domingo, 20 de mayo de 2012
283.- Emplazamiento del Viaducto de Zarimutz (Eskoriarza - Álava)
283.1.- Emplazamiento del Viaducto de Zarimutz (Eskoriarza - Álava).
Recuerdo vagamente haber subido aquella montaña, el valle plegado abajo en forma de uve cerrada, como un pájaro dibujado por un niño, y la ladera junto a la carretera cubierta de un repoblado de pinos. Eso fue lo que me llamó la atención, los pies recién plantados, uno o dos años antes, de Pinus radiata, impactando en el paisaje con el verde claro de sus acículas y pardo rojizo de sus ramas y guías terminales. Como pollos desplumados. No se si será por eso que a veces los llaman pimpollos. Aquella visión me trajo la calma, lo mismo que ahora la escritura. Contemplar el mundo desde arriba, desde un lugar elevado, es como describir con palabras lo que piensas para desligarse de los sentimientos. Pensé que aquello era singular y hermoso. Había ovejas en el taludes de las colinas, caseríos diseminados, muy distanciados entre si, masas de árboles de contornos irregulares en las cumbres. No estoy seguro pero creo que aquel fue el segundo trabajo de ese día. El primero tiende a acaparar el tiempo de suerte que en el segundo siempre se va apurado, con prisas, con cierta incertidumbre acerca de si se lograrán suficientes imágenes para armar un reportaje. Toda esa angustia se disipó cuando subí por la carretera hacia aquella cumbre en torno a Zarimutz. O tal vez el motivo de la preocupación fuera otro. Tal vez algo que traje conmigo en el viaje desde casa. Solo se que al mirar hacia abajo, hacia el fondo de la hondanada y hacia la ladera contraria del valle, por primera vez después de más diez horas ininterrumpidas de trabajo tuve la sensación de haber acertado, de haber llegado a donde debía, de estar en el lugar idóneo. Aun me quedaba un objetivo en la lista y el largo viaje de regreso, pero aquello era sin duda un acierto. Volver de vacío, dejar lo que traías en el lugar de destino. Abandonar donde estuviste un sentimiento erróneo, que apenas si ocupara lugar entre horizontes tan amplios, y volver con una imagen plena que colmará la memoria cuando el resto del día sea solo un recuerdo borroso como la nieve prácticamente derretida.
283.2.- Emplazamiento del Viaducto de Zarimutz (Eskoriarza - Álava).
Como en Asturias cuando hay temporal, las nubes muerden el espinazo de la montaña y dejan su rastro de nieve en las cumbres. Aguanieve que el frío no logra derretir. El pliegue de la la masa de pinos indica la existencia de dos colinas, una detrás de otra, la más cercana algo más baja. El aire es neblinoso y difumina los colores de la arboleda. Pinos esbeltos que casi parecen cedros. El cielo tiene un color indeterminado. Gris aguado de una acuarela. Es una imagen del pasado y el presente es bien distinto. Un viaducto cruza la vaguada por algún lugar de esta ladera. No sabría decir por cual, pero si que todos parecen inoportunos. Y tras sobrevolar la vaguada se zambulle en la montaña. Es una jugada habitual en el norte, más aun en el país Vasco, el que a un viaducto le siga de forma inmediata un túnel, y a éste otro viaducto en el siguiente valle. Pero no me comparezco del paisaje. Las infraestructuras a veces casan con su entorno. Tan solo es cuestión de mirar de otra forma.
283.3.- Emplazamiento del Viaducto de Zarimutz (Eskoriarza - Álava).
Algo más arriba, dos curvas de la carretera para ser exactos, la sensación de desapego aumenta. En los prados hacen acto de presencia esas extrañas ovejas del País Vasco con lana lacia y rostros oscuros. El pardo-color violáceo del matorral en la ladera de enfrente es extraño. Tal vez la nieve caída días atrás haya quemado las plantas. Ha sido un temporal tardío, en pleno marzo, cuando en años anteriores la primavera ya se había adueñado de los días. Horas de sol calurosas y noches frías. A media ladera se adivina el tramo de carretera desde donde tomé las fotos anteriores. Al menos la curva final es claramente visible. El resto es delatado por el cordón de arbolillos plantados en la margen de la carretera. Pienso en lo que debe ser ver este paisaje todas las mañanas, con las lógicas variaciones que causan las estaciones. Ver desfilar todos los días los pinos en hilera por la cuerda de la montaña sin que avancen ni un milímetro a pesar de que los años pasen. La ciudad no tiene vistas, solo sonidos, que se acrecientan cuando el calor obliga a abrir las ventanas. El monte es imagen y sobre todo silencio. La urbe ruido y ceguera. No se a que podría acomodarme mejor. Se a lo que estoy hecho por haberme expuesto a ello toda mi vida. Si vence la soledad ningún lugar es apropiado, pero en el silencio de la montaña al menos no existe la angustia de escuchar el sonido de la vida de los demás, sus peleas en los patios, los televisores demasiado altos, los coches en la calles, las ambulancias en las primeras señales de peligro. Se que divago, que lo hago ahora y que entonces no lo hice. Viajar vacía la mente no la llena. Las experiencias se sopesan y analizan solo cuando estás de vuelta.
283.4.- Emplazamiento del Viaducto de Zarimutz (Eskoriarza - Álava).
Podría ser cualquier sitio del norte de España pero tres elementos en la imagen al menos delatan la región. El bosquete de Pinus radiata quizá sea el elemento más difícil de identificar. la construcción de la izquierda es claramente un caserío, con la fachada con varias ventanas de tamaños desiguales y situadas sin simetría en el paramento. Para apuntalar la propuesta las ovejas latxas, características de la zona.
283.5.- Emplazamiento del Viaducto de Zarimutz (Eskoriarza - Álava).
Al bajar la montaña, camino de mi último destino, no pude reprimir el impulso de parar un momento para fotografiar la pendiente repoblada desde cerca, desde la curva que la bordeaba por abajo. Cada planta es un esfuerzo individual de una persona. La porta por el talud, cava un hoyo, deposita el plantón en él, lo rellena con tierra y riega, Trabajo manual porque no existe otra opción. Y aquí la carretera está cerca y puede restarse el esfuerzo del transporte. Contando las metidas se llega a la conclusión de que son plantas en cu cuarto año. Una metida es el segmento de tronco que un árbol joven crece en un año, el que media entre dos grupos de ramas. Cada año el árbol añade un segmento nuevo, elonga los de años anteriores y emite un grupo de ramas que se insertan en el mismo punto. Cuando los pinos son muy jóvenes es fácil de ver. Cuando son adultos la regla se complica hasta hacerse inviable para calcular la edad del pie. Por otro lado, a la edad calculada hay que restar la edad que ha permanecido en el vivero. Suele ser de uno o dos años, así que la repoblación se efectuó hace dos o tres.
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