domingo, 25 de marzo de 2012

260.- Embalse de Riaño (León)



260.1.- Embalse de Riaño (León).

El Embalse de Riaño estaba en mi ruta de acceso a Caín. León es una provincia con infinidad de embalses y lagos. Las veces que he estado al menos he pasado al lado de uno. En la ruta de acceso a Asturias por la A-66 se pasa al lado de uno bien hermoso. El color del agua tan claro es como poco singular. Y las montañas tan blancas, tan características de León, son de una belleza que emociona. En estas montañas se refugiaron los últimos godos y desde ellas se reconquisto España. Tres tonos de verde, otros tres de azul y unas gotas de blanco. La tonalidad de la imagen confiere al conjunto un aspecto de fotografía antigua. La lámina de agua está baja y muestra las encías de las orillas. Estábamos en plena sequía.



260.2.- Embalse de Riaño (León).

No me acuerdo bien, pero creo recordar que escapé de Caín casi sin despedirme. Comí en Riaño y aproveché unos minutos para tomar algunas fotos. Las vetas de verde en la lámina de agua probablemente se deban al reflejo de las nubes del cielo. Ojalá hubieras estado ahí para darme una razón para demorarme toda la tarde. Cuando vas solo a veces te puede la prisa. Compartir las cosas te ayuda a saborearlas. Y tendrías que ser tú porque no puedo evitar quererte. Y no es que trate de evitarlo, mi amor no puede causarte ningún mal que yo prevea, pero tal vez de otra manera sería todo más fácil. Hablar contigo es como caminar sobre el alambre. La emoción, la falta de equilibrio, el angosto espacio disponible para negociar el corto trecho que nos separa. Tan hermoso tenerte en mi vida, tan inquietante tratarte, tan sorprendente escuchar como zumba mi corazón, como un panal, cada vez que te me acercas. Quererte es una emoción tan diminuta comparada con el azul del agua que tengo la esperanza de que jamás llegues a descubrirlo.



260.3.- Embalse de Riaño (León).

La presa de la Remolina es la que da lugar al Embalse de Riaño al detener las aguas del Río Esla. Este río no se escapa de Castilla-León como el Cares y vierte en el Duero, a cuya cuenca pertenece. La presa tuvo una enorme controversia en su momento, porque el pantano anega a 9 localidades, entre ellas la que le da nombre. Los desalojos forzosos de viviendas dieron lugar a serios altercados, con cargas policiales de antidisturbios contra los paisanos afectados que se manifestaban en contra de la obra. El pueblo leonés debe ser muy aguerrido. Una de mis últimas escapadas a Asturias coincidió a la vuelta con una huelga de mineros que cortaron la A-66 en el tramo final antes del peaje en León. Nos tenían detenidos más de media hora cuando me decidí a averiguar que pasaba. Fui hasta la cabecera de la caravana de coches, de la que no estaba muy lejos, y vi un camión de gran tonelaje atravesado en la calzada impidiendo el avance de los vehículos. Evidentemente había sido colocado así aposta por los mineros. Llegué hasta ellos y les pregunté que ocurría. Es verdad que a veces el enfado me nubla el entendimiento, porque fui demasiado enérgico en mi protesta. Pregunté que pasaba y me respondieron que estaban en conflicto con las autoridades. Le pregunté a quien me lo había dicho si yo también formaba parte de su enemigo porque aquel corte de la vía a quien estaba perjudicando era a la gente común como yo, que me tenían parado y me quedaba mucho trecho hasta mi destino. El tipo mantuvo la calma a pesar de mi tono destemplado. A todo esto no pude dejar de reparar en que cada minero llevaba en la mano un grueso bastón de madera con el que fácilmente se podía descalabrar al más cabezón y con el cráneo más duro. Cuando nos dejaron seguir y alcanzamos el peaje estaban llegando los antidisturbios. Parecía el desembarco de Normandia. Cientos de policías pertrechados con rifles y escudos saltaban de camiones de transporte. Lo que estaba por suceder no era ninguna broma. Ahora lo siento por aquellos hijoputas porque tenían bemoles. Aquella noche no había dormido apenas y quizás eso explique tanto mi inconsciencia ante los manifestantes como el que estuviera a punto de dormirme media docena de veces en el viaje.



260.4.- Embalse de Riaño (León).

Aun no te has ido y ya te hecho tanto de menos. Fue tan hermoso conocerte, descubrir la parte de mi que conecta contigo, que existe porque tú existes. Una vez me dijiste que no se nada de tí. Siempre es tentador dar la razón a la sensatez. Nuestro encuentro no es racional, se produce en el ámbito de lo ilusorio, del deseo y no de la certeza, de lo virtual por más que sea inevitable y necesario. Quererte es un ejercicio de fe en que la ternura es posible. Perderte será la confirmación de que la madrugada le gana terreno al mediodía, pero eso es solo astronomía, el lenguaje de los astros. Tan chica que cabes en mis manos abiertas, presta a volar lejos. Tan inconmensurable que no habrá horizonte capaz de abarcar tu recuerdo. Llorar no es una solución. Celebro ahora mismo los besos que nunca nos dimos, las palabras de amor que solo nos dijimos en los primeros momentos. Perdí la costumbre de hablarte cuando ambos nos asustamos de lo que nos ocurría y decidimos desandar el camino. Si es que alguna vez lo recorrimos, porque recuerdo haberte querido desde el primer temblor, desde la primera emoción y si ahora me siento abrumado cuando te tengo delante es quizá porque me he querido explicar a mi mismo este misterio de quererte tanto. No, no es que dude de mi amor, solo que me extraña ser capaz de tanto. Mi corazón se volvió un atleta del sentimiento instantes antes de tu primer "te quiero". Ahora arrastra los pies anticipando tu ausencia. No, llorar no es la solución. La vida volverá a traerme tu alma niña, volveré a vigilar tus sueños, a habitarlos, a ser protagonista del cuento de hadas que te leerán para dormirte. Mi niña, mi amor, adiós más que una palabra triste es inexacta. Estarás conmigo, viviré contigo, existiré por tí, aunque te hayas ido.



260.5.- Embalse de Riaño (León).

Una vez dije que me gustan las mujeres que me hacen sonreir. Nadie pareció entenderlo. La ternura contra la pasión. Es un debate permanente en el que parece que llevo siempre las de perder, que en realidad he perdido infinidad de veces. Ese impulso de besar su frente, así es como me descubro enamorado de alguien. No con ganas de destrozar, de invadir, de hacer que arda todo, sino con instinto protector, entrecerrando los ojos para que llegue el sueño. Sentir el tacto en los labios. La ternura puede ser infinita, como infinita es su paciencia. La pasión es solo un suspiro que no soporta las demoras. La ternura puede ubicarse en un lugar concreto del sentimiento y de la geografía del otro, en un rasgo o de un gesto concretos hacia el que tienden las manos o los labios. La pasión en cambio se propaga en todas direcciones y lo consume todo, cualquier combustible sacia su fiebre y su sed, no atiende a nombres ni a razones, lo mismo ama que agrede, lo mismo se obsesiona que traiciona. Aunque a veces reconozco querer transgredir todos los límites, punzar hasta rasgar el lienzo de la cordura, santiguarme tras mojar mis dedos en la humedad salada de tu sexo, ser ceniza después de gozar de tí para que luego me resucites, perderme en el laberinto de tu cuerpo para vagar hasta el fin de los días en el desvarío de tu piel morena. Tus ojos grandes porque me miran, tu cuerpo pequeño que puedo abarcar como un imperio, la tibieza de tus manos sobre mis mejillas, el candor de tus labios que son promesa de confites, el contagio de los cuerpos y sus temblores. Me haces sonreir, eres mi fiebre.

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