jueves, 25 de octubre de 2012

333.- Etapa 17 del CN del Guadiana. Collado de la Maribarba (Helechosa de los Montes)



333.1.- Etapa 17 del CN del Guadiana. Collado de la Maribarba (Helechosa de los Montes).

Recuerdo que fue aquí donde nos comimos los bocadillos que nos habían preparado en el hotel. Eran cerca de las tres y media de la tarde y habíamos realizado la etapa 18. Lo hicimos junto a esta cabaña de paja polvorienta, que más parecía una choza del poblado de una tribu africana. Lejos de la civilización, al menos medida la distancia en tiempo, solo teníamos la alternativa de comer lo que lleváramos con nosotros. Quizá no fue el mejor sitio, el aspecto descuidado del lugar no invitaba a comer. Olía claramente a polvo desde el todo terreno, del que no bajamos siquiera para acabar la comida. Hasta los pinos que le daban sombra, aunque frondosos, tenían un aspecto poco saludable, con algunas ramas bajas exageradamente alargadas, como individuos cheposos o deformes. Cuando dimos cuenta de los bocadillos de bacon hicimos una bola el papel albal en que estaban envueltos y reanudamos la marcha. Nos quedaba toda la etapa 17 prácticamente entera. Miré a mi acompañante y tuve la sensación de que de haber podido me hubiera pedido la vuelta a casa en ese momento.



333.2.- Etapa 17 del CN del Guadiana. Collado de la Maribarba (Helechosa de los Montes).

A estas alturas ya deberías saber distinguir entre los pinos piñoneros (a la derecha del camino y en las masas de las laderas del fondo) y los pinos resineros (a la izquierda del sendero). Pero no podría culparos sin no fuera así. Yo dudo a menudo y casi se puede decir que la materia prima con la que trabaja un ingeniero de montes son los pinos. Esta imagen explica bien mi estilo como fotógrafo. En mi inmensa torpeza como tal solo domino el encuadre. La luz es una variable fuera de mi control. El camino como eje de fuga, perfectamente paralelo a la dirección de la mirada. No demasiado cielo, que si es excesivo parece aplastar  la tierra al tiempo que da la sensación de que la imagen, demasiado liviana, saldrá volando en cualquier momento como una hoja caída arrastrada por el viento. El árbol más alto integro en la imagen, marcando el límite superior para todo lo demás. Los elementos de los extremos integrados en su totalidad, sin que los márgenes los corten y eliminen parte alguna. Si no es posible se reorganiza el encuadre. En un primer vistazo da la sensación de que el pino piñonero en el extremo de la derecha incumple la regla, pero es porque otro pino en segundo término da continuidad al verde de su copa dando la sensación de que ésta está cortada por el encuadre. Si se sitúan bien los límites todo adquirirá sentido por si solo. La naturaleza tiene sus propias reglas, inclusa la organizada por el hombre, como es un pinar de repoblación. Ese tono rosado, apenas un rumor, de la tierra en la calzada del camino rima con el verde claro del arbolado. Los piñoneros salen indemnes al mezclarse con sus sombras mientras que los resineros parecen enredarse en ellas y desdibujarse en la imagen. Es la luz que obra por cuenta propia, sin que yo sepa como aprovechar sus caprichos y sus manías. Es solo una camino que asciende hasta un collado, pero parece narrar una historia. Todos los senderos tienen su propia prosa y nos cuentan una historia que nos explica como llegamos hasta donde estamos.



333.3.- Etapa 17 del CN del Guadiana. Collado de la Maribarba (Helechosa de los Montes).

Subir un collado para acto seguido bajarlo, esa es la lógica del camino. Los obstáculos que se superan son la trama de la historia. Ni de donde partimos, que es un lugar que abandonamos de forma voluntaria, ni a donde vamos, que es lo desconocido, son elementos claves. El cielo es azul cobalto en el margen superior y se va tornando blanquecino a medida que se desciende en la imagen. Algo contiene el aire que pesa más que el resto y tiende a acumularse en el fondo. Algo blanquecino. Es el juego de la luz que tal vez haga que alguna nube se transparente hasta hacer parecer que no existe, o sea el contrate con el verde de los pinos. El árbol de la derecha se asoma solo a la imagen pero rinde la sombra completa de su copa, compensando así el desequilibrio de aparecer de forma incompleta. Esa sombra pesa y suple la materia que falta. La luz penetra en la fronda por la derecha e ilumina el rostro de los árboles a la siniestra del sendero, que parecen menos densos, más livianos, que los del otro margen. La luz marca diferencias entre lo que a priori es lo mismo y crea para mi, sin mi ayuda, un texto que solo puede ser recitado en silencio.



333.4.- Etapa 17 del CN del Guadiana. Refugio forestal en el Collado de la Maribarba (Helechosa de los Montes).

Viendo el interior del refugio forestal casi parece la choza de Robinson Crusoe. No imagino quien pudiera querer usarlo. En los meses secos el polvo impregna el aire y en los lluviosos nada impide al agua escurrir por el piso. Aunque lo que parece ser una solera de hormigón evitaría al menos que se embarrase. Llegar hasta aquí caminando se me antoja complicado, no tanto por la dificultad como la voluntad de hacerlo, aunque ese sea el espíritu ciertamente del Camino Natural. Y si el acceso es en vehículo mucho más acogedor resultaría este casi con completa seguridad que la casamata de techo de paja. Además, esa cubierta de lona incompleta, rasgada y abombada, me ofrece escasas garantías de ser suficiente protección contra un aguacero fuerte. La choza ciertamente me resulta un misterio porque, a pesar de su aire descuidado, algo me dice que no ha sido improvisada hace mucho. Cuando la vi no se por qué pensé en una aduana entre países del tercer mundo, como a veces se ven en las películas y nos quieren indicar que a donde se dirigen los personajes está más allá de los confines de la civilización. Extremadura, como otras muchas provincias españolas en algunos puntos los está, doy fe después de 10 años de recorrer la Península y las islas.

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