miércoles, 28 de diciembre de 2011

246.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Collado de la Alcachofa (Puebla de Donb Rodrigo - Ciudad Real)



246.1.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Collado de la Alcachofa en la Sierra de la Saceruela (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

Situarse por encima de la nubes sin viajar en avión es algo poco habitual y que parece que desafía los esquemas por los que se rige la realidad cotidiana. Solo me ha ocurrido dos veces que recuerde, en Tenerife, bajando de las Cañadas del Teide, y en la Sierra de Cameros. Situarse por encima de la línea del arbolado no supone un desafío tan grande para la lógica, más bien una oportunidad, porque permite tener una visión compacta, de conjunto, del bosque, cuya representación en una imagen siempre es un desafío. O lo miras desde dentro y te conformas con el maravilloso desorden del arbolado fotografiado a quemarropa, o desde fuera, en cuyo caso es raro que puedas abarcar en su totalidad, siquiera en una porción suficiente para dar una idea de su aspecto, de su naturaleza, en su conjunto. Tras este viaje el contraste entre el verde oscuro de los pinos y el color oro viejo de los tomillos se ha vuelto un clásico. En muchas de las fotografías de aquellos parajes aparecen esas pequeñas nubes alargadas, como trazos de tiza en una pizarra azul celeste. Aquí hay dos, que casan con dos cortafuegos de la montaña que cierra el valle del Guadiana por la otra ribera. Comienzo a creer que es un mensaje en clave. Menos mal que queda registrado de forma gráfica y puedo meditar su significado sin prisas, a lo largo de los próximos años. Comprender la intención del silencio del zorro me llevo unos cuantos.



246.2.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Masa de pinar en la Sierra de la Saceruela (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).

La primera vez que la vi me impresionó el monólogo de Marlon Brando en Appocalypse Now, ese que recita mientras se afeita la cabeza. Casi todo él es un puro disparate, los desvaríos de un loco, pero casi al inicio, cuando habla de sus intenciones primitivas al llegar a la jungla, narra una anécdota repleta de acierto de lo que significa la pérdida de la inocencia. Al principio su intención en la guerra era dar un giro a los propósitos. Decide vacunar a todos los niños de una aldea contra las enfermedades endémicas de la región más virulentas. La siguiente vez que visita el pueblo hay una montaña de pequeños bracitos, como los llama en su disertación sobre las fronteras de la locura. Los norvietnamitas han decidido renunciar a cualquier bien que suponga la existencia de su enemigo, y hacérselo saber de la forma más clara, inequívoca y cruda posible. No quieren la medicina occidental, prefieren que sus hijos mueran a deber su salud al enemigo. Creo que hay gente que concibe las relaciones humanas como una guerra contienda. Y creo también que cada vez son más. Las generaciones que vienen detrás de la mía han sido educadas en la valía del orgullo, en que la satisfacción personal es el primer objetivo, que nada hay más allá de uno en lo que basar los aspectos más relevantes de la vida. Y el amor no es una excepción en este planteamiento. Es una guerra declarada en la que ha de haber necesariamente un vencedor, con derecho al disfrute del otro en los términos que imponga. Y si la guerra se pone cuesta arriba no hay sacrificio por duro que sea que les arredre, que no hagan si con él logran una ventaja estratégica, que mine la moral del adversario, porque el amor no puede ser más que una guerra en el que el frente de batalla decisivo es el psicológico. Se harán daño a si mismos si el daño al contrario compensa el propio dolor.

Yo no concibo el amor como una batalla de egos. Se me hace muy duro ver a quien quiero derrotado. Insufrible si quien le endosa esa derrota soy yo. Creo que es un punto de vista erróneo, obsoleto si alguien alguna vez lo tuvo antes que yo. Quizá por eso he sufrido tantas derrotas, con alguna victoria pírrica e intrascendente entre ellas. Soy de la opinión de que si en una relación de pareja alguno de los dos gana en el aspecto que sea ambos pierden. Detesto la victoria. Necesito odiar para desearla. Y si es odio lo que siento no hay victoria más dulce que el olvido. ¿Y todo esto por qué? Me apetecía decirlo. Entra en el post y en el blog solo con calzador, pero ahí lo dejo, como pie de foto en la imagen de la selva boscosa de la sierra de la Saceruela.




246.3.- Etapa 14 del CN del Guadiana. Collado de la Alcachofa en la Sierra de la Saceruela (Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real).


El Cerro de la Alcachofa que da nombre a esta entrada del blog es el que vemos en la imagen, un diminuto cerro que se interpone en el paisaje si se sigue por el sendero forestal. Al verlo a cierta distancia, con esos pinos de copas esféricas, me recordó las maquetas que hacía mi hermano para los proyectos de edificación cuando estaba en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Los árboles os creaba con palos de madera en cuyo extremo inferior clavaba una esfera de corcho. Podrá parecer rudimentario pero, salvo a lo que a los colores se refiere, y recordemos que las pinturas se inventaron hace mucho, el efecto óptico era idéntico al de ver un cerrito desde la distancia. Uo cubierto de pinos, pero no demasiado juntos, por que los pinos piñoneros tienden a ensanchar sus copas cuando no crecen en espesura cerrada. Es un árbol que solo adquiere su auténtico porte, su carácter, cuando se desarrolla en solitario, cuando se deshace de sus compañeros más cercanos. No se si es un rasgo antropomórfico. Me gustaría creer que son los más allegados quienes nos permiten crecer por dentro. Ese cielo tan azul tatuado de nubes extrañas, otra vez trazos de tiza, me induce a la calma. Y si no es por mi estado de ánimo entonces, aliviado por conducir  al fin un todo-terreno que me permitía avanzar rápido y con seguridad, por el de ahora, que es momento de adioses, o mérito exclusivo de lo que veo, un paisaje que parece desprovisto de personas, pero cuya huella está en todas partes. Crecer en soledad, pero no en ausencia total de los demás, avanzar por el cauce que nos abrieron quienes nos precedieron. No se, tampoco me hagáis caso, son cosas que digo por que me las sugiere la música que escucho.

Norah Jones - The Story (My Blueberry Nights OST)

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