miércoles, 23 de noviembre de 2011
227.- Estadio Santiago Bernabéu por dentro (Madrid)
227.1.- Estadio Santiago Bernabéu por dentro minutos antes de un partido (Madrid).
Llevaba años sin ir al Bernabeu. La última vez que estuve, solo como esta vez, en un partido de la Liga contra es Español de Barcelona, la sensación de soledad fue abrumadora. Nadie con quien comentar. El fútbol es para compartirlo. Durante mucho trecho de mi vida lo hice con mi padre, con quien veía todos los encuentros de los mundiales en la TV, uno tras otro, y si en vez de tres al día hubieran sido más no hubiera habido mayor problema. El me enseñó la liturgia del Bernabeu, me mostró el rectángulo verde por primera vez, el territorio de la ilusión, el lugar geométrico de los puntos que equidistan de un sentimiento colectivo. Aquella pradera inmensa y la gradería contraria que parecía arder por el humo que se desprendía de los miles de cigarrillos y puros encendidos, suponen un shock parecido al que experimenté al ver la Mezquita de Córdoba o el Pórtico de la Gloria por primera vez. Pudo ser en ese primer partido cuando vi debutar a Camacho en el primer equipo en una semifinal de Copa. También asistí a aquella maravillosa jugada en que Maradona se introdujo con el balón en la portería dejando sentados por el camino a Chendo y no recuerdo quienes más. El estadio aplaudió a aquel tipo que parecía convertir en imposible batir al equipo en el que militaba, y luego lo hizo al Madrid por ser capaz de arrancar un empate en campo propio a base de garra y vergüenza torera.
Mi padre me lleva siempre a buenas localidades, siempre gracias a la reventa. Él no hacia colas. Pero en aquel entonces las mejores localidades en un estadio en que casi todas eran para estar de pie, consistían en un poyete de hormigón cuya dureza era paliada por una almohadilla apenas un poco menos dura. Cuando accedías a tu sitio casi rezabas por encontrarlo vacío, porque no eran infrecuentes las riñas entre el auténtico poseedor del billete que daba derecho a usa una localidad y quien le había usurpado. Muchos madrugaban y accedían al estadio con tiempo por este motivo. También frecuenté el Bernabeu con mi amigo Guillermo, barcelonés, con quien me colocaba en los fondos y participaba en las avalanchas de los goles. En tiempos mucho más recientes fui con mis amigos Jose Luis y Juan. Partidos de Copa de Europa en vez de los de Copa de la UEFA a los que me llevaba mi padre. Con ellos asistí desde el gallinero, la mejor posición para saborearlo, casi en la vertical, al último regate de Butragüeño a un defensa del Estrella Roja de Belgrado.
Muchas años he estado sin ir al Bernabeu, que no está a más de 500 metros de mi casa. Hasta ayer. Partido de la liguilla de Uefa Champions League de la temporada 2011-2012 entre el Real Madrid y el Dinamo de Zágreb. Pensé en no acudir a pesar de tener entrada porque me falló la compañía en el último momento. era un día gris, lluvioso, que se me hizo eterno por motivos personales. No quería como colofón a la jornada verme solo una vez más ante buenos momentos con nadie con quien compartirlos. Pero allí que fui. "Haré algunas fotos...", me dije, "... y las colgaré en el blog". Me alegro de haberme convencido, aunque no fue fácil, porque fue una noche mágica. Seguramente me he vuelto resistente a la soledad.
227.2.- Estadio Santiago Bernabeu durante un partido (Madrid).
Lo cierto es que desde el gallinero es desde donde mejor se ve el fútbol. La disposición de los jugadores sobre el terreno de juego, la ubicación del núcleo de la jugada. Sorprende el poco espacio que ocupan los jugadores de los dos equipos dentro del disponible. Todo se desarrolla en un tercio del campo. La noche cera desapacible, lluviosa y fría, pero todos estábamos a resguardo y calientes. Unos enormes braseros colgados del techo irradiaban lo justo para sentir a gusto dentro la atmósfera del estadio conectada con el exterior. Antes de que el público corease el tradicional "Illa, illa, illa, Juanito maravilla", el Madrid ya llevaba dos goles de ventaja. A la celebración del segundo corresponde la imagen. El partido me sirvió para olvidarme de ti durante casi dos horas. Bueno, casi, porque te recordé en algún momento y desee que hubieses estado conmigo. La melancolía de los imposibles. Dos gradas había a mi derecha, una para tí y otra para mi padre. No se cual de los dos está más lejos y más ajeno a mi vida.
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