sábado, 4 de junio de 2011

114.- Masas de encinar en el entorno de Cornejo (La Rioja)



114.- Masas de encinar en el entorno de Cornejo (La Rioja).

Al final del día como al principio, me detengo al borde de la carretera para fotografiar el paisaje. Es como si quisiera tener pruebas de haber estado en un lugar tan ajeno a todo lo demás. Masas densas de encinar, esta vez puras sin margen para la duda, cubren por completo la mitad de las laderas que alcanza a ver mi vista. La otra mitad están completamente peladas, y el contraste es tan fuerte que realza la belleza tanto de las montañas vestidas de verde como las que muestran la desnudez de la roca. Estoy un buen rato fotografiándolo todo. Soy el único usuario de esa carretera. Tengo todo el tiempo del mundo. Al mirar los encinares me acuerdo de Dayana, mi niña de arequipe allá en Colombia, con la que he hablado tantas noches. Tantas son las veces que le he hablado de lo que he visto en mis viajes que ahora su recuerdo me asalta la memoria de forma automática. Me acuerdo de que lleva tiempo reclamándome una foto mía, para saber como soy. Le he dicho muchas veces que en nuestra amistad la belleza la aporta ella. Claro, yo si que conozco su cara. Morena, redonda, con labios color canela y ojos oscuros que siempre sonríen. Tiene la nariz de peluche típica de las mulatas colombianas. Es ligera como una pluma, delgada como un junco y es incapaz de estarse quieta un momento. El viento de la vida la agita constantemente y comba su talle hasta el extremo. Como un ratón o una ardilla. Un  gesto sucede a otro en una sucesión interminable. Gestos de juguete, infantiles, propicios para la ternura. No, no es justo que no sepa como soy cuando yo conozco tantos detalles de ella. Dos fotos, a cada cual menos afortunada para mis intereses, pero es lo que tiene que ser. Un día me la traeré a España. Estoy viendo ahora mismo las fotos. No se como puede decir todavía que me quiere tanto, después de haberlas visto. Vaya careto que llevo.

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