martes, 9 de agosto de 2011
179.- Embalse del Portaje (Cáceres)
179.1.- Charca segregada de la lámina principal del Embalse del Portaje (Cáceres).
Cualquier charca en Extremadura luce como una princesa, adornada por los ranúnculos blancos y amarillos. Y si refleja lo que la rodea muy probablemente lo hará embelleciendolo, mejorándolo de forma sustancial. Se diría que la disposición en la imagen, la elección de los colores y su mezcla, es obra de un estilista, por que mayor acierto no cabe para que la composición sea tan hermosa, hasta extremos de no parecer natural, de dudar y llegar a pensar que se trata de un montaje. La pequeña laguna probablemente sea parte de la lámina de agua principal del embalse, que ha quedado aislada al bajar el calado del pantano.
Quizás sea esta una de las imágenes que sobre el terreno me han parecido más hermosas de todos mis viajes de trabajo. Otras veces al llegar a casa descubres tesoros visuales que en parte solo tenías conciencia de llevarte contigo en el regreso. A veces por que vas saturado de paisajes, o por que llevas prisa y no te detienes el suficiente tiempo a sopesar la calidad de lo que ves. Pero ya en el momento en que paré el coche, precisamente para poder arrebatarle al paisaje esta panorámica, sabía que algo extraordinario llevaba en la cámara de fotos. Esto es algo que solo puede verse en Extremadura, y además con cierta frecuencia. Por que solo allí se dan los ingredientes: masas arboladas abiertas, profusión de láminas de agua de todos los tamaños y orígenes, humedad constante en el suelo, salvo en verano, y ese regalo para los ojos que son los ranúnculos.
179.2.- Embalse del Portaje desde la Presa (Cáceres).
El destino final de aquel día es la Presa del Portaje. Son las siete y media de la tarde y apenas hay luz. Muchas de las imágenes que capto en esos últimos momentos quedan desvirtuadas por el juego de sombras y luces, por un sol que irradia demasiado cerca del horizonte. Desde el camino que corona la presa obtengo algunas instantáneas. Hay islas en el pantano, arboladas y con césped, lo que le da al conjunto una apariencia de campo de golf. El azul del agua oscuro y metálico, su superficie rizada son indicios del frío en un atardecer de febrero. Este el el punto de partida del camino del agua que le llevará a recorrer muchos kilómetros hasta arribar en el Embalse de Guadiloba. Y he recorrido ese camino en sentido contrario desde su desenlace hasta su inicio. Porque hay algo que te lleva a dejar para el final el punto más alejado de todos. Es esa necesidad de poner a prueba los vínculos invisibles que te ligan a tu hogar, a tu propio punto de partida, exigirlos para comprobar que no se rompen, que son fuertes y sólidos. He tenido suerte con la orientación de la panorámica, el sol queda a mis espaldas, aun colabora en estos últimos minutos de trabajo.
179.3.- Embalse del Portaje desde la presa (Cáceres).
La presa se construyó al lado de la Ermita de la Virgen del Casar, Patrona de Portaje. Basta orientar el objetivo de la cámara un tanto a la izquierda para obtener una imagen que difiera mucho de la anterior, por mucho que una mirada atenta detecte enseguida el parentesco entre ambas fotos, la zona de solape.El agua comienza a tener la piel de gallina por el frío, como yo. La puesta de sol es rápida y solo me demoro porque se que he acabado el trabajo.
179.4.- Embalse del Portaje desde la presa (Cáceres).
Esta imagen me recuerda aquella explicación en cierta conferencia sobre Rubens. El orador nos dijo que había comprendido la maestría del pintor al percatar el reflejo en el río de las túnicas de colores de las bañistas del cuadro Diana y Calixto. Ver en que forma sutil los azules y rojos de las vestimentas tenían su rastro en la corriente de agua le había convencido del virtuosismo del pintor flamenco. Algo parecido pasa aquí, no con el fotógrafo, claro, sino con lo que nos ofrece la naturaleza. Ese rubor del agua en la orilla, junto a la escollera, no es otra cosa que el reflejo de las nubes que quedan más lejos del influjo del sol al caer la tarde. Nubes bajas en levante, al oeste, que faltas de luz enrojecen y tiñen el cielo de violetas y fucsias. Colores que también dejan su impronta en la lámina de agua del embalse. La última foto de la jornada, y en ella fotografío un ocaso, y además de forma indirecta, como en un truco de magia. El día no puede haber sido más provechoso. Y Cáceres queda relativamente cerca. Un paraíso al alcance de la jornada. Quisiera quedarme, pero las aguas rizadas, que parecen abiertas, y las montañas lejanas, terminan por convencerme de que el frío es real. Otro día será que lo disfrute.
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Que imagen tan tan tan preciosa...me veo ahí, con la cestita del picnic, tomando el sol...me encanta...:)
ResponderEliminarBss!!