Los árboles esqueletizados por su falta de hojas pero con las yemas foliares en pleno crecimiento, le otorgan un marco natural muy hermoso al conjunto. El agua estancada me gusta menos. Las fuentes en las que no corre el agua tienden a disgustarme.
291.3.- Plaza de Guatemala. Monumento al General Martínez de Campos (Parque del Retiro - Madrid).
La imagen esculpida por Benlliure cambia según el ángulo en que sea vista gracias a la postura de la cabeza del caballo. Ese simple detalle transforma el sentido de todo según la perspectiva. Desde este punto el cuello del animal se retuerce y desaparece la sensación de tranquilidad de las anteriores imágenes. El caballo tal vez esté forcejeando con las riendas. Las nubes dejan en el cielo un espacio en forma de uve justo tras jinete y montura. El uso de las diagonales en pintura es aquí el simple juego del azar, que quita y añade componentes en la composición y los ordena a su antojo. La fortuna también es importante para el fotógrafo, al menos para uno tan poco profesional como yo.
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