domingo, 12 de diciembre de 2010

80.- Entorno de Cardeñosa (Ávila).



80.- Entorno de Cardeñosa (Ávila).

Un rebaño de toros bravos pastando. La hierba entre las piedras. Los berruecos y la roca aflorando del suelo. Las encinas achaparradas, probablemente producto de renuevos de raices. Los lienzos de granito para delimitar las parcelas. Hasta las nubes con las panzad grises. Todo sugiere la Sierra de Guadarrama, la parte baja de su ladera. En este caso en la ladera norte. Al sur Madrid, con paisajes que no difieren mucho de este. Podría ser Torrelodones, Galapalar, Collado Villalba. Seguramente tras subie el escalón que supone atravesar la sierra, este paraje se sitúe a mayor cota que su equivalente madrileño. Me he subido a una pequeña loma rocosa donde hay plantado un crucero. Esta mañana voy a la caza de cruces, como si estuviera en Galicia. El día está cargado de humedad. La lluvia me hará perder más de media hora, que habré de pasar dentro del coche meditando. justo lo que todo el mundo dice que no haga. Los toros no pareces tener interés en mi. Están a lo suyo. A vivir a cuerpo de rey. La tauromaquia es el pretexto para que la especie más privilegiada de nuestra fauna sobreviva. Por qué, ¿qué otra productividad puede obtenerse de estos lugares? ¿Introducimos la agricultura? ¿Hasta que profundidad llegarían los rejones de los tractores en unos suelos en los que la roca madre aflora la superficie para besar el cielo? Este es el paisaje de mi niñez. Cuando decía a mis padres que quería ir al campo, y si me hacían caso claro, me llevaban a sitios como éste. Al territorio de la encina y de la jara, un poco más abajo del país de los reboyos. Ahora recuerdo que cazaba mariposas con una red en forma de cono al extremo de un palo. Mariposas y libélulas. Los caballitos del diablo eran demasiado escurridizos. Solo me faltan los rodales de pino piñonero. Le pidía a mi padre permiso para ir a buscar piñones y me daba la parte baja del envoltorio de celofan de su cajetilla de cigarrillos. Luego nos los comíamos después de partirlos a pedradas. Un arte en si mismo, porque hay que buscar el yunque idóneo y aplicar la fuerza de impacto precisa. La fuerza justa para partir sin espachurrar y poder extraer lo que hay dentro intacto. Exactamente lo mismo que ha de hacerse con las personas.

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