domingo, 12 de diciembre de 2010
82.- Cordel del Arroyo del Obispo (Ávila)
82.1.- Cordel del Arroyo del Obispo (Ávila)
Lo que decía el reportaje fotográfico: Cordel del Arroyo del Obispo en el tramo en que es interceptado por la traza (P.K. 10+600). Será repuesta mediante un camino y un paso superior a la altura del P.K. 10+400.
Dos pájaros de un tiro: la vía pecuaria interceptada y el Crucero del Alto de la Silla, que puede adivinarse al fondo del camino, en la margen derecha. Me encanta fotografiar vías pecuarias, los caminos en general, asfaltados también, por que tienen elegancia, narran una historia, trazan una flecha en el espacio y en el tiempo, señalan un lugar más allá y después. Más si son caminos devenidos en sendas que solo recorre el ganado, sin las huellas del hombre y sus vehículos de transporte, si se pegan a las curvas del terreno como si fuesen su amante. Las vías pecuarias cuentan una historia, y esta en concreto una que a mi atañe.
82.2.- Cordel del Arroyo del Obispo (Ávila)
Al descender la colina, con Cardeñosa al fondo como horizonte visual, sucedió algo extraordinario, que ya he relatado mil veces, puede que incluso en este blog. Algo que he narrado montones de veces. A Sonia se lo conté en un MP desde el exilio una madrugada de Matrix en que estaba en el exilio del 1.0. Una lección de vida que espero haber sabido comprender. Mientras andaba divisé a unas decenas de metros un zorro que recorría un sendero que se cruzaba con el mío. Casi coincidimos en el punto de cruce. Yo andaba despacio para no espantarlo y para evitar que me considerara una amenaza. La gente creerá otra cosa, pero es raro ver animales en el monte. Y casi mejor así. En mi último viaje a Guipúzcoa, al entrar en un paztizal de cierta talla para poder fotografiar desde atrás una ermita que incluyo en otra página, noté como algo reptaba por el suelo. Volví al borde del pastizal sin ganas de envestigar que era. No se tanto de zoología como para estar seguro que la única víbora venenosa de españa no tenga población en el País Vasco. A los animales los ves fugazmente, con el ravillo del ojo las más de las veces, y si no estás atento al instante es muy probable que te lo pierdas. Pero aquel zorro iba tranquilo y a lo suyo. Sin prisas. Paso ante mi y ni siquiera me dedicó una mirada. Ese ignorarme me estuvo atormentando largo tiempo. Hasta que recordé las enseñanzas de Miriam un invierno en Pegerinos, no muy lejos de allí, en la misma Ávila. En la vertical de Cuelgamuros, en unos montes avulenses cercanos a otra cruz, la del Valle de los Caidos. Quien quiera saber la moraleja, que la busque por ahí. Está escrita, no se la llevará el viento. Verba volant, scripta manent.
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