319.1.- P.K. 2+500 de la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).
Me di de bruces con la evidencia. El monte por el que discurría la carretera a reformar había sufrido un incendio reciente. No podía haber pasado mucho tiempo desde entonces. El incendio seguramente había tenido lugar el verano anterior, unos 5 ó 6 meses atrás. Los árboles calcinados seguían en pie y una regla importante es eliminar el arbolado muerto, o gravemente dañado, porque suponen un riesgo evidente de plagas y enfermedades. Muchos insectos dañinos, capaces de alimentarse de la madera viva, están presentes en el monte sano alimentándose únicamente de la madera muerta, de la leña del suelo y algún pie seco, porque el vigor de los árboles vivos les impide atacarlos. El árbol tiene sus defensas y siempre es más sencillo agredir a lo que no opone resistencia. Pero un bosque calcinado es como un repentino festín que puede hacer crecer las poblaciones de insectos dañinos de forma exponencial. Al tiempo que la población de árboles se ve drásticamente debilitada, la de insectos perjudiciales aumenta su vigor. La primera regla tras un incendio es eliminar los pies de arbolado afectados lo antes posible. Regla que se incumplió en la Comunidad Valenciana años atrás y que la puso en cabeza en cuanto a la afección por plagas y enfermedades. La opinión pública denuncia a menudo que los incendios son causados por especuladores urbanísticos y los madereros. Se decidió prohibir el cambio de uso del suelo y la tala de arbolado afectado en superficies afectadas por incendios forestales, para no beneficiar a los supuestos responsables, y el remedio fue mucho peor que la enfermedad. Está claro que, salvo casos muy puntuales, a un comerciante no le interesa depreciar el valor del producto que pretende vender. La madera quemada ve mermadas sus cualidades estéticas y mecánicas y tiene por esa razón un precio muy inferior que la madera normal. Siempre puede haber motivos para forzar la venta de la madera en pie existente en un monte mediante un incendio intencionado, pero esas razones no serán las que aplicará habitualmente un maderero medianamente responsable.
319.2.- P.K. 2+500 de la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).
En la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid se organizaba todos los años un curso de Prevención y Extinción de Incendios Forestales. Con la gente que hacía dicho curso el antiguo ICONA, posteriormente la Dirección General de Medio Ambiente, trataba de cubrir las plazas de encargados de las bases de medios aéreos que tenía, y aun tiene, distribuidas por toda España. Se hacía un examen y aquellos que aprovaban tenían posibilidad de elegir plaza según la nota obtenida. No recuerdo cuantas veces hice aquel examen. Creo que fueron 3 ó 4. Logré obtener un puesto para trabajar en verano dos veces, en los años 1995 y 1997. Los años concretos no se me olvidarán nunca, porque durante el verano del primero, mientras trabajaba en Murcia para el ICONA, murió mi padre.
319.3.- P.K. 2+500 de la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).
En el verano de 1995 obtuve plaza para la base de helicópteros situada en Caravaca de la Cruz, en Murcia, en la sierra que divide esta provincia de Albacete. La plaza de encargado de una base del ICONA era cubierta por dos personas. La idea era la de poder establecer turnos, pero en este primer trabajo mi compañero y yo nos encontramos con la sorpresa desagradable de que ambos íbamos a tener que estar presentes en la base siempre. El nombre de mi compañero no lo recuerdo. Mi memoria para los nombres es prácticamente nula. Cualquier otro dato que no sea un nombre lo podré recordar con facilidad. Bueno, tampoco es cierto, porque acabo de decir que me cuesta recordar las fechas. Mi compañero era de Madrid, como yo, y como carecía de coche propio entonces, hicimos el viaje a Caravaca juntos. Nada más llegar cometimos el primer error por pura avaricia. El jefe del ICONA en Murcia nos ofreció la posibilidad de habitar una casa que había en el monte, en la propia base de helicópteros. Era una casa rústica a la que se habían hecho los arreglos mínimos para hacerla habitable. Contaba con luz eléctrica y agua corriente, que era abastecida por un manantial, muy conocido en la zona. Debimos alquilar una casa en Caravaca de la Cruz, que se encontraba unos cuantos kilómetros de la base, pero la posibilidad de ahorrar ese dinero y el hecho de poder evitar los desplazamientos todos los días resultó muy tentador, casi la elección ineludible. La base se encontraba en una sierra de pinar de carrasco, a una media hora del pueblo. Se accedía por una camino de tierra infame, lleno de baches, surcos y desniveles, y que destrozó durante la campaña más de un coche particular. El de mi compañero tuvo que ir al taller unas cuantas veces. No había agua caliente en la casa. Y si bien en julio, cuando se inicio el trabajo, eso no parecía inconveniente, en septiembre, cuando el sol comenzaba a perder su fuerza, suponía un serio disgusto, porque el agua que manaba del manantial estaba helada por esas fechas. Mientras desayunábamos a la puerta de la casa, aprovechando el calor del sol por la mañana, nos divertíamos oyendo los gritos de quien se estaba duchando en ese momento en el segundo piso. A mediados de agosto preferíamos no pasar ese calvario antes que ir limpios. Allí vivíamos los dos encargados y un radio operador, puesto que era cubierto por dos personas que si se podían turnar. La razón de que a nosotros no nos dejaran había que buscarla en lo sucedido en la campaña del año anterior. Un incendio de proporciones dantescas había afectado la zona cercana de Moratalla, calcinando unas 50 mil hectáreas de terreno forestal, la mayor parte arbolado. Se consideraba entonces uno de los tres mayores incendios de los que se tenían registros. Durante aquellos días hubo muchos momentos de histeria. Imagino que también recriminaciones entre los gobiernos autonómico y central. El ICONA había decidido dotar la base aquel año con un Helicóptero Kamov 32, lo mejor de su arsenal, con la idea de usarlo exclusivamente en incendios de la provincia. Querían dos personas en la base para dar la sensación de preocupación máxima por las necesidades de la Comunidad Autónoma. Teníamos que hacer bulto, vaya. Ya podía arder Troya en Albacete, apenas a unas decenas de kilómetros de la base, que el Kamov no iba a ser enviado a ayudar a las labores de extinción. El gobierno murciano consideraba el helicóptero como de su propiedad, de facto lo era. Teníamos instrucciones claras del jefe del ICONA de requerir el permiso del CECOP, el centro de coordinación de todos los medios de lucha contra el fuego, para cualquier actuación del helicóptero que decidiéramos ordenar. Durante aquel verano actuamos como si fuéramos una base autonómica, pero como última reserva de los medios locales, por lo que las actuaciones reales fueron muy pocas. Se pudo actuar en Albacete muchas veces, pero aquello era incluso pecado solicitarlo. Como el CECOP tampoco quería usar ese medio estatal en exceso para no dar protagonismo al ICONA, por que ya se sabe que dar las gracias es muy desagradable, las salidas a incendios creo recordar que no llegaron a la docena. Digamos que el CECOP consideraba a la base del ICONA como un recurso propio, pero marginal, al que había que tratar de no recurrir. Así de mezquino es el mundo autonómico, por si alguien no lo sabía. Al menos así era antes, y da la sensación de no haber mejorado, de haber empeorado mucho incluso desde entonces.
319.4.- P.K. 2+500 de la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).
La aeronave y su tripulación llegaron días después que nosotros. 4 ex-militares soviéticos ucranianos y una chica española, con ínfulas de Modesty Blaise. Se tenía a sí misma como una mujer irresistible e intrépida. Ojos claros, personalidad de acero y cabeza de granito. Decía ser la primera piloto de helicóptero española. A saber. Los primeros días fueron muy agitados porque esta señorita se declaró en rebeldía. Afirmaba que en la base había menos medios de los prometidos y que mientras no se les diera alojamiento en la base a ella y a los suyos no pensaban trabajar. Fui yo quien la hizo entrar en razón y, francamente, no me explico como. Hice lo que suelo hacer en momentos similares: ser sincero y tratar de razonar con mi interlocutor desde una posición de confianza. Todo no fue más que una tormenta en un vaso de agua, y el detonante principal la cabezonería de esta niña. La tripulación tomó la sabia medida de vivir en Caravaca de la Cruz y subir a la sierra todas las mañanas a la hora de abrir la base. Durante un tiempo la piloto solo quería hablar conmigo y vivimos una especie de Luna de miel secreta. En una de tantas conversaciones que tuvimos sobre temas personales, me dijo que ella era muy activa sexualmente, que le gustaba la caza, y que necesitaba tener un amante allá donde estuviera. Imagino que aquello fue en parte una proposición, pero a torpe con las mujeres no me gana nadie. Lo cierto es que acabó teniendo mejor acomodo con mi compañero, con el que mantuvo un romance durante ese verano. Yo me retiré a un segundo plano en parte decepcionado y en parte aliviado. Mi compañero era un guaperas mujeriego, así que pienso que eran tal para cual. Aunque detrás de la fachada insoportable de aquella chica había alguien interesante que conocer.
Los ucranianos eran gente curiosa. Bebían durante todo el día, incluso en horas de trabajo. Tampoco lo ocultaban, pero yo les recriminaba en broma y les decía que lo hicieran sin que me enterase. Esta gente son esponjas humanas. Para ellos el estado normal es el de estar bebido. Fuera de horas de trabajo es el desmadre alcohólico. Es lo que hay, los aceptas con este inconveniente o desistes de ellos. Corrían historias sobre hoteles destrozados por borracheras de pilotos. A la base llegaron un día otros contingentes ucranianos y daba hasta miedo verlos todos juntos, armados con pistolas y vestidos con ropa militar. La tripulación del Kamov la componían 4 personas. El ingeniero era veterano del incidente de Chernobyl y portaba una de esas pastillas que miden la radiación. El jefe de ellos, Leo, era una bellísima persona. Nos comunicábamos entre nosotros en un pésimo inglés, pero siempre había una posibilidad de entenderse, aunque lógicamente los malos entendidos, algunos curiosos, fueron legión. Un día que andaban gritando "No pasarán" por ser de Madrid, una especie de homenaje cariñoso, les traté de explicar que mis dos abuelos habían luchado en el bando nacional, y que uno de ellos había sido compañero de promoción de Franco en la Academia Militar de Infantería de Toledo. Lo entendieron mal y al final del verano me enteré que habían llegado a la conclusión de que yo era nieto de Franco. La chica piloto tenía celos de mi trato con Leo. Pensaba que la puenteaba en su trabajo, que era el de coordinar su relación con el ICONA y, en cierta medida, dirigir a los ucranianos. En realidad estaba allí para aprender a pilotar los helicópteros. El Kamov 32 es posiblemente lo mejor que existe en lucha contra incendios forestales, pero en aquellos años tenía el inconveniente que para utilizarlos se necesitaba tripulaciones de ex-militares. Creo que eso ya se ha resuelto, pero no lo se a ciencia cierta.
319.5.- P.K. 2+500 de la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).
El Kavov 32 era una novedad en 1995 en lo que a extinción de incendios se refiere. Las primeras unidades, procedentes del extinto ejército soviético, habían llegado uno o dos años antes. Los Kamov 32 tiene la particularidad de carecer de rotor de cola, que es sustituido por un segundo rotor principal. Es decir, el rotor principal, el que gira alrededor de un mástil sobre el techo de la carlinga, está compuesto por dos juegos de hélices que giran en sentidos contrarios. Este diseño tan particular, totalmente único, unido a la potencia del rotor y la robustez del aparato, le confieren una características muy particulares y unas capacidades de vuelo sorprendentes. Un día que estaba solo sin mi compañero llegó a la base el dueño de la compañía (Helicópteros del Sureste) que alquilaba al ICONA estos aparatos, así como muchas otras unidades de otros modelos. Estuvieron realizando diversas pruebas para testar la operatividad del Kamov 32. No se si del modelo en general o de aquella unidad en particular. Lo que le vi hacer a aquel aparato en el cielo sobre mi cabeza fue alucinante. Estos helicópteros, además de poder detenerse en el aire, son capaces de realizar vuelos verticales, es decir, con el morro apuntando al cielo, así como vuelos invertidos, loopings, y algunas otras salvajadas que no se ni como se denominan. Lo se porque lo vi. A esta maniobravilidad, el Kamov 32 une una potencia descomunal. Es como un tractor volador. Su uso original era como aeronaves de combate embarcadas en los portaaviones soviéticos, pero cuando fueron vendidos a particulares tras el desmantelamiento del Ejército Rojo en algunos países, pasaron a desempeñar los más variopintos trabajos. En Canadá se que se utilizaban para desembosque de madera, es decir, para su transporte desde el lugar de corta hasta un parque de madera situado junto a la red de carreteras. En España se estaba probando su uso en extinción mediante un bambi, un depósito plegable, con capacidad para unos 4.500 o 5 mil litros, más o menos. Un bambi es como una canasta de plástico flexible. Se llena de agua en cualquier tipo de depósito, por ejemplo una piscina, con el aparato en vuelo, y se vacía sobre las llamas del incendio para su extinción. El dato a tener en cuenta es que la capacidad de los hidroaviones Canadair del Ejército Español, lo mejor de lo mejor hasta ese momento, es también de unos 5.000 litros. Es decir, un Kamov 32 tiene la misma capacidad de ataque que un hidroavién, pero una operativa muy superior, al poder repostar en prácticamente cualquier sitio y disminuir drásticamente los tiempos entre descarga y descarga. En la propia base contábamos con una balsa de riego donde podía ser llenado el bambi para que el helicóptero llegase al lugar del incendio con la posibilidad de realizar un primer ataque sobre el fuego. La precisión de aquella gente era extraordinaria. Marcaron una cruz sobre el terreno cerca de la base y probaron la puntería en las descargas. Cuando le pregunté a Leo que tal había ido la prueba me dijo textualmente que habían dado en el blanco, que habían fallado solo por medio metro. Así lo hice constar en el diario de incidencias, pero como un dato elogioso. Una mañana, muchos días después, noté malestar en Leo conmigo. Al indagar sobre el problema averigué que creía que había pasado malos informes sobre la unidad a mis superiores. Se armó bastante revuelo y, tras muchas discusiones con unos y con otros, averigüé también que mi compañero había permitido leer a la piloto el diario. Compartían cama. Eso unido a su carácter supongo que le hizo imposible negarse a prestárselo. Esta chica vendió a los ucranianos lo escrito por mí como una censura. Había demasiado acercamiento entre Leo y yo para su gusto. Me costó explicarle con mi mal inglés que: 1) Escribía el diario por gusto, ya que solo estaba obligado a referir los datos básicos sobre incidencias. Eran muchas las horas sin hacer nada y escribir me encanta. 2) El diario no iba a ser leído por nadie probablemente. Servía para tener unos mínimos datos en caso de ser necesarios una vez finalizada la campaña. 3) El dato lo había rescatado porque me parecía sencillamente asombroso. Que se realice una descarga a toda velocidad y solo se falle por medio metro, que a lo mejor es un dato más producto de la modestia que otra cosa, es a todas luces extraordinario. De hecho, este razonamiento lo había incluido en mi escrito, además de mi asombro por las virguerías que había visto hacer al Kamov 32. Solo que esta parte no había sido traducida por la señorita piloto, solo preocupada en meter cizaña. Tampoco mi compañero se había molestado en aclarar nada, más preocupado en tener con quien dormir cada noche que en el buen funcionamiento de la base. No se si Leo lo entendió. Tampoco se llegó a enfadar. Solo se sintió dolido porque entre ambos había un extraño lazo de afecto, falto de un idioma en el que poder comunicarnos, pero con un enorme deseo de transmitir nuestar mutua simpatía. Es significativo que de todas las personas que conocí en aquel trabajo solo retenga su nombre. Ni siquiera recuerdo el de los radio operadores, que eran dos tipos estupendos. Pero Leo era alguien especial. Rubio, de complexión fuerte pero bajo de estatura, simpático, pero comedido siempre, prudente en todo lo que hacía, y con una calma interior que era capaz de transmitir a su entorno.
319.6.- P.K. 2+500 de la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).
Los permisos que tuve fueron escasos, pero algunos hubo. Me desplazaba entonces en el Talgo. Eso me permitió descubrir algunas cosas sobre el relieve español. El tren discurría desde Madrid por La Mancha, por territorio completamente llano. Cuando empezaban a verse en el paisaje pequeñas sierras, espaciadas pero abundantes, una detrás de otra, sabías que estabas cerca de Murcia o habías llegado ya a ella. Por carretera la linde entre Albacete y Murcia, en lo pasiajístico, la situaría en Hellín, aun en territorio castellano. A partir de ahí las característico de lo murciano comienzan a manifestarse paulatinamente: terrenos áridos, generalmente aflorando a la superficie la roca desnuda. Uso de balsas de riego de grandes dimensiones, que permiten grandes regadíos localizados. Y ese relieve movido inexistente en La mancha. Murcia es un territorio esencialmente llano con diversas elevaciones espaciadas entre sí. La mayoría de ellas han sido repobladas con pino carrasco para paliar los efectos de la erosión, pero en unas condiciones difíciles para el árbol, que es relativamente propenso por su menor vigor vegetativo al normal a las plagas y enfermedades. Los bosques murcianos son una joya de valor incalculable.
En uno de aquellos permisos, posiblemente el primero de ellos, al venir a Madrid vi a mi padre muy mermado. Había envejecido muchísimo en el mes escaso que llevaba sin verle. Recuerdo que cuando me despedí de él en la Estación de Atocha a mi vuelta a Caravaca hasta llegue a preocuparme por él. Aquel hombre de repente se había vuelto frágil físicamente, era prácticamente un anciano. Su vicio por el tabaco había mermado su capacidad pulmonar y deteriorado su salud hacía tiempo, pero lo que vi en aquel permiso era distinto, más grave, y creo que de otra índole. Una mañana temprano, ya de vuelta, sonó el teléfono de la base. En aquellos tiempos los móviles eran muy escasos. La base tenía cobertura porque contaba con una antena repetidora propia. Era mi hermana que me advertía que mi padre estaba muy grave. Había sufrido una hemorragia durante la noche y estaba siendo operado. Sus palabras textuales fueron: "Tú verás lo que haces, pero si no vienes pronto quizás no lo veas con vida". Las tengo gravadas en el alma. Fueron palabras duras quizá, pero necesarias. En 10 minutos había organizado mi escapada hacia Madrid. Supongo que debí preverlo. Las veces que abandonada mi casa me desentendía de todos. Aquel verano no fue excepción. Llevaba días sin hablar con nadie de mi familia y un día recibí la llamada de mi padre. Aquello era realmente insólito, el también tendía a ser reservado y a respetar las distancia que yo a veces imponía. Me reprochó, pero con cariño, no haberle felicitado su cumpleaños, que era el 8 de agosto. El radio operador me llevó en coche a la estación de tren de Calasparra. En el camino recabé por teléfono el permiso del jefe del ICONA para ausentarme. Tomé el tren casi en marcha. Estaba estacionado en el andén cuando llegamos, después de un loco viaje por carretera, en el que mi amigo Ireneo (acabo de recordar su nombre), fue imprudente por necesidad más de una vez. El tiempo apremiaba. Durante el trayecto a Madrid las pantallas del vagón me bombardearon a cada rato con aquel anuncio de la DGT en que se nos explicaba los estragos que la víctima de un accidente de tráfico en su entorno humano inmediato: "Fulanita ha perdido un hijo, Menganita un marido, Zutanito un padre...". Fue un absoluto suplicio aquel viaje, sin saber si llegaría a tiempo, si mi padre iba a vivir. Lo cierto es que llegué tarde. Siempre he pensado que mi padre hizo aquella llamada porque sabía que estaba a punto de morir.
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Regrese en apenas dos días, lo justo para enterrar a mi padre. El momento de mi llega a casa fue bastante tenso. Mi madre y mi hermano me esperaban en la calle, junto a nuestro portal. Pregunté a mi madre y esta no me quería contestar. Mi reacción fue extraña. Necesitaba oírselo decir, que me lo confirmase porque la noticia me parecía inconcebible. Que muera alguien próximo a tí y que forma parte del paisaje diario de tu vida, del día a día desde que tienes memoria, no solo es doloroso sino sumamente desconcertante. De repente es como si quedases sin unos ejes de coordenadas con los que poder ubicar tantas sensaciones, emociones y recuerdos. Por eso se lo exigí, que me lo dijera. Pero ella no podía. También fue muy emocionante el encuentro con mi hermana en el tanatorio del Hospital Gregorio Marañón. Rompí a llorar sin poderlo evitar. también cuando nos entregaron sus cenizas, que depositamos en un nicho del Cementerio de San Justo.
La primera noche me tocó quedarme solo en la base. Fuera soplaba el viento, que hacía crujir la casa. Era imposible pegar un ojo. Pero la razón de mi desvelo era otra en realidad. Creo que aquella noche mi padre rondó la casa. No se me puede quitar de al cabeza esa idea. Como la de que, si bien un día antes, verlo, su espectro supongo, me parecía una necesidad, aquella noche ventosa no estaba tan seguro. Pienso que si no hubiera albergado dudas, cierto miedo, se me habría manifestado. Han pasado 17 años desde entonces y aun estoy convencido. Fue como fallarle una última vez. Siempre fui una desilusión para él, aunque nunca hubo reproches, ni me faltó su cariño. La forma en que sabía expresarlo. Hijo de militar tuvo una educación algo estricta, muy volcada hacia puesta en práctica de esos valores ahora considerados trasnochados: esfuerzo, honradez, cortesía, honor. Entendiendo por honor hacer siempre lo que se considera correcto, aunque sea muy difícil o cause quebranto a nuestra hacienda o nuestra reputación. Hacer el bien, no lardear de él. "La caridad es sufrida, es benigna,la caridad no tiene celos, la caridad no se pavonea, no se infla", decía San Pablo". Aquella fue la última oportunidad de ver a mi padre. O tal vez la penúltima. Ojalá así sea.
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Con Leo jugaba casi todas las tardes al ajedrez. Cuando volví de Madrid creo que lo consideró casi un deber obligarme a jugar para distraer mis pensamientos de lo ocurrido. No necesitábamos hablar, que suponía un enorme esfuerzo. Algunas palabras de Rudo aprendí aquel verano. "Jarasó" vendría a ser el equivalente en Ruski del O.K. yankie o nuestro "de acuerdo". Jugaba conmigo al ajedrez como a mi me gusta, advirtiendo de los errores, tanmbién de lo jaques a la reina, incluso a algunas piezas menores. Se trata de disfrutar del juego, no de ganar. No cabe duda de que era mejor que yo, pero tenía mis momentos lúcidos. La parte final del verano fue un suplicio. Mi compañero y su novia piloto trataban torpemente de animarme, sin mucha convicción. Tampoco hubieran sabido como si realmente les hubiera importado. La situación sirvió al menos para establecer una relación cordial con ella, libre de sobreentendidos y malos rollos, porque creo que el verse rechazada por mi lo tomó muy a mal. Bueno, lo cierto es que jamás la rechacé. Yo en aquellos tiempos me deshacía siempre de la mano que me llegaban, fueran cuales fuesen las posibilidades de las cartas. Creo que no estaba acostumbrada a los noes y lo entendió como una desaprobación a su persona. No creo que tuviera un interés real por mí, sí que liarse con mi compañero, con el que estoy seguro que el sexo tenía muchas más posibilidades, fue al tiempo que un apaño un intento de darme en los morros. Era enojoso verlos todo el día tonteando. Ponían la radio a toda pastilla y eso me impedía escuchar con claridad la radio forestal, la frecuencia en la que habla todos los medios relacionados con el cuidado del monte en un determinada frecuencia.
Por la radio forestal se escucha a los vigías que alertan de las columnas de humo que aparecen en el horizonte. Muchas veces se establecían diálogos entre ellos. Por ejemplo, uno de ellos preguntaba a un segundo acerca de una columna cuyo origen no alcanzaba a distinguir y que se situaba en un ángulo e visión mejor para el segundo. Entonces este aclaraba quizás que se trataba de una quema de basura en un vertedero incontrolado, la causa más frecuente de las falsas alarmas en aquellos años. Hay que aclarar que los vigías no están constantemente oteando el horizonte. Teóricamente sí, pero se sobre entiendo que eso no es humanamente posible. Es un trabajo tedioso y solitario, pero conveniente para aquellos que quieren cobrar un sueldo al tiempo que disponer de tiempo ilimitado para una actividad concreta. Por ejemplo, estudiar. También se escucha por la frecuencia forestal a los guardias forestales, a la central del CECOP, a los medios aéreos. Muchas tardes interminables era la única diversión posible. Y cuando no ocurre nada muchos se dedican a incordiar la red pulsando el botón para hablar. Para hacerlo basta con pulsar el micrófono, que emite un ruido característico cuando abres y cuando cierras la comunicación. Cuando se establece un diálogo los interlocutores simplemente esperan a que el otro deje de hablar y se escuche ese crujido. Entonces saben que llega su turno. El problema entonces es que no había posibilidad de rastrear las intervenciones. Si no te identificabas nadie sabía quien eras, salvo que se reconociese tu voz. Muchos, para matar el rato, pulsaban constantemente el micrófono sin llegar a hablar. Podía llegar a ser muy irritante, y había quien lo hacía con esa finalidad, como una gamberrada.
Si algo ocurre en la provincia es a través de la radio forestal como te enteras, y al mismo tiempo que los demás. Llega un momento en que sabes cuando se va a liar y te permite anticipar la orden para actuar del helicóptero, Me gustaba estar alerta todo el día. A mi compañero en absoluto. Se dedicó todo el verano a vaguear y, lo que es peor, porque casi agradecía el tener algo que hacer, a entorpecer mi labor. Aquellos días los sobrellevé charlando con los dos radio operadores. A Ireneo también se le murió su padre aquel verano. Circularon chistes macabros acerca de tan dramática coincidencia. Al final de aquel verano el jefe del ICONA le ofreció un puesto de trabajo en Murcia capital a mi compañero, que desde luego tenía mucha mejor planta y sabía venderse mejor.
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