lunes, 27 de agosto de 2012

304.- Muelle pesquero de Las Palmas de Gran Canaria desde el Muelle de Santa Catalina Norte (Las Palmas)



304.1.- Muelle pesquero de Las Palmas de Gran Canaria desde el Muelle de Santa Catalina Norte (Las Palmas).

Ir y volver a Canarias en el día es posible. La duración del vuelo son exactamente dos horas. La primera sobre tierra, culminada con la salida de la Península por Portugal, siendo claramente visible desde el avión la forma triangular de la costa a la altura de Faro. Durante toda la segunda hora se sobrevuela el mar, y se alcanzan las islas, que desde el aire parecen muy separadas. Esa llegada siempre es espectacular. Sobre todo la de la isla de la Palma, entre las que conozco, que es literalmente como una montaña emergiendo del mar, como un portaaviones en mitad del océano. No importa la intensidad del trabajo a realizar, el esfuerzo que exija. La tensión de tener que coger un avión, dos con el de la vuelta, implica que el vuelo de regreso se hará dando cabezadas. Suelo luchar contra ello, sin éxito, porque ronco y me aterra dar espectáculo al resto del pasaje. También es verdad que en estos viajes relámpago a Canarias el avión de la vuelta siempre ha ido semi-vacío. El aeropuerto de Las Palmas está en mitad de la isla, en la costa este, y la capital en la esquinita noreste. Un breve trayecto por la autovía GC-1 en el coche alquilado te deja en la ciudad en un santiamén. En esos 20 ó 25 minutos da tiempo a aclimatarse de nuevo a la tonalidad del paisaje, pardo claro y beige, al azul topacio del mar, a la tranquilidad que allí reina. Directo al puerto, que se inicia justo donde la ciudad acaba. Lo que muestra la imagen es la dársena que forman el Muelle de la Ribera Oeste y el Muelle Pesquero.



304.2.- Muelle pesquero de Las Palmas de Gran Canaria desde el Muelle de Santa Catalina Norte (Las Palmas).

El muelle cuyo extremo puede verse en frente es el Pantalán Fransari. Detrás del puerto quedan los barrios residenciales más al norte de la ciudad y, tras ellos, el Paisaje Natural Protegido La Isleta, al que pertenece la montaña que cierra la imagen. Se trata de una antigua península de origen volcánico, terreno árido con formaciones dunares que se decidió proteger legalmente en vista que los sucesivos desarrollos urbanísticos amenazaban con eliminarlo.



304.3.- Muelle pesquero de Las Palmas de Gran Canaria desde el Muelle de Santa Catalina Norte (Las Palmas).

En mi casa, cuando era niño, un regalo que nunca olvidaban los Reyes Magos traer era un puzzle gigante. 3 ó 5 mil piezas. A veces más incluso. Todos en mi casa los adorábamos, y esa era la razón de que los pidiéramos siempre a Baltzar. Era un regalo para todos, que se compartía y posibilitaba pasar momentos juntos. Algo así como una terapia de grupo improvisada. Se despejaba una mesa, generalmente la de trabajo de mi padre, o si no la de la cocina para las comidas familiares, y se iba completando poco a poco, durante días o semanas. Cada cual le dedicaba el tiempo que quería, ratos perdidos, tardes o mañanas enteras. Se hacía solo cuando a uno le apetecía soledad, o en compañía cuando se estaba comunicativo. Infinidad de enfados se solventaron con el enfurruñado frente al puzzle absorto en colocar piezas. También podía dar lugar a piques, pero siempre sanos. Estar un rato sin colocar una pieza y que llegara alguien inspirado podía ser urticante. Había quien prefería las zonas de color uniforme, donde la forma del hueco es lo que da la pista, y quien trataba de encajar piezas por el dibujo. Cuanto mas mar y más cielo hubiera más difícil y más divertido, por tanto, era el reto de completarlos. Por eso esta imagen habría dado lugar a un magnífico puzzle. Habría avanzado rápido por la franja donde se sitúan el muelle pesquero y los barcos y luego habría progresado hacia arriba y hacia abajo en dos frentes que se habrían ido alejando progresivamente el uno del otro. A mi padre le gustaba especialmente acabar el borde, como si de una pizza se tratara. Las piezas que hacen esquina son fáciles de encontrar y ofrecen un punto de partida. Tras segregar las que tienen un lado liso en un grupo aparte, escogiendo pacientemente las candidatas para cada hueco y por el método de prueba y error, la realización del marco del puzzle avanza razonablemente rápido. Cuando te sentías con chispa tratabas de colocar piezas en cualquier parte. Cuando no, pero te apetecía participar, te dedicabas a las labores metódicas que exigen más disciplina que talento, y que son muchas. Aquellos puzzles gigantes decoran el tiempo de mi infancia. El otro día vi dos en un camaranchón de mi cuarto y su visión me arranco una sonrisa.

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