miércoles, 10 de octubre de 2012

323.- Arroyos interceptados por la Carretera GU-944 Mazarete-Cobeta (Guadalajara)



323.1.- Barranco de Salceda, interceptado por la Carretera GU-944 en el P.K. 6+289 (Mazarete - Guadalajara).

Revisar en el libro de la base las anotaciones de anteriores campañas casi daba miedo. En alguna se había llegado a agotar las horas de vuelo contratadas, tantos habían sido los servicios realizados en incendios forestales por los aviones. Para los pilotos la zona también era una novedad. Incluso el trabajo de extinción de incendios creo yo, porque jamás habían oído hablar de los retardantes y recelaban de su uso. El que entonces se empleaba volvía completamente roja el agua. Tenía un tinte, inocuo para el medio ambiente, que permitía saber donde se había producido la descarga. Costó mucho convencer a los pilotos, que alegaban que aquel producto químico podía perjudicar a la maquinaria de los aviones. El líquido para cargar los aviones estaba en una piscina de plástico, hasta donde se bombeaba el agua desde un arroyo cercano y donde podían añadirse los retardantes. Se usaron alguna vez, pero solo en incendios de grandes dimensiones. El tipo de incendio habitual era por quemas de pastos y matorral o para delimitar parcelas. En las primeras semanas se produjo un hecho curioso y que explica muy bien lo que ocurría en Sanabria. Oímos en la radio a uno de los vigías alertar de un incendio. Pequeño, pero ya sabemos que todos empiezan así. Lorenzo me dijo que el lugar indicado estaba muy cerca de la base, que podía ser avistado incluso. Salimos de la caseta y, efectivamente, en una ladera a varios kilómetros, frente a nosotros, estaba ardiendo el matorral. Uno de los aviones fue a apagar las llamas. Tuvo que realizar un par de descargas. Al día siguiente y casi a la misma hora volvía a arder la misma ladera. La historia se repitió al tercer día por última vez. La explicación era sencilla. Un ganadero con apenas 2 ó 3 vacas había estado quemando matorral para potenciar los pastos en los predios donde sus reses y las de sus padres pastaban desde hacía décadas. Al ser interrumpido el primer día siguió con su tarea al siguiente. Al tercero debió considerar que la superficie quemada era suficiente. El piloto que tuvo que volar en aquellas tres misiones nos decía con mucha razón: "¿No es más fácil ponerse de acuerdo con el vaquero y quemar de forma controlada lo que necesite? Hacer volar al avión es carísimo. Es dinero tirado a la basura". Sí, eso sería lo lógico. Pero tal vez sería también demasiado fácil.



323.2.- Barranco del Hornillo, interceptado por la Carretera GU-944 en el P.K. 8+918 (Mazarete - Guadalajara).

Tuvimos algún otro fuego relativamente cerca de la base. Empezaron siendo por el día y a partir de cierta fecha ocurrían por la noche, tras el cierre de la jornada de trabajo. Un día nos enteramos que el alcalde, nuestro casero, tenía organizadas dos cuadrillas forestales, que empleada en extinción de incendios. El peculiar sistema de pago de entonces, por horas trabajadas, propiciaba el fraude de que se provocaran incendios para poder cobrar más. Total, los motivos para quemar eran tantos, que uno más no importaba. Pero quienes usaron este atajo para ganar dinero se encontraron con la sorpresa de que los Drommader se convertían en sus esquiroles. Por eso empezaron a producirse fuegos intencionados de madrugada, donde solo los medios terrestres son operativos. La sospecha de que el alcalde también incurriera en este fraude eran altas. Incluso que nuestro jefe lo supiera e hiciera la vista gorda. Tan severo para unas cosas como despreocupado con otras. Después de todo el verano llegando tarde al inicio del trabajo casi todos los días, de realizarlo con desgana, visiblemente enfrentado a mi compañero (Fernando. Lo recordé esta madrugada) y a mi, el radio operador de Rosinos remató la fauna queriendo afanarnos la rueda de repuesto del coche que había alquilado la DGMA para nosotros. La había sustraído y cambiado por otra que era ya un desecho. Se lo notificamos a nuestro jefe. Aun así, se prorrogó la campaña 15 días en los que solo iban a trabajar los pilotos y un radio operador. Los pilotos solicitaron al ladronzuelo y nuestro jefe le dio el visto bueno a esta decisión. Se me llevaban los demonios el último día. Lorenzo reunía todas las cualidades profesionales y personales para ser merecedor de esos 15 días extra de trabajo. Aquella decisión no solo era un premio a alguien ruin sino un castigo a una de las personas más bondadosas que he conocido.



323.3.- Barranco de la Raya, interceptado por la Carretera GU-944 en el P.K. 12+714 (Cobeta - Guadalajara).

También había días de calma. Eran especialmente problemáticos las vísperas de los cambios de tiempo, los días previos a la llegada a Galicia de temporales procedentes del Atlántico. Si la TV anunciaba lluvia para el día siguiente y hacía días que no caía una gota sabías que iba a ser una jornada con muchos incendios. La gente tendía a quemar el monte entonces en previsión de que tal vez pasase mucho tiempo antes de que hubiese una nueva oportunidad por estar el combustible húmedo. Pero en los días que nadie de Zamora hablaba por la radio forestal, ni vigías ni guardas ni medios de extinción, podíamos oir a la gente de León. Cierta mañana escuchaba absorto los diálogos entre personas de León. En especial, había una jefa de cuadrilla que captaba poderosamente mi atención. Parecía ser joven y comandaba una cuadrilla de extinción helitransportada. Había llegado a la zona de un incendio en zona de matorral muy crecido, quizá el peor escenario de todos. En Sanabria las escobas y retamas, xesteira en Gallego, que era como los llamaban allí, podían tener talla más elevada que una persona. Los prados ganaderos abandonados habían sido invadidos por un matorral muy crecido, que la DGMA quería repoblar con pino silvestre. Al cabo de un rato desde la llegada de la cuadrilla al fuego escuchamos a la chica visiblemente preocupada. El fuego empezaba a descontrolarse. Pregunté a Lorenzo cuan lejos quedaba el lugar de la base. Se encontraba al sur de León, al otro lado de la Sierra de la Culebra, relativamente cerca de nuestra posición. Poco a poco el tono de la chica se fue volviendo más sombrío, casi histérico. Pedía ayuda porque el fuego les superaba. No pude más, oir a una chica apurada pidiendo socorro es algo que no soy capaz de soportar. Podía hablar con ella directamente y solicitar información pero: 1) Los pilotos también oían la radio en su casamata, y si se enteraban que la iniciativa de enviar los aviones partía de mí podían negarse, o anotarlo en su libreta de agravios; 2) Igualmente, si en el centro de mando de Zamora me escuchaban podían tomarlo como una afrenta, literalmente como un robo de uno de sus medios aéreos, ya que consideraban los Drommader de Rosinos como de su propiedad. Llamé a mi jefé en Valladolid por teléfono y le exageré un poco la situación. Me dio permiso para enviar medios si lo creía conveniente, pero me indicó que debía pedir permiso tanto a Zamora como a Léon. Los primeros dieron su visto bueno, quizá considerando que se anotaban un tanto sacando las castañas del fuego a los vecinos. Los segundos, y aquí viene lo mejor, escucharon mi ofrecimiento casi con disgusto, y me autorizaron a enviar los medios de la base, pero solo uno, como si me hicieran un favor, pero reduciendo mis demandas como si estuviese solicitando más de lo razonable. Una vez cumplido tan complicado trámite burocrático solo me quedó informar a los pilotos con un "que putada, nos han ordenado que uno de los aviones acuda a un incendio en León...". Esta es la ridícula forma en que funcionaba por aquel entonces las labores de extinción de incendios. Los odios cainitas han sido la causa de algunos desastres en los últimos años. Y no solo entre Comunidades Autónomas, también entre provincias, lo cual resulta alucinante. Me costó una docena de llamadas pero le pude enviar a la valiente doncella forestal mi ayuda.



323.4.- Rambla del Barranco de la Guijarreña, interceptado por la Carretera GU-944 en el P.K. 13+017 (Cobeta - Guadalajara).

Son arroyos que parecen quietos todos los que fotografié aquella mañana. Los situados más cerca del inicio de la carretera sin hierba ni matorral en su entorno. Los más cercanos a Cobeta parecidos a los que recuerdo en la Sierra de Guadarrama, aunque en aquellos el agua se deslizaba alegre, rápida y transparente. Río más vivos los últimos, como el bosque que recorren, no afectado por el incendio.

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