jueves, 28 de julio de 2011
165.- Páramo al pie de la Sierra do Canizo (La Carballeda - Orense)
165.1.- Páramo al pie de la Sierra do Canizo (La Carballeda - Orense).
Me tocaba buscar un área auxiliar de obra en una zona de páramo de difícil acceso. Dejé el coche en un paso superior de la N-525 sobre la A-52 y tomé el camino de servicio de la autovía. A unos 500 metros había una senda que partía en perpendicular y que se suponía que conducía hasta el sitio buscada. Una zona auxiliar es el emplazamiento donde las obras centralizan todas sus infraestructuras provisionales: parque de maquinaria, poblado para los trabajadores, talleres de ferralla, fabricación de hormigones, parque de materiales, etc. Todas las instalaciones que requiere una obra se intenta que se sitúen en un mismo sitio, sobre un terreno que se impermeabiliza para evitar la contaminación del suelo e hidrología por derrames accidentales. Esa es la teoría, la práctica es que las constructoras tienden a hacer lo que les da la gana si no se las controla. Como hacemos todos más o menos, supongo.
Tras recorrer el trecho de vía de servicio, algo asfixiado por el calor, llegué a la senda. Había un coche aparcado en su inicio. Invadida por la hierba y el matorral era impracticable para vehículos. Al menos turismos. Arriba de la ladera alguien caminaba en mi dirección. Iba provisto de un chaleco reflectante y llevaba en la mano lo que parecían ser planos. "Creo que hemos venido a lo mismo", le dije sonriendo. "No, tu vienes y yo vuelvo", me contesto rematando la frase con una carcajada. Cuando le alcance nos saludamos. "Vengo a ver la zona auxiliar". "Pues te explico". Y lo hizo. Tenía que abandonar la trocha arriba de la ladera y seguir una línea de alta tensión hasta los restos de una valla de piedra. Una de esas que separan fincas y parcelas de terreno entre sí en zonas allí donde aflora y abunda el granito. Todo lo que quedaba ante ella era el emplazamiento buscado. "También puedes ver la embocadura de salida del túnel". Lo cierto es que ese objetivo no lo tenía en mi lista. Le di largas, traté de justificar mi desinterés de una forma poco convincente. "Es que me interesan solo detalles ambientales de la obra". "Lo entiendo, pero casi por el mismo precio tienes dos objetivos". Estos encuentros con homólogos, vamos a llamarlo así, no son frecuentes, pero a fuerza de haber hecho muchos viajes de este tipo ya llevo unos cuantos. Los hay que hasta ocultan los planos para que no les sises información. Otros mantienen la cabeza sobre los hombros, como el de aquel día, por ejemplo, y entienden que el encuentro con un igual en mitad de ningún sitio vale su precio en oro. Con uno compartí hasta mesa y mantel durante la comida en el sitio más apartado de todos: Teruel.
Abandoné a mi fugaz amistad y seguí con el trabajo. Alcance el lugar a fotografiar y me decidí por encontrar ese punto donde se situaba la entrada a un túnel. Me remordía la conciencia no esforzarme si era una empresa factible. Estaba del otro lado de la vía del tren convencional. Tuve que atravesar una zona de densísimo matorral para alcanzar la plataforma ferroviaria. Una sola vía. Por allí circulan pocos trenes, eso está claro. Al otro lado de la vía el mismo calvario. Al final llegué a mi destino y obtuve esta imagen. Hay algunos pinos silvestres en la distancia, pero el suelo aparece casi desnudo de vegetación, con algo de matorral rastrero disperso. Brezos en su mayor parte. Por ahí surgirá la Línea de Alta Velocidad, después de atravesar un falso túnel. Por tal se entiende el que se crea después de cavar una trinchera, que luego se tapa una vez construida la estructura de hormigón armado que conformará el túnel propiamente dicho.
165.2.- Primeras estribaciones de la Sierra do Canizo (La Carballeda - Orense).
Cruzar la línea de tren me obligo a atravesar dos fajas de denso matorral donde algo me ocurrió que me llamó la atención. Algo nuevo para mí. Una sensación que no había experimentado aun. La relaté en el blog de @GirlFLebanon, tutera a la que os recomiendo, al igual que su blog.
Escucha esta. Quería contársela a alguien, y quien mejor que tú, donde mejor que en tu blog. Y esta historia es pertinente con el post, lo prometo. Sensaciones sonoras. Va de eso. Fue el otro día, en La Carballeda, en Orense, en mi viaje de trabajo. Debo caminar una cierta distancia por un paraje deshabitado y para llegar a mi objetivo tengo que atravesar una zona de matorral. Alto, más de metro y medio de talla media sin duda. Denso. A veces agobiante. Gracias a Dios apenas hay especies punzantes. Algún tojo aquí y allá, pero son fáciles de identificar, a pesar de que ya perdieron su flor de color amarillo limón. El resto son helechos, que me indican las rutas por las que puedo avanzar más rápido. Brezos de flores con colores ferresos, como si sus diminutos ramas estuvieran fueran de metal y estuvieran ramillos florales se hubieran oxidado. Y retamas. No se que variedad. Hay bastantes especies. Pero no importa. Son altas. Las puntas de las ramas llegan a la altura de mi cabeza, de mi rostro, e incluso la superan. Es importante este dato porque cuanto atravieso las zonas del matorral donde abundan las retamas escucho algo insóliito. Son decenas de pequeños crujidos cada segundo. No sabría describirlo. Quizás como el ruido que haría una pipa de melón seca si estuviera vacía y la aplastaras con la yema del dedo. Un cri bajito pero perfectamente audible. En lo primero que pienso es en insectos. Tengo grabada en la memoria la narración de un profesor universitario, en la que nos explicaba como en los eucaliptares infestados por Phoracantha semipunctata, un escarabajo que cuando es oruga se come vivo al árbol, podía oirse perfectamente el ruido de la plaga machacando el bosque. Es algo así, pero con crujidos más diminutos, menos terroríficos, casi amistosos. Me acerco a las retamas a ver si identifico a los causantes de ese casi silencio atronador y no veo nada. Pero me fijo en que las retamas echaron fruto hace tiempo. Unas pequeñas legumbres ya maduras, precísamente del tamaño de una pipa de melón, y que muchas de ellas muestran hendiduras por las que la planta ha soltado la semilla. Sigo avanzando hasta una línea de tren que debo atravesar. Lo hago en del otro lado de vía hay más matorral. Allí también escucho los crujidos. Es a la vuelta cuando lanzo la tesis que más me convence: se trata del ruido de las legumbres al quebrarse, de las vainas al abrirse. Si, estoy casi convencido. Ruido que propala la vida, ya que al producirse la simiente cae al suelo. Lejos ya de preocuparme comienzo a apareciarlo. Nunca había escuchado nada así. Constamente la vida te sorprende. Tan difícil explicarlo. El mundo está hecho para que lo procesen los sentidos y el sentimiento nos lo explique. El olor de las cosas, su textura. Incluso su sonido. La voz de las retamas. Quien sabe si el de las hadas que pueblan aquellos parajes remotos. Yo también remonto. Algo nuevo. Algo que no sabía. Un regalo.
165.3.- Línea de FF.CC. convencional Benavente-Vigo (La Carballeda - Orense).
Siento debilidad por las imágenes de caminos, carreteras y vías de ferrocarril. Más aun por las trochas y vías pecuarias. Me inhibo mucho de mostrarlas en el blog porque se que no son un tema muy espectacular. Pero de este viaje ya he incluido imágenes de la A-52, aunque contextualizadas con el paisaje. Así que me voy a permitir mostrar una imagen también de la vía de ferrocarril. En realidad una más, ya que la incluí como actor secundario en el post dedicado a la Estación de Lubián, que me deparó un punto de observación privilegiado. Una sola vía es indicativo de la imposibilidad de cruce de convoy que avanzan en sentidos contrarios. Lo que a su vez sugiere que se trata de una ruta poco transitada. Hay formas mejores, menos costosas en tiempo de acceder a Galicia desde la Meseta, y el territorio atravesado está escasamente poblado. Sanabria dormita y La Carballeda está próxima a echarse la siesta. Ni el paso del tren podrá interrumpirles el sueño.
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