sábado, 15 de septiembre de 2012

313.- Paseos peatonales. Parque del Canal (Madrid)



313.1.- Paseo peatonal principal del Parque del Canal (Madrid).

Los paseos peatonal discurren entre los distintos rectángulos del parque, por lo que la red de senderos estaría compuesta por una larga avenida que discurre de oeste a este entre los 8 pares de rectángulos, al que sumarían 4 ramales más cortos que lo cruzarían en perpendicular y con la longitud de solo dos rectángulos, cerrando la red un gran paseo que recorre todo el perímetro del parque. Son caminos de tierra sombreados por arbolado, aun joven y, por tanto, un tanto ineficiente para esta labor, y con bancos para descansar. En las especies utilizadas para las plantaciones lineales no hay grandes sorpresas: Tilos (Tilia platyphillos), moreras (Morus alba) y aligustre (Ligustrum ovalifolium). La primera es la utilizada en la práctica totalidad del paseo principal, cuyo último tramo ha sido plantado con moreras. Es de agradecer que se hayan colocado señales identificativas de las distintas especies, también con los arbustos. Aprender botánica no es fácil y este tipo de iniciativas ayudan mucho. El paseo principal es largo, lo que confiere a la imagen una gran profundidad de campo, potenciada por la estrechez del sendero. El tilo es una especie de crecimiento lento, pero que puede alcanzar un gran desarrollo. Más propia del norte de Europa que de los países meridionales, es poco utilizada en España. En Madrid son escasos los ejemplares. Razón de más para felicitarse por su elección en el Parque del Canal, lo que incrementa la diversidad del arbolado madrileño, a veces demasiado previsible, al menos en sus plantaciones urbanas ornamentales de aceras y plazas. Se trata de un árbol especialista en dar sombra, por lo que de aquí a unos años pasear por este sendero en verano será un delicia. Hemos de tener paciencia ya que el parque se inauguró en 2004.



313.2.- Paseo perimetral del Parque del Canal (Madrid).

En este tramo del paseo perimetral se ha optado por la plantación de aligustre (Ligustrum ovalifolium), usado también en setos vivos para la delimitación de rectángulos. El edificio situado al fondo son los juzgados de Plaza de Castilla. El Obelisco de Calatrava asomado entre los aligustres, como si acechase a los caminantes del parque. Pronto será la una, el momento de regresar a casa. Es extraño mirar la imagen por que las sombras, quizás demasiado alargadas, parecen señalar el norte y no poniente.



313.3.- Paseo peatonal principal del Parque del Canal (Madrid).

Alguien dormita en un banco a la sombra de las moreras. Quizá sueñe. Dicen que un día el ejército del rey desfilaba en palacio en el patio de armas ante el balcón real. El comandante de la guardia de palacio, que abría el desfile, miró hacia el balcón para saludar de forma marcial a su rey y presentarle armas. La distancia no era poca, porque el palacio era grande, pero se distinguían bien las figuras asomadas a la terraza regia. El monarca, la reina, los nobles de la corte, y entre el gentío agolpado una cara se destacaba claramente del resto. Quien la ha visto la ha reconocido en el acto. Era La Muerte que miraba fijamente al comandante de la guardia, a él solo de entre todos los que desfilaban sobre las baldosas de granito de cuarzo rosado. El comandante lo supo enseguida, había venido a su encuentro para llevarle. Cuando acabó la parada militar pidió audiencia con el rey. Visiblemente alterado le contó lo sucedido y le suplicó que le diera licencia para marcharse lejos, a cualquier lugar. "Aquí estáis a salvo, comandante. Jamás ha sido derrotado mi ejército ni enemigo alguno ha osado asaltar mi palacio". "Lo vi en sus ojos, majestad, viene a por mí, para llevarme. Era a mi a quien miraba. A ningún otro de los cientos que desfilaban conmigo". "¿Y a dónde iréis?". "Si su majestad me presta uno de sus caballos más veloces, si salgo ahora al amanecer podré estar cerca de Samarcanda. Allí buscaré otro caballo y pediré que el suyo le sea devuelto". "¿Huiréis siempre?". "Solo hasta que sepa que he despistado a la muerte. Os soy leal, majestad, sabéis que volveré en cuanto me sea posible. Muerto tampoco puedo serviros". "Así sea" dijo el rey, que apenado vió partir a su mejor soldado. Hizo llamar a su Ministro de Secretos, el jefe de sus espías, al que contó lo sucedido. Éste torció el gesto al escuchar el nombre Samarcanda. "¿Decís que se dirige hacia allí?". "Es un jinete capaz, ya estará bien encaminado". "He oído rumores inquientantes, majestad, tenía pensado sugeriros reforzar la guarnición en aquella ciudad". "Lo trataremos. Pero mi comandante solo estará de paso. Y el destino elegido para su primera etapa no es descabellado. Abre las puertas de las rutas hacia el mar. Y ya sabéis que dicen que la Muerte detesta el mar. Que no acude a ninguna de sus citas en mar abierto, que por eso pueden oírse a las almas en pena llamarla entre los bancos de niebla". El ministro de Secretos tenía reputación de poder averiguarlo todo, aunque fuera un acertijo, de poder encontrar a cualquiera, vivo o muerto. "Quiero que traigáis a mi presencia a La Muerte". "Dadlo por hecho, majestad". Y cuando la tarde comenzaba a ser oscura la puerta de su despacho se abrió para dar entrada a La Muerte. "En verdad que vuestro aspecto es pavoroso". "Son requisitos del oficio. No todos se dejan llevar de buena gana y es necesario imponerse. El miedo es el arma más eficaz". "Quiero hablar con vos". "No dispongo de mucho tiempo, majestad". "Seré breve. Quiero preguntaros por qué habéis venido a buscar a cierto hombre de mi aprecio". "No soy yo quien decide. Solo quien ejecuta los designios de Otro". "Es que no lo comprendo. Se trata de alguien sin tacha, de cuyas virtudes y logros podría estar hablándoos hasta que anocheciera del todo. Un hombre bondadoso en extremo y, sin embargo, valiente hasta la temeridad cuando su deber se lo exige". "Es curioso, majestad, estoy pensando en quienes he de llevarme cuando el último rayo de sol muera en el cielo y no se me ocurre nadie que siquiera se aproxime a esa descripción". "Hablo del comandante de mi guardia". Se hubiera dicho que la Muerte relajó el rostro, si es que eso era posible. "Coincido con vos en la valoración de vuestro súbdito. Debéis saber que no siempre puedo cumplir lo que se me ordena. Por eso me he sorprendido, y me he sentido aliviado además, al verlo desfilar esta mañana al frente de vuestra guardia". "¿Por qué decís eso?". "Porque mañana a mediodía tengo cita con él en Samarcanda". Y esa es la triste conclusión. Sean cuales sean tus hazañas, tus esfuerzos, tu huella en la vida, buena o mala, aunque no queramos acudir y hasta pensemos que la podremos esquivar, todos tenemos una cita con la Muerte en Samarcanda.

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