lunes, 10 de septiembre de 2012
307.- Paseo de la Castellana (Madrid).
307.1.- Calle General Varela (Madrid).
Vivo en un barrio que en su origen, hacia finales de los 50s y principios de los 60s, estaba destinado a viviendas de familias de militares. Los nombres de las calles dejan claro la adscripción ideológica de sus habitantes. Al menos el ámbito de sus simpatías. Cuando era niño y esperaba en mi portal a la llegada del autobús escolar, mi calle se llenaba de coches oficiales, que aparcaban junto a la acera en espera de coroneles y generales. No eran coches ostentosos como los de los políticos, sino más bien discretos. Utilitarios con chófer en muchos casos. La de la imagen es la calle General Varela, una bocacalle de la Avenida del General Perón, aunque cuando era niño la conociera simplemente como la calle de la pescadería. Fue la única que hubo en mi barrio, atendida por un pescadero de los de manual, con mandil verde rayado. La primera bocacalle a la izquierda es Mártires de Paracuellos, una pequeña callecita en la que suelo estacionar mi coche cuando no hay sitio cerca de mi casa. Es una calle siempre en sombra, con muy escaso movimiento, como si se tratase de mantener la solemnidad y respeto que parece exigir su nombre. En verano esa sombra evita el recalentamiento del coche y es raro no encontrar plaza. Es tiro hecho, evita dar vueltas y vueltas por las calles más próximas a mi casa, siempre copadas coches. En la calle hay plátanos y castaños de indias, terriblemente podados, pero que han crecido mucho al buscar la luz entre los bloques de edificios.
Salí de casa aquella mañana contigo muy presente en mi pensamiento. Desde el primer paso, camino de la Plaza de Castilla, comencé a hablarte. Siempre es más fácil hacerlo si no estás presente. Tienes poca paciencia conmigo, o yo poco tino cuando te hablo, y quería explicarte algunas cosas sin que te enfadaras. Esta de hablar con gente que quiero para mis adentros es una costumbre que siempre he tenido, en momentos de tensión, de desequilibrio o de pérdida. Contarle a quien se fue de tu vida, quizá sin remedio, aquello que quedó por decir y se juzgo importante. Es tan frecuente que no me entiendas que quizá esto de hablarte en mi cabeza se vuelva una costumbre. El caso es que ya no recuerdo de que te hablaba, que trataba de explicarte para que me entendieras. Pero la mañana fue un agradable paseo, contigo a mi lado.
307.2.- Plaza de Castilla desde la boca sur del túnel subterráneo (Madrid).
Es una perspectiva poco lograda. Y no se trata del punto elegido para realizar la fotografía. Es la misma a lo largo de todo el Paseo de la Castellana. El Monumento a Calvo Sotelo, obra del escultor Carlos Ferreira, queda empequeñecido entre las Torres Kío y el Obelisco de Calatrava. Es más, parece como si este último fuese un estilete y el grupo escultórico dedicado al político asesinado su empuñadura. En otros tiempos una perspectiva muy cercana al monumento permitía jugar con las Torres Kio, que parecían de su tamaño y le ofrecían un marco curioso. Se instaló en 1960, cuando la Plaza de Castilla se situaba justo en el borde de la Ciudad. Es coetáneo por tanto del Santiago Bernabeu. Las Torres Kio, obra de los arquitectos norteamericanos Philip Johnson y John Burgee, datan de 1996. Ambos edificios parecían inclinarse para crear un dosel sobre la escultura. Sin embargo, la instalación de la obra de Calatrava lo trastocó todo. Es como si hubiera una intención oculta de soterrar su relevancia, quizá para que nadie se pregunte quien era Calvo Sotelo. Cuestión que para algunas, incluso gente de la derecha, puede da lugar a respuestas incómodas. Por otro lado, el chirimbolo del ingeniero valenciano no se sitúa en el centro de las torres, aunque si que hay una correlación en los tamaños aparentes. Por detrás asoman los cuatro rascacielos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, siendo el más evidente por ser el más cercano a la plaza el diseñado por Norman Forter, con su asa en lo alto, como si un gigante se aprestase a cogerlo para trasladarlo a otro lugar. Era domingo y no fue difícil situarse en la mediana de la avenida. Antes había una fuente en la rotonda centra de la Plaza de Castilla, con un surtidor de gran altura. Cuando se pasaba por debajo, por el túnel, gruesas gotas delataban la existencia de filtraciones.
307.3.- Paseo de la Castellana (Madrid).
Cuando era niño a este tramo de la Castellana se lo conocía como Avenida del Generalísimo. En los libros de Historia los tres grandes personajes de nuestra narración colectiva eran El Cid, héroe de la Reconquista, el cimiento de lo que llegó a ser España, su epopeya; Franco, que nos salvo del caos comunista; y quizá los grandes nombres propios de la Guerra de la Independencia, representantes de los seres anónimos, cuya voluntad y sacrificio también hicieron posible que llegáramos a ser una nación. Supongo que era lógico nombrar así a la gran avenida construida durante la posguerra. Como también lo fue que se le cambiara por el Paseo de la Castellana en cuanto fue posible. De la Estación de Atocha, en la Plaza de Carlos V, hasta el Nudo Supernorte, donde muere la antaño Avenida del Generalísimo, discurre una gran calle con bulevares centrales y varias calzadas, con una unidad reconocible y que todo el mundo conoce como La Castellana, a pesar de que se denomine de otras dos formas en los tramos más cercanos al casco antiguo de la ciudad. Cuando era niño dominaban los descampados, en especial en torno al Estadio Bernabeu. A la avenida se asomaban edificios altos, de unas 10 plantas, pero de baja calidad en su arquitectura y escasa uniformidad en sus fachadas, feas en su mayoría. Muchos de ellos sobreviven tal cual fueron construidos. Algunos han sido remodelados y mejorados en su aspecto, como el Número 110, a la altura de El Corte Inglés de Nuevos Ministerios, y otros se han visto rodeados de edificios que en parte palían o compensan su fealdad. La cirugía urbana es un proceso lento y conseguir una cierta calidad urbanística en este tramo final de La Castellana llevará décadas, si es que se consigue. Aunque el Proyecto Chamartín, la conversión de suelo ferroviario en torno a la estación de tren en suelo urbano, supone una oportunidad extraordinaria en este aspecto. El edificio más lejano de la fachada izquierda de la calle es el Ministerio de Economía.
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