martes, 9 de octubre de 2012
322.- Refugios forestales. Carretera GU-944 Mazarete-Cobeta (Guadalajara)
322.1.- Refugio forestal situado junto a la Carretera GU-944 a la altura del P.K. 10+880 (Mazarete - Guadalajara).
Mi segundo verano trabajando en extinción de incendios forestales fue en 1997. Fui asignado a la base de aviones de descarga de Rosinos de la Requejada, en la comarca zamorana de Sanabria. Vergüenza me da reconocerlo, porque tengo vivo recuerdo de ambos, pero los nombres de mi compañero ingeniero y el de el radio operador no acuden a mi memoria. Nos conocimos allí mismo. Mi hermano me llevó hasta allí, y nos ayudó a buscar un piso para los tres. Tanteamos algunas opciones visitando los pueblos del entorno y preguntando, pero al final se impuso la opción más lógica. Le alquilamos al alcalde del pueblo una casa en el mismo Rosinos. Casa de pueblo, amplia y muy modestamente amueblada. Pero había un cuarto para cada uno y los servicios básicos. El segundo radio operador era del mismo lugar. Tampoco recuerdo su nombre, pero en su caso no siento ningún pesar. Mi compañero era sevillano. Un andaluz muy serio en las cosas serias, pero que cuando tocaba jolgorio era el más lanzado. Había estudiado en la Escuela Forestal de Leida y pretendía hacer la carrera de Ingenieros Agrónomos. En su estancia en Cataluña le había dado tiempo a echarse novia, a la que llegué a conocer y casi diría que a querer. Recuerdo que lo primero que pensé nada más conocer Sanabria es que allí era imposible un incendio forestal. Era bien entrado julio pero parecía casi invierno. Había que dormir bien abrigado y la lluvia era frecuente. Mi sorpresa cuando me dijeron que era la base más problemática de España es comprensible. Ninguna otra base del ICONA tenía una hoja de servicios con más intervenciones. La clave la averiguamos mientras buscábamos piso. En aquella tierra quemar el monte era tan natural como respirar. Los mismos lugareños confesaban sus tropelías sin ningún rubor. El más consciente quizá lo consideraba como una simple trastada o gamberrada. Y que fuéramos el personal de la base del ICONA no les causaba la más mínima impresión ni les cortaba en absoluto. Aquella misma noche, tras emprender mi hermano el camino de vuelta a Madrid, mi compañero y yo salimos a pasear por la carretera local que unía Rosinos con la carretera general, entonces la N-525, ya que ahora es la Autovía de las Rias Baixas la que vertebra la comarca. Justo donde se acababa la escasa luz del pueblo había un banco con cuatro ancianos de charla. Un metro más alla casi no se veía la calzada de la carretera. Saludamos al pasar y nos devolvieron el saludo. Cuando ya los habíamos sobrepasado y empezábamos a adentrarnos en la oscuridad uno de ellos nos dijo riendo: "Cuidado nos os coman los lobos". Nos reíamos y seguimos adelante. Al final de aquel verano ya sabíamos que no había sido ninguna broma. Sanabria delimita al norte con la Sierra de la Culebra, cuya divisoria de aguas sirve de linde con la vecina León, siendo esta sierra el lugar con la mayor población de lobos de toda Europa.
322.2.- Refugio forestal situado junto a la Carretera GU-944 a la altura del P.K. 12+680 (Cobeta - Guadalajara).
Me acaba de llegar de repente su nombre. Nuestro radio operador se llamaba Lorenzo. Tan buena gente como Ireno. No era de Sanabria sino de Soria capital, y en aquellos lares era como ser de la Luna. Apasionado del cotilleo recuerdo la mañana que nos despertó a grito pelado porque acababa de morir Lady Di. Hasta que se aclaró mi cabeza tras el primer café pensé que nos advertía del fin del mundo. Era un gran profesional. Quien le hacía los relevos era todo lo contrario. Un chaval amargado que solo pensaba en engañarnos y sacar ventaja de ello. Quizá fuera comprensible. La media de edad del pueblo debía rondar los 75 años. Eso quiere decir que sus escasos habitantes habían entrado todos de lleno en la tercera edad, salvo los dos discapacitados, lo que antaño se denominaba como el tonto del pueblo, uno de los cuales era hermano suyo. Había también una chica con Síndrome de Down que se pasaba el día caminando sola por las callejuelas de Rosinos y hablando en voz alta consigo misma. Conozco el percal. Los familiares acaban cansándose y se desentienden. Conocí otro caso en Torrelodones, pero aquel chico tenía un cociente intelectual notablemente más cercano a la normalidad. En Sanabria, como en otras zonas de la España profunda, el matrimonio entre parientes es bastante habitual. Un día que fui con mi familia, que estaban de visita, a las playas de baño del Lago de Sanabria a pasar la tarde, cuando vi llegar un coche con una familia hice la siguiente afirmación: "Si son más de tres niños ya veréis como uno es mongólico". Si, use ese término. Cuando vi salir del coche al cuarto niño y comprobé que, efectivamente, tenía Síndrome de Down, me sentí un canalla marisabidillo. Sus hermanos, pequeños como él, lo trataban con enorme cariño. Pero el mayor problema de Sanabria es la despoblación. La región es habitada solo por los abuelos, que viven en las mismas casas de piedra caliza y pizarra en las que vivían sus padres. Los hijos emigraron en los años 60s y 70s a Madrid y Barcelona en busca de trabajo. Era particularmente llamativo el gran número de taxis de Madrid que veíamos. Los hijos aun sienten apego por su tierra y vuelven cada verano, único periodo en que Sanabria es habitable. Los nietos también vuelven, pero ya no se sienten en la mayoría de los casos de allí. Los que se van independizando se van librando de tener que visitar a los abuelos.
Nuestro casero, el alcalde, dueño de la única tienda de Rosinos, si es que aquello merecía tal nombre, nos alojó en una de sus muchas casas. la mayoría de las del pueblo, buena parte de ellas deshabitadas, eran de su propiedad. De hecho eramos vecinos al norte y al sur de sendas pocilgas. En Rosinos los cerdos casi vivían mejor que las personas y tenían casas propias. La gran cantidad de moscas que teníamos en casa pudo explicarse cuando averiguamos quienes vivían en nuestro entorno. Estaba prohibido dejarse una puerta o ventana abierta. Tampoco era tan grave porque en Sanabria jamás hace calor. Son 3 meses de primavera u otoño, según el clima del año sea mejor o peor, y 9 de crudo invierno. Si querías leer el periódico necesitabas ir a la gasolinera de la N-525, que estaba a unos 20 kilómetros. El panadero visitaba el pueblo en su furgoneta cada dos días, por lo que uno de cada dos días el pan era de ayer. No había tiendas ni bares ni posibilidades de ocio. Supe aquel verano lo que es vivir en el ámbito rural y no lo quiero para mí, por mucho que me guste el monte y la España profunda. Pero para visitarla, para recorrerla, quizá con calma, pero estando sólo de paso.
322.3.- Refugio forestal existente en la confluencia de la Carretera GU-944 con el acceso a la Localidad de Cobeta (Guadalajara).
El antiguo ICONA había desaparecido y las escasas propiedades, funciones y competencias que aun le quedaban eran asumidas por la Dirección General de Medio Ambiente, la administración de los medios aéreos de extinción de incendios y algunas competencias relacionadas con los Parques Nacionales, que son ahora básicamente de las Comunidades Autónomas. La base tenía asignados dos aviones de descarga Drommader, de fabricación polaca. En realidad la patente era de aquel país, pero se fabricaban en diversos sitios. Estos aviones suelen motejarse como camellos, por su aspecto. Son pequeños y cuentan con un depósito con una capacidad para unos 2.500 litros de agua. Si se trata de un líquido de mayor densidad la capacidad es menor. Se usan en extinción de incendios, arrojando el agua de los depósitos sobre el fuego en una sola descarga tras un picado. Agua normal o mezclada con retardantes del fuego, que aumentan la eficacia del líquido, pero también su peso. Los dos aviones pertenecían a una empresa particular de dos pilotos andaluces bastante veteranos. Se alquilaban los aviones, con un número máximo de horas de vuelo, creo recordar que 150 por cada aparato, pero sin cantidad mínima. Eso se traducía en que los pilotos eran reacios a volar y trataban de evitarlo si era posible. A nuestro jefe en Murcia lo conocimos el primer día y luego fue a visitarnos a Caravaca dos o tres veces. Al de Zamora, que trabajaba en Valladolid, solo lo tratamos por teléfono. La base contaba con una pista que era un auténtico lujo. Más de un likómetros de pista asfaltada, más que suficiente, según nos dijeron, para que aterrizara un hidroavión Canadair CL-215 de los del Grupo 43 del Ejército del Aire. Los pilotos andaluces estaban más que satisfechos, aunque ellos al aterrizar realizaban el primer contacto con el suelo antes de la pista, porque decían que el asfalto era más abrasivo para las ruedas que el suelo. Lo hacían para ahorrar llantas, era una empresa pequeña que tenía que mirar todos los gastos. Se habían dedicado a todo tipo de trabajos, sobre todo a la siembra desde el aire de los campos de arroz y fumigaciones. La pista estaba bien, pero la base apenas contaba con nada más, aparte de la valla que la delimitaba, y que no debía estar en buen estado porque no era infrecuente ver ciervos rondando por allí, al final de la pista, pero dentro de la base. Nuestra habitáculo, como el de los pilotos, aparte del nuestro, era apenas un chamizo sin servicios siquiera. Las necesidades había que realizarlas en el campo. Las que fuesen. Aquello soliviantó a los pilotos, que con razón consideraban aquello intolerable. El problema se agravó cuando nuestro jefe prohibió terminantemente al segundo día las salidas, fueran cuales fuesen los motivos. Los pilotos contaban con poder comer fuera y usar los servicios del restaurante o del hotel donde se alojaban. Aquello nos costó bastantes días de tensión porque trataron de que hiciéramos la vista gorda. El jefe estaba a muchos kilómetros de allí. No quisimos aceptar ese acuerdo y nos apuntamos los primeros tantos en contra. No entendían nuestra labor. La despreciaban incluso. Quizá sea injusto con ellos, pero mi experiencias con pilotos españoles, en la que incluyo mi conocimiento de la piloto de la Base de Caravaca, me dice que la mayoría de ellos sienten desprecio por todo aquel que no sea capaz de pilotar. Se sienten seres superiores al resto. Si aceptas esa premisa puedes llevarte bien con ellos y hasta es posible que se quiten las gafas de cristales tintados cuando hablen contigo para que puedas verles los ojos.
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