sábado, 31 de diciembre de 2011

250.- Avenida Diagonal número 211 (Barcelona)



250.1.- Avenida Diagonal número 211 (Barcelona).

La Torre AGBAR ocupa el número 211 de la Avenida Diagonal, muy cerca de la Plaza de Les Glories, un horrendo nudo urbano de carreteras, algo así como un Scalextric de los que aun quedan vestigios en Madrid, pero mucho gran grande, feo e inexplicable. Todo lo que queda a espaldas de la torre es un barrio industrial con aspecto de estar agonizando. La Avenida Diagonal es un oasis de belleza en una zona carente de estética. Algunos edificios oficiales empiezan a colonizar las primeras manzanas, pero parece que será una conquista que llevará su tiempo. Un barrio tranquilo, en declive es también una ventaja para quien toma fotos, porque se verá menos mediatizado por la injerencia de personas y, sobre todo, de vehículos. Las palmeras dan un toque muy exótico al lugar para alguien que procede del interior. Los plátanos del bulevar, que algo tapan el espanto de la Las Glories, me recuerdan las semejanzas de Barcelona con Madrid. Este árbol fue durante años la especie estrella en la ornamentación urbana de calles. Estamos en el último día de diciembre y aun conservan su hoja. Bravo por ellos. La humedad de la lluvia parece barniz sobre las aceras y el mobiliario urbano. He acabado casi mi trabajo. Perdida la referencia del mar, de la Ronda de Dalt y de la línea de alta velocidad me resigno a tomar un taxi para acercarme al lugar del otro proyecto. Voy bien de tiempo. Pero solo me espera el tren de vuelta a Madrid. Nadie me echa de menos. Momento: 1 de diciembre de 2010.



250.2.- Avenida Diagonal 211 (Barcelona).

Un año después no hay diferencias sustanciales entre un 31 de diciembre y el otro. La misma sensación de depender de un pequeño milagro para escapar de la angustia. Que ella me hable. Curiosamente dos mujeres distintas, pero la expectativa es la misma. Ayer y hoy he tenido sueño agitado. Soñé con ella, con al ella de ahora. No recuerdo los sueños, pero no eran positivos. El tiempo de las esperanzas caducó en el calendario. 250 entradas quizás sean suficientes. Empecé en Barcelona y acabo en la misma ciudad. Estoy cansado de todo hasta el hastío. Sobre todo de mi mismo. El blog se va tiñiendo de tristeza poco a poco y no era ese un objetivo. Del otro blog pudiera ser que si, porque escribir es una forma de terapia, y por lógica ésta no se necesita cuando estás bien. Si quizás expresar algo que necesitas compartir, a veces alegre. Me enredé esta vez en una torpe esperanza. No se donde tenía la cabeza. Creo que es el momento del silencio. Sí, puede que sean palabras producto de la resaca de tristeza. No recuerdo un fin de año más estúpido que el de ayer. O peor, quizá recuerdo muchos que podrían hacerle la competencia. Todo tiene un principio y un final. Hagamos que el blog perdure en la memoria. O, mejor, olvidémonos de él y de esta sensación de derrota. Cierro por derribo. me hubiera gustado seguir pero no hago más que repetirme. Hace tiempo que escribo en círculos, que camino sin rumbo y regreso una y otra vez al punto de partida. Cientos de lugares expuestos y comentados porque quizá yo aun no he encontrado el mío, una parcela de realidad que reclamar como propia. Y ya han sonado los tres avisos. Escribir para alguien y que no te lea, saber que hace tiempo que dejaste de incitar su curiosidad, si es que una vez la hubo. Dudar de todo menos de su mirada que reposa en otros ojos que no son los tuyos. Tristeza, mucha tristeza para acabar esto, y ni siquiera sentir pudor por el bochornoso espectáculo.

Joaquín Sabina - Cerrado por derribo

Bio de Twitter: Creo que mi biografía la empezó a escribir ella. Pero la dejó inconclusa. Todo lo que vino después han sido solo (torpes) intentos de escribir imitando su letra.

249.- Torre AGBAR (Barcelona)



249.1.- Torre AGBAR (Barcelona).

Tal día como hoy, hace exactamente un año, me encontraba lejos de casa trabajando, un lujo entonces como ahora. ¿Dónde? Doy una pista con la imagen. Llovió toda la mañana. Y aunque fueron dos los proyectos que me llevaron allí, aun tuve que hacer tiempo en un locutorio hasta la salida del AVE. Llegué a Atocha al filo del inicio del año. La última carrera del día de un taxista rumano me permitió llegar a tiempo a casa para ver iniciarse este fantástico año que hoy acaba. Como en muchos otros mientras agonizan te dices que ojalá jamás hubiera sucedido, hasta que recuerdas dos o tres detalles de esos que marcan la diferencia. Detalles algunos que dieron lugar a historias que acabaron, pero que por unos días lo llenaron todo y cargaron la memoria para siempre. Detalles, otros, con mayor vocación de permanencia. Pocos viajes por el mundo, apenas un paseo por la juventud del Guadiana y aquel que me llevó al prado que crepitaba al atardecer sin una sola queja del viento, y demasiados por mi cabeza. Un año entero. Dos adioses, cuatro derrotas, dos victorias prolongadas, la curva del tiempo demorándose en su mirada de ojos serios, oscuros, certeros. Dardo, caricia, mínimo latido. Un detalle poderoso. Mirada que ya llevaba su adiós implícito cuando descubrí por primera vez que en su calma confluía la trayectoria de mi deseo. Feliz año. Adiós 2011, gracias por todo, por lo que ahora quema y por lo que alivia. Hola 2012. Ya nos iremos conociendo.



249.2.- Torre AGBAR (Barcelona).

Si, este año estuve en un monte que crepitaba a mi paso, como si estuviera recubierto de celofán como sonase al desarrugarse. Fue en la Carballeda y ya dejé acta de aquello en el blog. Pero hace exactamente un año mis pensamientos estaban colmados por alguien que ahora no pesa nada en ellos. Es para reflexionarlo con calma. Es como si el corazón estuviera fabricado con metal con memoria, que siempre recupera su forma original por más que el maltrato lo deforme. Entré en el locutorio para buscar su rastro en internet. es curioso, lo he recordado al tratar de hacer memoria de aquel día. ¿Será que tengo un alma caprichosa? Tal vez. Pero lo que no ofrece discusión es que mi alma yerra, o lo hace continuamente, como si no aprendiese de los errores. Valora de forma precipitada a las personas, para bien o para mal, como si fiase el último juicio, el definitivo, al conocimiento que de alguien se obtiene con el correr del tiempo. Pero es que es son quienes más queremos conocer los que más trabajo nos cuesta descifrar, porque al pudor se suma el miedo, y causa menos vértigo suponer que averiguar, que obliga al acercamiento, a entrar en su radio de acción, a adentrarnos en el territorio donde nos volvemos vulnerables. Y el caso es que yo tenía razón, aunque gente con la que entonces todavía me trataba se rió de mí. Aquella chica era una bomba de relojería. Y un día estalló al ser manipulada por las manos que decían protegerla y tutelarla. Tener razón no siempre es un consuelo, baste esta enécdota como ejemplo. A ella le diría aquí que me tiene para lo que quiera a pesar de lo sucedido.



249.3.- Torre AGBAR (Barcelona).

Estuve un buen rato sacando fotos al edificio AGBAR. Gracias a Dios paro de llover en ese momento, porque los ángulos eran ascendentes en el tiro de la cámara y que caigan gotas de lluvia en la lente del objetivo es de las cosas más molesto que pueden suceder mientras haces un reportaje fotográficos. No, no soy un profesional, gracias, y no se manejarme en estos asuntos. Bueno, en cierto modo sí, las fotos las hago para completar mi trabajo, pero una cámara en mis manos es como una fotocopiadora en las de un Neerdenthal, no es solo que no la sepa manejar, es que casi no entiendo ni su utilidad.

La Torre AGBAR se terminó de construir en septiembre de 2005. Tiene 145 m de altura y fue diseñada por Jan Nouvel, el mismo arquitecto que remodeló el Museo Reina Sofía y que acaba de colocar una pasarela peatonal sobre el cauce del Río Manzanares. Está construida en hormigón armado la estructura y con chapa de acero lacado la cubierta, de distintos colores. He de decir que me gusta mucho, la sensación de que se trata de un elemento metálico que está en pleno proceso de oxidación, o como una superficie jabonosa, una pompa de aire por ejemplo, en la que se reflejan las cosas de alrededor de forma curva y con irisaciones. Otra cosa es si veo el espíritu de Gaudí en alguna parte, como germen de la idea o su plasmación. Ni falta que hace. Me gusta y punto. No se valorar lo que veo.

viernes, 30 de diciembre de 2011

248.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Mirador de la Celadilla (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real)



248.1.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Sierra de Peribáñez (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Ya inequívocamente a la sombra de la montaña recorrí el último tramo de la etapa. Apenas quedaba rastro del dorado de los últimos rayos de sol. Solo su ceniza. La Sierra de Peribáñez se sitúa entre la Sierra de los Caballos, territorio de la encina, y la Sierra de Saceruela, dominada por los bosques de pinos. En un acto de elogiable neutralidad se contenta con un matorral de poca talla, con salvias y tomillos, con la línea de pinos al fondo como un ejército invasor en espera de la orden de ataque. Moverse en la penumbra en presencia de un sol que declina, que hace mutis por el horizonte, que ya ocultó su rostro detrás de la raya del mundo, es vacunarse contra la enfermedad de la noche. Al fondo, iluminado aun, el lugar de donde vine. Cuando la referencia es el pasado, la enfermedad nada tiene que ver con la ausencia de la luz y sobrevivirá al alba.



248.2.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Mirador de la Celadilla (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Justo donde acaba el pinar y comienza el despoblado existe un pequeño mirador, dotado de mesas con bancos incorporados y una barandilla de madera. El lugar es óptimo para zamparse un bocadillo mientras contemplas la realidad en la lejanía. Por que esa es la sensación que me procuran siempre los miradores, la de que las cosas ocurren muy lejos, que el mundo avanza en un lugar muy apartado de donde me encuentro, sin advertir siquiera mi existencia. Pero es buena la distancia a veces, no sentirse involucrado en los hechos que suceden. Porque puede pasar que no te sientas aludido por el crepúsculo, que olvides que eres la parte del día por la que la luz realiza una cuenta atrás, que es a tí a quien se le agota el tiempo.

¿Por qué me encuentro estás instalaciones siempre sin que nadie las utilice? Si la ciudad no está cerca no serán las gentes del lugar las que se avengan a invertir sus horas de ocio donde la Administración les sugiera. Ellos tienen sus lugares predilectos, que no cambiarían casi seguro por aquellos otros que les indiquen gente de fuera, aunque les mejoren. No se si es tozudez de ellos o nuestra, pero si que es invertir dinero para nada. Además, aunque la idea romántica sea otra, el turismo rural y por la naturaleza no tiene vocación de esforzado. Pasear puede, pero otra cosa es subir a lo alto de una sierra a pie solo por el disfrute de hacer ejercicio físico. Las vistas son magníficas, pero es un lugar demasiado apartado para llegar sin vehículo y mal señalizado su acceso si se pretende acceder con uno.



248.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Vista del renuncio del Guadiana desde el Mirador de la Celadilla (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Esta imagen me hubiera gustado gustado haberla tomado en un momento con mejor luz, y yendo avisado de lo que veían mis ojos, porque es sumamente curioso. Hay una pequeña sierra, de menor altura que la sierra de Peribáñez en la que me encuentro, por eso el mirador ofrece una vista superior, con forma de de escarpia. Corre al principio en paralelo a las sierras que cierran el valle y efectúa un giro de 90º para quedar perpendicular a ellas. Desde donde estoy no se aprecia, pero no llega a contactar con la Sierra de Peribáñez, dejando una zona de estrecho entre ambas. No tiene nombre en los mapas, y debería, por que obliga al Guadiana a esforzarse al máximo para sortearla. Podemos apreciar al río, por su cordón de vegetación dentro de la planicie, discurriendo al pie de la ladera de esta sierra, hacia la izquierda, desde el mismo extremo izquierdo de la imagen. Al llegar a la pendiente no encuentra hueco para pasar y retrocede, discurriendo ahora el río de izquierda a derecha, más visible, con el cauce más ancho en la mitad de la planicie. Una vez a hecho acopio de fuerzas efectúa un segundo giro de 180º y traza una trayectoria al pie de la montaña en la que me encuentra, fuera de mi vista. Reaparece a la izquierda de la pequeña sierra, pero con dos brazos, uno de ellos pegado a la sierrecita y el otro trazando un arco, con trayectorias que se alejan de mi, hasta juntarse justo donde la sierrecita se dobla, discurriendo el Guadiana en un solo cauce a partir de entonces que avanza en paralelo al valle y nuevamente hacia la izquierda, camino de Extremadura, aunque con parada previa en Puebla de Don Rodrigo, donde dormiría esa noche. Ojalá hubiera avanzado más hacia el borde del precipicio y hubiera llegado antes al mirador, porque habría tenido una foto magnífica.



248.4.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Vista de la ermita de San Isidro desde la Sierra de Peribáñez (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Vista contraria a una de las que ofrece una de las imágenes de la entrada dedicada a la Ermita de San Isidro, sonde se veía la Sierra de los Caballos desde el entorno de la iglesia. Vemos ahora el borde contrario de la masa de encinas, y el valle del Guadiana desdibujado al fondo, a punto de esfumarse y convertirse en bruma como por algún sortilegio. El rojo del ladrillo parece más intenso por el efecto de la luz del sol que impacta de frente en el edificio, aunque con rayos más lentos, más débiles, porque han tenido que viajar por la atmósfera de la tierra más rato. El rojo claro se turno oscuro porque la tonalidad se hace más fría, como ocurre con la tierra arcillosa de los campos que hay tras la ermita, en la campiña. La visual nos ofrece la ermita sobresaliendo por el escote de la sierra mientras el paisaje se enfría por el efecto Doppler. La Física viene en el auxilio de la Religión, aunque el único sacrilegio cometido es el de utilizar ladrillo de la construcción para restaurar un edificio antiguo, que solo a la luz del ocaso adquiere algún esplendor. Todo muy rebuscado y lleno de segundas lecturas. Prefiero no indagar en este asunto.



248.5.- Etapa 14 del CN del Guadiana.  Vista del Río Peribáñez desde la Sierra de Peribáñez  - Ciudad Real).

Son dos las imágenes que capté desde esta ubicación. me interesaba la existencia de una lámina de agua del Río Guadiana en la visual del valle, perteneciente a unos de los dos brazos en que se divide el río tras sortear la sierra en forma de gancho. Una de ellas está captada con zoom. El río es claramente visible, pero se pierden las referencias al acercarnos al lugar retratado. También nitidez. Prefiero insertar esta otra captada sin zoom óptico, con la confianza de que el gran tamaño del formato permitirá que se vea el río con claridad. Son imágenes con demasiado peso en el disco duro, entre 5 y 6 megas, pero de extraordinaria calidad a cambio, donde detalles que creía perdidos han resaltado en el PC cuando he podido contemplarlas a su tamaño real. Como una perteneciente a una etapa posterior de este del CN del Guadiana, donde capté un ciervo mientras vadeaba el río, y que casi me hizo llorar de emoción al ver el momento reflejado en la pantalla. Merece la pena exagerar el tamaño de las fotos. Ya lo creo.

Hermosa es también la ladera de la sierra tapizada por el matorral en la que sobresalen los pies de encina, uno de ellos en el perfil de la montaña. Al fondo, la Sierra Loca y la Sierra de Enmedio, que cierran el valle por el norte, respirar los últimos rayos de sol del día.

jueves, 29 de diciembre de 2011

247.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Ermita de San Isidro. (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real)



247.1.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Ermita de San Isidro. (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Para ser un municipio donde la agricultura más bien brilla por su ausencia, parece haber en Puebla de Don Rodrigo un exaltado fervor por San Isidro, porque al menos son dos las iglesias dedicadas al santo que visité. Lo mismo se trata de otro San Isidro al que rezaba en la iglesia mientras los ángeles araban su prado madrileño. El resto del periplo por la Sierra de Saceruela no me deparó demasiadas sorpresas. Vi una pequeña explotación de ganado caprino entre el arbolado, es posible que como medida para ayudar a limpiar los montes de matorral y reducir los riesgos de incendios forestales. Bajé y subi cuestas, entre pinares primero, luego entre robledales. Y nada más producirse el cambio en el tipo de vegetación tomé por error un camino asfaltado que bajaba la ladera de la montaña en busca de la carretera N-430. Al llegar al pueblo y consultar los mapas vi que algo no cuadraba. Había pasado por alto una ermita que tenía escogida como objetivo. Como no lograba aclararme hice algo que no suelo, preguntar a un lugareño, que me indicó que la ermita, a la que dedicó un gesto despectivo, como indicando que no merecía la media hora de caminata para llegar hasta ella, se situaba en sitio distinto al que me decía el plano. Así que me vi obligado a investigar, lo que me llevó a descubrir que había salido del monte por el sitio equivocado. Tuve que completar la etapa en el sentido contrario. No quedaban muchos minutos de luz. La tierra a mi alrededor comenzaba a tomar una tonalidad dorada por la fatiga del sol, demasiado tiempo ya en lo alto y en pleno declive. La ermita se alza en la cumbre de una loma situada junto al Camino Natural. Su existencia parece tener relación con el acto fundacional del pueblo, pero hoy día no es más que un pequeño edificio de ladrillo, abandonado a su suerte, mal reconstruido y en el que apenas se adivina su naturaleza de construcción consagrada al culto religioso. Debió conocer mejores épocas que ésta y a gentes más preocupadas por su conservación que las de ahora. El ladrillo hacía daño a la vista. Ni siquiera era de un tipo con alguna intención estética. No, simple ladrillo de obra para parchear los destrozos del tiempo en la ermita. Toda su valía de antaño es ahora un espejismo, como el oro del campo a su alrededor.



247.2.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Ermita de San Isidro. (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Imagino la ermita utilizada solo como lugar de encuentro nocturno. Ni siquiera hay puerta que impida el acceso a quien se le antoje al interior, que está lleno de materiales de obra. Los sobrantes de cuando decidieron enladrillar sus paramentos. Al tejadillo del soportal tampoco le vendría mal un repaso, pero quienes hicieron los arreglos anteriores son capaces de poner ladrillos en vez de tejas. A pesar de lo dicho la ermita tiene un gran activo, su ubicación en una loma al pie de la ladera que domina el valle, al tiempo que ofrece magníficas vistas de la Sierra de los Caballos, situada a sus espaldas y prolongación hacia el noroeste de la Sierra de la Saceruela. Me extrañó que no estuviera hábil para el culto. Si algo he aprendido viajando es que la gente de los pueblos es muy devota, y que en ellos prima el sentimiento sobre la necesidad de esplendor en los lugares de culto. Aunque no se escatimen esfuerzos en tratar de adornarlos, ningún lugar, altar, ermita, les parece lo suficientemente pobre como para no merecer su devoción si lo creen dotado de poder espiritual. Era un pequeño misterio que esclarecí al día siguiente.



247.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Vista de la Sierra de los Caballos desde la Ermita de San Isidro. (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Detrás de la ermita queda la Sierra de los Caballos, cubierta de encinas en sus laderas. A esa hora hasta las piedras del suelo tenían sombras alargadas. El juego de luces comenzaba a complicar la toma de imágenes. La cámara busca los términos medios, y si se adapta a lo iluminado lo ensombrecido puede parecer pura tinieblas y, al revés, si opta por juzgar lo que está a espaldas de la luz como la referencia lo iluminado será un resplandor difuso. Hay evidencias de que el prado situado ante el encinar ha sido visitado por las vacas en primavera y principios del verano, cuando aun eran frescos. Puebla de Don Rodrigo marca la frontera imaginaria entre lo manchego y lo extremeño. Más al oeste de la localidad las explotaciones son de ganado lanar mientras aquí domina el vacuno.



247.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Vista del Valle del Guadiana desde la Ermita de San Isidro. (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

El mundo visto entre dos luces. Es en la frontera entre la noche y el día donde ocurren las cosas trascendentes por más que la facilidad para ocultarlas parezca mermar su importancia. Estoy en el lado del valle que queda a poniente, aunque queda tiempo para conocer el territorio en el que viviré una semana, con el sol escurriéndose a mis espaldas por la ladera contraria de la sierra. No hay claridad, los últimos rayos del sol es como una bruma de luz que me hace perder los detalles, que no me permite encontrar el Guadiana en el laberinto de encinas, ni la carretera a Badajoz que tendré que transitar una y otra vez en mi perpetua persecución del río. Llegué demasiado tarde aquí y no hay tiempo para las rectificaciones. Mañana me esperan otros lugares en otra carrera contra el reloj, en solitario, frente a paisajes ante los que me sentiré tan pequeño y desubicado como ahora, entre dos luces, en el borde de la realidad, porque la noche apenas ocupa lugar fuera del pensamiento. La soledad del corredor de fondo, de la figura humana en un paisaje que no está hecho a su medida, aunque ayudará a moldearlo. Siempre hay un poso de nostalgia en los atardeceres, igual que la pereza impregna a los amaneceres, por que vivimos mirando al pasado, hacia lo que dejamos atrás, mientras recelamos de lo que queda delante.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

246.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Collado de la Alcachofa (Puebla de Donb Rodrigo - Ciudad Real)



246.1.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Collado de la Alcachofa en la Sierra de la Saceruela (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Situarse por encima de la nubes sin viajar en avión es algo poco habitual y que parece que desafía los esquemas por los que se rige la realidad cotidiana. Solo me ha ocurrido dos veces que recuerde, en Tenerife, bajando de las Cañadas del Teide, y en la Sierra de Cameros. Situarse por encima de la línea del arbolado no supone un desafío tan grande para la lógica, más bien una oportunidad, porque permite tener una visión compacta, de conjunto, del bosque, cuya representación en una imagen siempre es un desafío. O lo miras desde dentro y te conformas con el maravilloso desorden del arbolado fotografiado a quemarropa, o desde fuera, en cuyo caso es raro que puedas abarcar en su totalidad, siquiera en una porción suficiente para dar una idea de su aspecto, de su naturaleza, en su conjunto. Tras este viaje el contraste entre el verde oscuro de los pinos y el color oro viejo de los tomillos se ha vuelto un clásico. En muchas de las fotografías de aquellos parajes aparecen esas pequeñas nubes alargadas, como trazos de tiza en una pizarra azul celeste. Aquí hay dos, que casan con dos cortafuegos de la montaña que cierra el valle del Guadiana por la otra ribera. Comienzo a creer que es un mensaje en clave. Menos mal que queda registrado de forma gráfica y puedo meditar su significado sin prisas, a lo largo de los próximos años. Comprender la intención del silencio del zorro me llevo unos cuantos.



246.2.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Masa de pinar en la Sierra de la Saceruela (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

La primera vez que la vi me impresionó el monólogo de Marlon Brando en Appocalypse Now, ese que recita mientras se afeita la cabeza. Casi todo él es un puro disparate, los desvaríos de un loco, pero casi al inicio, cuando habla de sus intenciones primitivas al llegar a la jungla, narra una anécdota repleta de acierto de lo que significa la pérdida de la inocencia. Al principio su intención en la guerra era dar un giro a los propósitos. Decide vacunar a todos los niños de una aldea contra las enfermedades endémicas de la región más virulentas. La siguiente vez que visita el pueblo hay una montaña de pequeños bracitos, como los llama en su disertación sobre las fronteras de la locura. Los norvietnamitas han decidido renunciar a cualquier bien que suponga la existencia de su enemigo, y hacérselo saber de la forma más clara, inequívoca y cruda posible. No quieren la medicina occidental, prefieren que sus hijos mueran a deber su salud al enemigo. Creo que hay gente que concibe las relaciones humanas como una guerra contienda. Y creo también que cada vez son más. Las generaciones que vienen detrás de la mía han sido educadas en la valía del orgullo, en que la satisfacción personal es el primer objetivo, que nada hay más allá de uno en lo que basar los aspectos más relevantes de la vida. Y el amor no es una excepción en este planteamiento. Es una guerra declarada en la que ha de haber necesariamente un vencedor, con derecho al disfrute del otro en los términos que imponga. Y si la guerra se pone cuesta arriba no hay sacrificio por duro que sea que les arredre, que no hagan si con él logran una ventaja estratégica, que mine la moral del adversario, porque el amor no puede ser más que una guerra en el que el frente de batalla decisivo es el psicológico. Se harán daño a si mismos si el daño al contrario compensa el propio dolor.

Yo no concibo el amor como una batalla de egos. Se me hace muy duro ver a quien quiero derrotado. Insufrible si quien le endosa esa derrota soy yo. Creo que es un punto de vista erróneo, obsoleto si alguien alguna vez lo tuvo antes que yo. Quizá por eso he sufrido tantas derrotas, con alguna victoria pírrica e intrascendente entre ellas. Soy de la opinión de que si en una relación de pareja alguno de los dos gana en el aspecto que sea ambos pierden. Detesto la victoria. Necesito odiar para desearla. Y si es odio lo que siento no hay victoria más dulce que el olvido. ¿Y todo esto por qué? Me apetecía decirlo. Entra en el post y en el blog solo con calzador, pero ahí lo dejo, como pie de foto en la imagen de la selva boscosa de la sierra de la Saceruela.




246.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Collado de la Alcachofa en la Sierra de la Saceruela (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).


El Cerro de la Alcachofa que da nombre a esta entrada del blog es el que vemos en la imagen, un diminuto cerro que se interpone en el paisaje si se sigue por el sendero forestal. Al verlo a cierta distancia, con esos pinos de copas esféricas, me recordó las maquetas que hacía mi hermano para los proyectos de edificación cuando estaba en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Los árboles os creaba con palos de madera en cuyo extremo inferior clavaba una esfera de corcho. Podrá parecer rudimentario pero, salvo a lo que a los colores se refiere, y recordemos que las pinturas se inventaron hace mucho, el efecto óptico era idéntico al de ver un cerrito desde la distancia. Uo cubierto de pinos, pero no demasiado juntos, por que los pinos piñoneros tienden a ensanchar sus copas cuando no crecen en espesura cerrada. Es un árbol que solo adquiere su auténtico porte, su carácter, cuando se desarrolla en solitario, cuando se deshace de sus compañeros más cercanos. No se si es un rasgo antropomórfico. Me gustaría creer que son los más allegados quienes nos permiten crecer por dentro. Ese cielo tan azul tatuado de nubes extrañas, otra vez trazos de tiza, me induce a la calma. Y si no es por mi estado de ánimo entonces, aliviado por conducir  al fin un todo-terreno que me permitía avanzar rápido y con seguridad, por el de ahora, que es momento de adioses, o mérito exclusivo de lo que veo, un paisaje que parece desprovisto de personas, pero cuya huella está en todas partes. Crecer en soledad, pero no en ausencia total de los demás, avanzar por el cauce que nos abrieron quienes nos precedieron. No se, tampoco me hagáis caso, son cosas que digo por que me las sugiere la música que escucho.

Norah Jones - The Story (My Blueberry Nights OST)

domingo, 25 de diciembre de 2011

245.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Subida a la Peña de los Gavilanes (Puebla de Don Rodrigo)



245.1.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Vista de las masas de pinar en la subida a la Peña de los Gavilanes (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

La cuesta era empinada pero el camino seguía siendo bueno. Por fin me sentía feliz con aquel trabajo que me hacía recorrer caminos de quinta. Llevaba realizadas en dos kilómetros de etapa decenas de fotos. No hacía más que parar y fotografiar pinos. Cada curva era un mirador propicio. Y, de repente, tras realizar quien sabe cuantas fotos desde un recodo del camino, borracho de paisajes, el Peugeot 206 no me quiso arrancar cuando le pedí que me llevara el siguiente lugar. Doy mi palabra de que la desesperación tardó mucho en llegar. Lo primero que hice fue pensar en positivo. Podía ser que se hubiera ahogado el coche. Eso puede pasar. Bueno, a mi no me ha ocurrido nunca, pero una opción mejor que dar por sentado que se me había roto el coche. Le di tiempo a que reaccionara, subí hasta la Peña, fui adelantando trabajo. Iban quedando pocas horas de luz. Saque otra serie de fotos desde la curva de la masa de pinos, me subí al coche y este no quiso reaccionar. Llevar una grúa hasta allí era casi una locura. Tal vez no quisiera el seguro, tal vez hubiera una cláusula que les evitase socorrer imbéciles en lo profundo del territorio forestal. Además, no había espacio suficiente para que me adelantase, el barranco estaba relativamente cerca, a la izquierda. Aun así llamé al seguro. ¿Qué otra cosa podía hacer? Y quienes me atendieron fueron amables y soportaron mi angustia, mi torpeza al insistir una y otra vez en que estaba en Puebla de Don Fabrique. Me cité con el de la grúa en la carretera, en el inicio del sendero forestal, a dos kilómetros y pico del coche. No tardó mucho, quizás una hora y media. Aquella tarde toqué fondo, aunque por efecto retardado no lo supe hasta hace apenas una semana. Me acababa de quedar sin coche, con un seguro a terceros que no me cubría los gastos de reparación, sin un euro en el bolsillo. Y justo cuando estaba disfrutando por fin. Verde oscuro en los pinos y amarillo mostaza en en los tomillos. Al menos las fotos habían merecido la pena. Momento: 14 de septiembre de 2011.



245.2.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Vista de las masas de pinar en la subida a la Peña de los Gavilanes (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Esta serie creo que la tomé después de saber que tenía el coche averiado. No me llegó el desánimo hasta aquella noche en el hotel. Entiendo que es difícil de entender, que haya quien piense que exagero, pero en situación casi de ruína buena parte de las ganancias de aquel trabajo, bastante duro por cierto, se iban a ir en el arreglo del coche. Debí exigir un todo terreno desde el principio, aquellos caminos no eran aptos para un turismo, pero soy de esas personas que siempre se avienen si no tiene claro que lo que les proponen no es razonable. me aseguraron que eran caminos transitables, y desde luego aquel en que mi coche se había quedado tirado lo era. Podía haberse averiado en mil sitios peores que aquel. Pero lo hizo en un camino forestal, que discurría por parajes recónditos y poco o nada transitados, pero con buen firme. Al menos la aseguradora no iba a poder alegar imprudencia. Cuando llegó la grúa conduje al conductor hasta el lugar de la avería. Pensé que se le presentaba un problema irresoluble. Ciertamente no podía adelantar mi vehículo para situarse delante. En vez de eso giramos el coche 180 grados, a pulso, sudando como animales, y lo conducimos de morro hasta el inicio de la cuesta. De camino al hotel pacté con la aseguradora una salida honrosa. Me pagaron el billete para el AVE a Madrid y el taxi hasta la estación de Ciudad Real, a unos 30 kilómetros de Piedrabuena, el lugar donde pernoctaba. El coche tardo unos 10 días en hacer ese camino y al final resultó tener únicamente la batería descargada. Ahora vive un medio retiro, sin trabajo que hacer y sin que lo use para nada. Lo cierto es que lo he utilizado más para hacerle de chófer a mi ex que para mi uso particular, en el escaso kilometraje que no puedo considerar como trabajo. la última tarea fue un viaje al IKEA de San Sebastián de los Reyes para comprar las camas de su nuevo piso. Para ella y sus compañeras. Creo que será el último servicio.



245.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Meseta frente a la Peña de los Gavilanes (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Mientras le daba tiempo al coche a que recapacitase decidí seguir trabajando por si luego todo acababa felizmente no haber perdido el tiempo de espera. Subí hasta la meseta situada junto a la Peña de los Gavilanes, cubierta de arbolado con edad ya madura. Árboles de fustes esbeltos por haber crecido en espesura. La sombra fomenta el crecimiento y el sol la fructificación y el engrose. Son pinos piñoneros (Pinus pinea) con su característica corteza gris, agrietada. Algunos ejemplares del fondo presentan el tronco de color rojo salmón, típico de los pinos silvestres (Pinus sylvestris), pero podría ser un efecto de la luz, ya que no me cuadra del todo la presencia de la especie en esta masa. Lo dejo solo como posibilidad, aunque viendo la foto en detalle parece más que factible.



245.4.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Cortafuegos junto a la Peña de los Gavilanes (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Recorrí el camino que discurría por la meseta, entre los pinos, hasta llegar a un cortafuegos, que seguía, como es preceptivo, la línea de máxima pendiente. Perfectamente cuidado, sin vegetación arbustiva o arbolado incipiente, y con el firme transitable, habría sido pan comido para mi coche. En mucho peores nos habíamos visto. Al final de la cuesta se adivina en la imagen la Peña de los Gavilanes. En el borde izquierdo del cortafuegos hay una señal que indica que el sendero improvisado, aunque bueno, pertenece al Camino Natural del Guadiana, con el rojo granate característico de esta red de senderos de gran recorrido habilitada por el Ministerio de Medio Ambiente.



245.5.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Cortafuegos junto a la Peña de los Gavilanes (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Aunque esta imagen sea el reverso de la anterior, el mismo cortafuegos visto hacia abajo de la ladera, hay una diferencia de dos días. La profundidad de campo de la foto es excepcional. La longitud del sendero puede que sea de dos kilómetros, y al fondo pueden verse las montañas que quedan en la otra ribera del Guadiana. Quien tuviera tiempo y compañía para volver a este lugar y recorrer los senderos forestales. Son muchos los lugares cercanos que con tiempo y sin obligaciones habría visitado. Me intriga saber que hay en el otro extremo de camino, si este acaba abruptamente o se prolonga hasta la carretera N-430 que discurre al pie de la Sierra de Saceruela. No vi un alma en aquellos dos días, a pesar de la existencia del albergue juvenil. Lugar olvidado, donde La Mancha cambia de rostro y comienza a parecerse a Extremadura.

sábado, 24 de diciembre de 2011

244.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Monte de Castilnegro (Puebla de Don Rodrigo)



244.1.- Etapa 14 del CN del Guadiana.  Ejemplar de Pino piñonero (Pinus pinea) (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Después de tener que renunciar a avanzar en la etapa 13 más allá de la umbela, sin tiempo que perder decidí iniciar la decimocuarta etapa, la que discurre entre el Alberque Juvenil Puente de Retama y Puebla de Don Rodrigo. Aquello pintaba bien al fin. Albricias, al fin arbolado, bosques, pinares de reforestación. Y para recorrerlos un camino explanado con traíllas. Compacto, de firme perfecto aun siendo de tierra arcillosa. Tras entretenerme unos minutos en el referido albergue, recién construido, con instalaciones casi por estrenar en mitad de un pinar de pinos piñoneros, entre en cuestión. Había que recuperar el tiempo perdido, y el camino a recorrer era largo y sinuoso, aunque transitable para mi Peugeot 206 y bien señalizado. En cada encrucijada estaba indicada la dirección correcta y las que había que descartar. El mapa me indicaba que debía atravesar una extensa zona de pinares en la vertiente noreste de la Sierra de la Saceruela. El borde del bosque estaba  compuesto por una masa mixta de encinas (Quercus rotundifolia) y pinos piñoneros (Pinus pinea), bastante abierto, con rodales en los que dominaba una u otra especies y con grandes claros. En uno de ellos encontré mi primer objetivo de la etapa, un pino con tronco doble y copa esférica perfecta, que lo dominaba todo desde su talla netamente superior al del resto del arbolado que lo circundaba. Hube de rodear el árbol hasta encontrar el tiro de cámara en que el sol no me diese de cara. Empezaba a caer la tarde. Aun había algunas horas de luz por delante, pero las sombras empezaban a alargarse, a pesar sobre el suelo. Tuve claro desde el primer momento que la imagen iría al reportaje, aunque carezca que referencias que nos permitan evaluar las dimensiones del árbol. De unos 12-15 metros. Talla bastante notable para una masa tan joven. Quizás no fuera coetáneo con sus congéneres. En ese caso estaríamos ante un superviviente de otras épocas. Un árbol madre, respetado para los últimos años del turno de aprovechamiento para que esparciera su semilla y quizá indultado en la última corta.



244.2.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Masa mixta en el del pinar del Monte de Castilnegro (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Aunque parezca una guerra que tienen ganada de antemano los pinos serán al final las encinas las que prevalezcan. Las frondosas son más versátiles, se reproducen más rápidamente. Un pino piñonero tarda unos 25 años en empezar a producir piñas, en cuya creación invierte mucha de su energía disponible y que le puede llevar 2 o tres años formarla. Las masas de pinar puras solo son posibles en montes ordenados. Todo tiene su belleza. Los pinos no gozan de la simpatía de los ecologistas. Dicen que propician los incendios forestales, y no les falta razón. Pero tienen la ventaja de producir madera, aunque sacar beneficio del monte muchos lo consideren poco menos que un sacrilegio. Otra aun más valiosa es que son capaces de colonizar suelos degradados. Las frondosas constituyen precisamente el tope evolutivo del ecosistema y suelen hacer acto de presencia cuando los suelos están maduros. En esta imagen están contenidas las tres etapas últimas de la serie evolutiva de la vegetación. La primera sería la del matorral, compuesto en este caso por retamas y tomillos. La segunda la constituirían los pinos, en este momento en apariencia los más fuertes. La tercera y más evolucionada sería la representada por las encinas, aun en fase incipiente en eta zona de la masa. No, no os compadezcáis de las  encinas porque ellas acabarán ganando y, si el hombre no interviene, acabarán desterrando los pinos de estos parajes.



244.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Sendero de desembosque en el Monte de Castilnegro (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Poco a poco las encinas fueron desapareciendo. A veces reaparecían en torno a alguna vaguada. El camino seguía siendo bueno. El paisaje aunque repetitivo era absolutamente maravilloso. No hacía más que tomar fotos porque no me canso nunca de lo que me gusta. Sería capaz de comer siempre lo mismo si fuera algo que juzgara delicioso. De hecho tiendo a repetirme cuando doy con un plato que me gusta. Tampoco me cansa el contacto permanente con las mismas personas cuando estoy a gusto con ellas y disfruto de su compañía. Denme una mujer que me quiera siempre y tendrán un amor eterno. El paisaje no tiene porque ser una excepción a esta regla. El olor a bosque, a resina, a tomillo y a madera. La leña seca en el sendero, pisarla y hacerla crujir bajo mis pies era un pequeño placer que me costaba dejar de disfrutar. No hacía más que parar cada poco para seguir tomando fotos.

No se la causa pero imagino que la madera de pequeñas dimensiones acumulada en este sendero se debe a que fue utilizado para sacar la madera al finalizar el último turno. Vi árboles coetáneos en cada zona, así que imagino que aquel monte está ordenado por el procedimiento más sencillo. Cada año se corta la parte correspondiente al turno y se planta en el claro creado. Por turno se entiende la edad fijada apara aprovechar los árboles, aquella a la que se consideran maduros y con dimensiones óptimas para ser convertidos en madera. Cada vez que se completa un turno se ha extraído del monte  la totalidad de la madera existente. Pero con un ligero detalle, al final del turno el volumen de madera en pie sigue siendo aproximadamente el mismo que en su inicio. La masa arbolada no merma con el tiempo. Los ingenieros de montes lograron convertir un recurso tan escaso como los árboles en un recurso sostenible. Ellos inventaron el concepto, aunque lo llamaron de otra manera. Un turno normal en un pinar puede ser de 100 años. Si ese fuera el caso, y simplificando, cada año se cortarían todos los árboles existentes en una parcela equivalente a la centésima parte de la superficie ocupada por la masa. De esa manera, en un momento dado, se tienen rodales formados por pies coetáneos de todas las edades. Se tala con motosierra, se cortan las pequeñas ramas hasta dejar el fuste más o menos limpio y se extraen los troncos por las que se denominan vías de saca. Esta podría ser una de ellas.



244.4.- Balsa forestal en el Monte de Catilnegro (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Las balsas forestales sirven para el abastecimiento de helicópteros de extinción y vehículos motobomba mientras trabajan en incendios forestales declarados. La de la imagen se abastece con el agua de un pequeño barranco. Es hasta bonita. A mi me lo parece al menos. Y son tremendamente útiles durante los fuegos. Un hidroavión de las fuerzas aéreas puede tardar una hora fácilmente en reabastecerse tras efectuar una descarga. Un helicóptero puede lanzar agua sobre las llamas con una cadencia de unos cuantos minutos si se disponen de balsas forestales en el entorno. Trabajé un verano en una base del ICONA donde operaba un helicóptero ucraniano, aunque de origen soviético, que en otro tiempo estaba destinado en un portaviones de la flota. Era capaz de cargar 5 mil litros en el bambi, el depósito esférico colgante con el que operan los helicópteros de extinción de incendios. Esta balsa se la habría merendado en un rato, pero seguramente habría acabado el solito con el fuego. ¿La pega? Que la tripulación, todos ex-militares, bebían desde que se despertaban hasta que caían borrachos perdidos en la cama por la noche.

243.- Río Nonaya a la altura de Rabadiello (Asturias)



243.1.- Río Nonaya a la altura de Rabadiello (Asturias).

El recorrido de aquel día acaba donde comenzó, en el cauce del Nonaya. Aguas arriba. He remontado el curso, un pequeño trecho tan solo, es verdad, pero he avanzado hacia la fuente. Sin embargo, conocer el origen de la cosas no necesariamente nos las explica. El año se acerca a su término. Esta noche comienza oficialmente la Navidad. Y si dijese que no te echo de menos te mentiría. Tu llegada a mi vida tiene tan poca explicación como tu marcha, es solo una zona de rápidos en la corriente, el blanco desangrarse del agua entre las piedras. Ya no quieres mi palabra, rehusas escucharla. Pero yo me muevo con soltura en los silencios, en el olvido del paisaje, en la distancia imprecisa de lo que no queda en el encuadre. Remonté el río hacia el origen y tú ya no estabas, como si no lo hubieras estado nunca, como si todo hubiera sido solo una promesa que jamás se tuvo voluntad de cumplir. Para poder seguir mirando tus ojos oscuros necesito ahora tener memoria de lo no sucedido, mentirme quizás, dejar que mi caminata se detenga en algún meandro del río y decirme que allí comenzó todo, elegir un punto de inicio, decirme que tus ojos baten mis sueños entonces como ahora, rítmicamente, poderosos y tranquilos, con el pulso de lo que no va a detenerse nunca. Para poder volver a ser parte de tu mirada no me basta con remontar el río hacia el pasado, porque estuve en ese paraje solo como visitante, como invitado inadvertido. Una de tantas hojas sobre la orilla. Lo que tus pies hoyan, mientras pasa la corriente, mientras la distancia germina en los frutos del olvido. Pero aun los veo, somnolientos después de haber soñado conmigo.



243.2.- Río Nonaya a la altura de Rabadiello (Asturias).

¿Cuál es la razón de ser de un blog? Supongo que el darse a conocer desde el anonimato. Es mágico comunicarse con gente que no te conoce, que ni siquiera sabes que está ahí. Se puede elegir entre mostrar lo que haces o tratar de explicar lo que eres, aunque sea utilizando claves, escritos que son palimpsestos, textos que no podrán ser descifrados fácilmente. Esta noche llegará la Navidad. Nada tengo contra ella. Tan solo me provoca tristeza. Ayer mismo hice una llamada. Una que debía. A un amigo al que volví a ver este año después de muchísimo tiempo y que fue un reencuentro que yo mismo frustré. Quise explicárselo ayer, no me sentía capaz de mostrarme. En Matrix uno vive sin rostro y sin circunstancias. Hace muy pocos días creo que toqué fondo. Dos decepciones a la vez, una con 8 años de recorrido y la otra de apenas semanas de existencia. En ninguno de los dos casos pedí nada y por eso probablemente nada obtuve. Descubrir que no importas a quienes crees que quieres es probablemente de las cosas más duras. Saber que no te lo mereces te derriba por dentro. Borrón y cuenta nueva. No queda más remedio. Tal vez cerrar el blog, que no se a quien pueda interesarle, que rumbo lleva, si aun le queda recorrido. Yo sigo queriendo a ambas, pero solo es un gesto, casi diría que ridículo. Pero aquí queda escrito. Feliz Navidad a quienes puedan vivirla felices. A los que no sois capaces mi solidaridad. Es muy poco. Pero también todo lo que tengo que pueda serviros de algo.

viernes, 23 de diciembre de 2011

242.- La Rabera (Salas - Asturias)



242.1.- La Rabera (Salas - Asturias).

En este inmenso prado estaba planeado instalar las zonas auxiliares de obra durante la construcción del tramo Salas-Cornellana de la a autovía A-63. Las zonas auxiliares son áreas donde se instalan elementos que ayudan al avance de las obras y donde se reúne la maquinaria para su mejor control y el poblado. Las casetas de los operarios, donde se visten, comen y se asean, los acopios de materiales, las oficinas. Todo esto se instala en un mismo lugar, en terreno llano y preferentemente en una zona sin valor ambiental. Este es el lugar que se eligió. Es amplio, relativamente llano, está conectado a la carretera N-634, vía por la que llegarán los vehículos de suministro. Si las cosas se hacen como se debe se impermeabilizará el suelo instalando un geotextil que impida que los posibles derrames de sustancias contaminantes, combustibles, aceites, líquido hidrálico, residuos, penetren en el suelo y lleguen a las corrientes subterráneas de agua.

Al fondo de la imagen, en mitad de la ladera, se sitúa la aldea de La rabera, en realidad uno de sus barrios, compuesto por tres grandes casas, un establo y dos paneras. De éstas últimas, la que puede verse es inmensa, la más grande de las que vi aquel día. La obra queda oculta tras la vivienda de la izquierda, aunque puede verse en la entrada 240.



242.2.- La Rabera (Salas - Asturias).

Algunas cosas no caben en una imagen nada más que por su influencia en lo demás. El oleaje en la hierba delata la presencia del viento. Entre la doble hilera de manzanos frente a las casas y la fila junto al camino de acceso hay un espacio amplio que la obra tomará para sí. En cualquier otro lugar este sería un espacio a preservar, pero Asturias tiene en el verde una obsesión, es difícil encontrar un lugar que ofenda a la mirada. Tras finalizar las obras se limpiará el terreno, se laboreará el suelo y se sembrará y se recuperará lo que ahora se ve. Esa es la teoría, aunque en las imágenes de satélite en la zona donde ahora está la autovía se aprecian calvas y zonas desprovistas de vegetación, sobre todo en torno a los estribos de los viaductos. Los planes nunca se plasma al 100% en la realidad, tras una gran obra de infraestructura el territorio no vuelve a ser el mismo. Además de soportar la carga de la actividad central de la obra, en la zona de los manzanos se decidió habilitar un área de depósito de tierras sobrantes. Reconozco que no alcanzo a saber por qué. Me limite a fotografiar el lugar para el informe. Lo reconozco, me fascina el surco trazado en la hierba. Alguien camino sobre ella y dejó dibujada su trayectoria. Lo hacemos todos, vivir y dejar un rastro. Pero los de algunos se borran rápido porque las pisadas no son profundas. Esta quedará para siempre en la imagen. paisaje sin figuras humanas, despúes del paso de una persona.

241.- Valle del Río Camuño (Salas - Asturias)



241.1.- Valle del Río Camuño (Salas - Asturias).

El valle del Río Camuño no es más que una vaguada angosta y empinada, pero por su línea más baja discurre un río, oculto entre el arbolado, presuroso por mezclarse con el Nonaya, que espera al pie de la cuesta. El río juega al escondite con nosotros. Ni siquiera vemos un cordón de arbolado que marque su huella vegetal. De hecho, podríamos jugar con esta imagen a adivinar por donde discurre el cauce como si fuera una variante de "¿Dónde está Wally?". Pero es que tampoco estoy seguro de que este a la vista, aunque camuflado. Si no tuviera más opción que apostar lo haría a la mancha de bosque de frondosas que ocupa la mitad inferior de la ladera derecha. Las matas de laurel situadas en primer término nos quitan visión y ayudan a fomentar el misterio. Pero el río está ahí. Miro el mapa para comprobarlo y veo que una vez más he perdido. El Camuño traza un meandro de casi 90º para redirigir su avance, primero cruzando ante mi de derecha a izquierda, al pie del desnivel que hay justo delante de los laureles, y después por el fondo de la ladera cubierta de pinos.



241.2.- Cauce del Río Camuño (Salas - Asturias).

Al igual que me ocurre con otros tipos de fotos captadas en mis viajes, por ejemplo las de arboledas vistas desde su interior, poco a poco voy sabiendo apreciar estas en que se muestras los ríos de poca entidad vistos a corta distancia. Ante la falta de referencias que hagan del todo comprensible la imagen uno puede recrearse en los detalles, en los titubeos de la corriente, que recorre en algún punto el cauce a lo ancho y no a lo largo, en la playa de guijarros, en las raíces de los árboles que se descalzan antes de mojar sus pies en el agua, en el reflejo del cielo en el lecho, que parece una mariposa plegando sus alas, capturada en un solo fotograma de su secuencia de vuelo. Asturias tiene parecida capacidad para ubicar paneras en el paisaje como para situar río, arroyos y regatos en los mapas. Sobre este punto sobrevuela ahora el viaducto de la A-63, sin que probablemente se haya vulnerado en lo más mínimo la intimidad que en aquel entonces, cuando viaje a Salas, procuraba el arbolado al río.



341.3.- Cauce del río Camuño (Salas - Asturias).

Pegado a la pared discurre el río, que se remansa e incluso forma una playa de guijarros gracias a una minúscula presa de piedra, seguramente construida para crear una zona de calma en la corriente y permitir la pesca. Era algo habitual en los ríos del norte, mañas rudimentarias para incrementar la posibilidad de las capturas. Los dos árboles de la ribera se estiran buscando la lejanía del barranco, supongo que huyendo de la zona de sombra creada por la pared. Y en esas estamos todos, en alcanzar la luz, en olvidar lo que nos oscurece, en aplicar un control de daños a nuestros errores, en sobrevivir a lo que parecía un sentimiento. Porque todo es y nada es lo que parece, y si la vida una y otra vez se escinde en realidad y apariencia para volver a fundirse, solo la certeza rompe ese ciclo. Te quise. Y supe, o solo creí, que tú también a mí. Ahora la certeza del desamor me aleja del barranco en un gesto forzado que me desgaja por dentro.

martes, 20 de diciembre de 2011

240.- Paneras en el Concejo de Salas (Asturias)



240.1.- Panera de La Calzada (Salas - Asturias).

¿Qué cuando voy a Asturias da la impresión que lo hago para realizar un inventario de hórreos y paneras? Pues no podría objetar nada. Esa impresión da y la media docena de capturas por lo menos cae en cada viaje. Tampoco hay queja. Me gustan. No hay dos iguales. Encontrarlos no es difícil y generalmente siempre hay un buen encuadre a disposición del fotógrafo. A veces hay más de uno donde los buscas y la dificultad reside en saber cual de ellos es el que se ve amenazado por la construcción de la infraestructura. Si juntas en Asturias más de dos casas para formar una aldea o un barrio ten por seguro que habrá alguno de estos elementos en la agrupación de construcciones. Incluso si son modernas es probable que en un jardín veas un falso hórreo como ornamento. Y ninguna queja. Mucho mejores que los enanos de jardín. Aunque con ese verde perenne pintando los suelos los enanos sean mucho más lucidos. La panera de la imagen es una de las dos existentes en La Calzada, una pequeña agrupación de casas situada junto a la carretera N-634, de espaldas a la montaña que cierra por el norte el valle del río Nonaya. Hablar de enanos me ha hecho darme cuenta que la galería con barandilla que da la vuelta a la panera no es apta para gente de estatura normal. Ni siquiera encorvados parece que podrían deambular por ella. Tal vez a gatas.



240.2.- Panera de La Calzada (Salas - Asturias).

Característica vivienda en el norte de España, con su panera, que delata la zona concreta en la que estamos, el pequeño huerto, con la cosecha protegida con plásticos, el pajar de madera y el caminito que desciende la ladera hasta la casa, con la doble rodada que indica que un vehículo lo recorre regularmente. Los senderos de Asturias son tema aparte. Algunos parecen improbables. ¿Quien arriesgaría a circular por ahí con su coche? por senderos más peligrosos he circulado yo, me temo. Hay dos cipreses junto a la panera, un poco fuera de lugar en estas tierras, y dos árboles moribundos junto al pajar que parecen castaños, aunque pudieran ser chopos también. Uno de ellos está casi seco del todo y el otro ha sido podado tantas veces que no es capaz de conformar una copa en condiciones para dar vida a la materia vegetal. Hay pinos junto a la carretera que da acceso al camino, un bosque de frondosas en la ladera izquierda y un eucaliptar al fondo. Por la arruga del fondo del valle discurre el río Camuño, que la autovía salvará con un viaducto, cuyo tablero dará sombra a la panera. No es la luz del sol lo que sobra, pero ese no será el principal problema de los que habitan la casa. El de los coches al pasar y hacer vibrar la estructura será un ruido al que deban acostumbrarse, lo mismo que quienes viven junto a una playa han de hacerse al rumor de las olas al batir sobre la arena.



240.3.- Panera de La Rabera (Salas - Asturias).

Algo más rústica, pero quizá por eso mismo más auténtica, la panera de La Rabera se sitúa cerca de una de las zonas que se empleo como vertedero de tierras para los excedentes de la obra. En ausencia de vertederos auténticos, en las obras que se acometen en las provincias del norte se suelen aprovechar vaguadas, que se tupen de tierra y se revegetan. Se buscan emplazamientos no valiosos desde el punto de vista botánico y vaguadas por las que no discurras arroyos. Si suena mal es porque es sin duda una salvajada, pero en el norte las heridas del paisaje cierran rápido, y la orografía accidentada a menudo oculta incluso las cicatrices a los ojos de los curiosos.

La base de la panera es de piedra, de tamaño desigual, lo que a mi juicio le confiere más carácter y belleza. Solo tiene pegollos, como se denomina  a las columnas que sustentan de la estructura, en los laterales, lo que le da un aire de inestabilidad a la construcción, a la que contribuyen la sensación de estar arqueada, aunque tal vez sea un efecto óptico, y la ubicación en una cuesta. El camino de la izquierda tiene yerba en la calzada, señal de que tal vez se acabe a los pocos metros. El tractor de la derecha me ha recordado aquella vez, también en Asturias, en que se me acabó de repente el camino que me conducía a un riachuelo, y al final me tuvieron que rescatar con uno mucho más pequeño, manejado por una señora que vino muy amable y rauda en mi rescate.

domingo, 18 de diciembre de 2011

239.- Valle del Reguero Puerco (Salas - Asturias).



239.1.- Horreo de Figares (Salas - Asturias).

El hórreo de Figares, que puede verse en la imagen tras la parcela de manzanos, iba a quedar, debe estar a estas horas de la noche, bajo un viaducto de la A-63, a su sombra. Es alto más habitual de lo que pueda parecer. En el norte las autovías y líneas de alta velocidad, sobre todo estas últimas que requieren de trazas son apenas desnivel, avanzan por el territorio a fuerza de viaductos conectados por túneles. El que cruza el valle recibió el nombre de Viaducto del Reguero Puerco. Tiene 162 metros de longitud y me lo imagino sobrevolando el territorio como un gigante totalmente ajeno a lo que pisan sus pies. Para eso está en realidad la gente de medio ambiente, para evitar que pisen lo menos posible a elementos del territorio con valor natural o cultural. Y si no hay más remedio que lo hagan tratar de aplicar paños calientes. En este caso, bastará con jalonar el elemento de patrimonio etnográfico para que durante las obras el personal sepa que lo que se ha acotado es territorio prohibido.



239.2.- Valle del Reguero Puerco (Salas - Asturias).

A la sombra imaginaria del futuro viaducto, en realidad actual, porque puedo verlo en las imágenes de satélite de Google Maps, busqué el punto exacto de intersección del Reguero Puerco. En realidad si la carretera sobrevuela el curso fluvial no se produce daño, salvo que el cauce se ancho y haya que construir un pilar del puente en su lecho. Es algo que lógicamente se evita. En este caso el arroyo es tan solo un pliegue del terreno que evacua las aguas de escorrentía tras los aguaceros. Sin embargo, en Asturias todos los cursos fluviales se delatan por su vegetación de ribera, siempre de mayor entidad que la que cabría esperar por la importancia del cauce (el que nos ocupa siquiera está dibujado en los mapas a escala 1:25.000). La del Reguero Puerco tal vez no impresione, está compuesta por algunas zarzas y pues aislados de arbolado, pero para si la quisieran muchos ríos pequeños de Castilla. Vale, estoy exagerando. El valle forma una V cuyo vértice inferior ocupa el reguero, con pastizales aterrazados en la ladera contraria y una gran mancha de bosque en aquella por la que discurro en la imagen. Hay vacas y caballos pastando y al fondo del valle puede verse la localidad de Arrojo, otra minúscula agrupación de casas sin apenas actividad. Llegará el día en que todo asturiano de aldea sin excepción pueda asomarse a la ventana de su caso y disfrutar de la hermosa vista de un viaducto de hormigón armado. En todo caso no será por los importantes esfuerzos que se están realizando para conseguirlo.


sábado, 17 de diciembre de 2011

238.- Aldea de Espinedo (Salas - Asturias)



238.1.- Aldea de Espinedo (Salas - Asturias).

Espinedo es una aldea del concejo de Salas, compuesta por media docena de construcciones y que, ya es mala, está dividida por la Carretera N-634, la que ahora suple la Autovía A-63. En realidad la calzada únicamente segrega la ermita de San Ramón del resto de edificaciones. Pequeña iglesia que no se donde conseguirá los feligreses, pero que luce campanario con campana en la pequeña espadaña coronada con una cruz de Malta. También es cierto que se trata de una iglesia pequeña, tal vez más orientada a la devoción hacia un santo local que a los oficios religiosos. Asturias es, como Galicia, un laberinto de poblaciones, minúsculas aldeas agrupadas en municipios, de límites difusos y donde los nombres de los parajes y los lugares se repiten para aumentar la desorientación del visitante. Hay varios Espinedos más en el Principado. El edificio principal tiene un soportal con columnas de fustes lisos. Reconozco que me impresiona. Parece abandonado. Ningún coche en el entorno, indicio que lo corrobora. Pasear por su entorno es complicado porque la carretera N-634 tiene un tráfico ligero pero constante, pasan coches cada pocos minutos y no hay espacio entre la calzada y los edificios.



238.2.- Panera de Espinedo (Salas - Asturias).

La última construcción, algo retranqueada respecto del resto, con la fachada algo retrasada e imposible de ver por tanto en la imagen anterior, portaba una panera sobre su techo, de madera, sostenida sobre 8 pegollos. Entre la panera y el techo del edificio había ropa tendida, descartando el abandono de la minúscula aldea. Durante las obras la autovía pasaría cerca. Como medida preventiva se contemplaba el jalonamiento del bien de patrimonio etnológico para evitar el acercamiento de la maquinaria, aunque se hace difícil entender con que fin. Solo embistiendo el edificio inferior se podía dañar la panera. Pero escrito en un informe queda mejor que bien.



238.3.- Cauce del Río Nonaya a la altura de Espinedo (Salas - Asturias).

A medida que avanza el día las nubes van levantándose y deja de llover. Solo en las cumbres de los altos que cierran el valle quedan nubes a la altura del arbolado. El río presenta una vegetación de ribera que casi parece exceder por su densidad e importancia a la categoría del río. Solo se ha respetado la vegetación de ribera a la hora de crear el prado, que aparece perfecto en la imagen, impoluto, una manta verde uniforme, sin una sola mala hierba o atisbo de matorral. Esto solo ocurre en Asturias. En la ladera contraria el castañar parece dibujar una cúpula al pie de la pendiente. Hay más desorden en el bosque del que suele verse por estas tierras, zonas pardas de matorral, tal vez ericoideas, que rompen su uniformidad. En la cúpula tres ejemplares se alzan de puntillas para escapar del dosel del bosque, como nadadores que ganan la superficie del agua y al fin pueden respirar. Parecen pinos aunque la distancia no me permite asegurarlo. Tienen copas diminutas. Todas las hojas de un árbol ensombrecidas por los árboles próximos son carga inutil.

237.- Bosque cantábrico en el valle del Nonaya (Asturias)



237.1.- Bosque cantábrico en el valle del Nonaya (Asturias).

Es una imagen que se repite en el blog, lo se, la ladera que cierra un valle en Asturias en una atmósfera brumosa que solo es lluvia en una atmósfera saturada. El aire está cargado hasta donde puede de agua y se formas nieblas. Es como si el bosque sudara con el frío. Sobre su vertical se pueden ver hilachos de nubes que son solo condensación de humedad entre la lluvia. Aquellas paredes verticales eran dignas de verse. Con una fotografía es difícil explicarse. Para alguien del centro de la Península tanta exuberancia, tal descontrol en la naturaleza, tanto poderío, parece derroche, vértigo. Estas laderas siempre parecen tener despeinadas porque los eucaliptos se recortan sobre la silueta de la montaña, arriba, con sus copas desiguales. El valle del Nonaya es territorio de castaños, mejor adaptados incluso que los robles al clima que impera en la zona. Es noviembre y el arbolado aun conserva la hoja. La perderá pronto y el verde dará paso al pardo, en espera de los blancos y los amarillos de la próxima primavera.



237.2.- Corredor geográfico de la A-63 (Cornellana - Asturias).

En el tramo que tenía que visitar la autopista iba a discurrir por el valle, sobre la actual carretera, saltando de una ladera a otra para encontrar los apoyos a los viaductos. En el norte las autovías modernas apenas pisan el suelo, levitan sobre todo lo demás o bucean por las montañas. Siempre habrá árboles que sacrificar, pero donde sobran una mínima pérdida está justificada. Sería imposible encontrar una traza que los evitara. En este caso será la cortina de árboles del centro de la imagen la que deba ser eliminada.

viernes, 16 de diciembre de 2011

236.- Río Nonaya a su paso por Cornellana (Asturias).



236.1.- Río Nonaya a su paso por Cornellana (Asturias).

El río Nonaya, al que las enciclopedias de Internet califican como un cauce corto, nace en la sierra de Bodenaya, en el Concejo de salas, y desemboca en el río Narcea poco después de superar Cornellana. Así pues, estamos cerca del desenlace de su historia. Es un río corto y de no mucha entidad. Y el trayecto vital del río fue justo el que tuve que recorrer en aquel viaje, pero en sentido opuesto: Autovía A-63, tramo Cornellana-Salas. Siempre a contracorriente, remontando el río, con el empuje del tiempo en mi contra. De Cornellana recuerdo sus carajitos, unos dulces de avellana, el equivalente al mazapán, pero utilizando en vez de almendra este otro fruto. También recuerdo un monasterio del que apenas quedaba algo más que los muros de las fachadas. Y, como no, las laderas empinadas de las sierras, cubiertas de arbolado. La lujuria del bosque que en Asturias es literalmente una fiebre. Castaños, robles y, he de suponer, avellanos, cubriendo los taludes que encajonaban el río. Una pendiente casi vertical en la que los árboles se montaban unos sobre otros. De la lluvia no me acordaba. Ni siquiera lo he recordado al mirar las fotos. Pero es que la lluvia es otra de las formas de ser de aquella tierra, casi un estado de ánimo endémico. Momento: 1 de noviembre de 2011.



236.2.- Puente de madera sobre el Río Nonaya a su paso por Cornellana (Asturias).

Un puente de madera parece el inicio de una aventura. ¿Llegué a cruzarlo? No lo recuerdo. Conociéndome diría que no. Solo lo haría si estuviera justificado el riesgo para alcanzar un objetivo. Ah, los prejuicios... Viendo la secuencia de fotos está claro que si lo hice. Me van llegando datos de la memoria. Quería acceder a un prado situado al otro lado, al que no se podía llegar de ningún otro modo. Un prado encharcado a la ribera del río. Sobre el mismo puente, en el que imagino que me costaría encontrar un punto donde lograr una postura en equilibrio, hice dos fotos. Siempre son dos por lo menos, una para cada sentido de la corriente. El sistema de drenaje del territorio es uno de sus rasgos ambientales principales, uno de los elementos que es ineludible documentar en cualquier informe. Hay una losa de cemento bajo las tablas, medio derruida, al igual que el tablero de listones de madera. No tiene sentido invertir esfuerzos en arreglar un puente que no lleva a ninguna parte, supongo, y este aspecto de abandono, de resignación a la acción abrasiva del tiempo parece cuadrar con un día en Asturias cuando la lluvia de noviembre anuncia que el invierno por llegar será largo y frío.



236.3.- Río Nonaya a su paso por Cornellana (Asturias).

La lluvia no traspasa el dosel de los árboles. Curiosamente es el río el lugar más seco. Las hojas de los fresnos se estiran como manos con infinidad de dedos para tocar el agua quieta, tal vez para borrar el reflejo del cielo o sus propias siluetas. Hay hiedras trepando por los troncos y un resplandor verde por toda la imagen que solo rompe el rojo de los guijarros en el fondo del lecho. No se lo que es, tal vez algas que manchen las piedras del río, pero se agradecen las migajas de otros colores. Cuando una sensación amenaza con tiranizarlo todo se agradecen los contrapuntos, los momentos de ruptura. Una ligera brecha en el techo del bosque que permite atistar el cielo brumoso, las manchas sobre las cuarcitas en el otro extremo, al fondo del río, y entre medias el monólogo del verde con mil voces, que tiñe hasta las aguas quietas con su reflejo.



236.4.- Río Nonaya a su paso por el Barrio Llenina (Cornellana - Asturias).

Tal vez no parezca una forma demasiado gloriosa para morir siendo río, en el callejón de atrás de un pueblo, como un riachuelo formado por un aguacero, entre muros de edificaciones, con matas de hierbas creciendo en mitad del lecho, pero un poco más adelante vuelve la promesa del arbolado. Un poco más allá de los fresnos comenzará la última curva, el último meandro antes de cambiar de nombre a las aguas. El Narcea no necesita guarecerse entre su vegetación riparia ni discurrir entre callejones. De criadero de ranas a curso truchero y salmonícola, porque hay una vida mejor tras el último recodo. O tal vez la nada. No se a que Dios le rezan los ríos pero seguro que sus plegarias son de las más hermosas. La que oigo mientras tengo los pies en mitad del cauce habla de montañas, de lluvia, de bosques, de toboganes. Ni una palabra de caminar entre las olas.