martes, 12 de junio de 2012

288.- Canal del Ripoll (Binaced - Huesca).



288.1.- Ripoll (Binaced - Huesca).

Las cigüeñas son una constante de Huesca. La primera aglomeración de individuos que vi de esta especie, un gentío ruidoso y abigarrado sobre el tejado de una diminuta iglesia, fue en un pueblo del prepirineo oscense. No menos de 14 parejas crotoreando, que me impedían oir lo que me estaban diciendo por mi teléfono móvil. Fue en este viaje, también a la provincia de Huesca, cuando vi la primera aglomeración de individuos aprovechando para alimentarse el paso reciente de una máquina agraria. Los campos recién segados estaban llenos de cigüeñas hundiendo sus picos en la hierba amontonada en hileras. ¿Llegaban al medio centenar? Es posible. Camino del emplazamiento de la futura presa de San Salvador paré un momento en la margen del camino para tomar una docena de imágenes. Ninguna transmite la emoción que sentí ante tanta actividad animal. No es fácil ver animales en el campo, menos aun medio centenar de un solo vistazo. Y en esas raras ocasiones siempre tienen relación con la presencia del hombre, con su capacidad para alterar el medio: vertederos llenos de gaviotas, ciervos y gamos en cotos de caza, plagas de topillos propiciadas por su introducción masiva en el medio. La propensión a la exageración es un rasgo muy humano que el hombre contagia a la naturaleza. Bajé la ventanilla del coche e hice las fotos sin bajarme del vehículo para no espantar las cigüeñas. Momento: 11 de agosto de 2008.



288.2.- Sierra de San Salvador (Binaced - Huesca).

Por mucha que sea la distancia que recorras aquello que llevas dentro irá contigo. Pero lejos de todo el dolor no importa, es como si lo padeciera otro, la tristeza muta en calma, en resignación, que anestesia el alma hasta el momento del regreso. Lejos de todo no son necesarias las decisiones porque sencillamente no hay alternativas, ni tampoco esperanzas. Todo se simplifica porque nada esperamos del instante siguiente, todos los resultados son el mismo resultado y la decepción no tiene ya razón de ser en un corazón que ha omitido su pulso. Lejos de todo nada me recuerda tu rostro, la luz calma de tus ojos oscuros. Todo lo que veo te es ajeno, todo lo que concibo, y la edad de tu sonrisa deja de formar parte de la infancia de mi deseo. Lejos de todo el contorno de tu cuerpo es solo un dibujo difuso más en mi memoria indolora. Ni ahora ni entonces, todos los anhelos se posponen para un mismo después que probablemente carezca de fecha en el calendario. Lejos de todo no es a tus labios a lo que saben mis labios, aunque pronuncien los mismos silencios, y el sonido de los días son ruidos que amortigua la distancia. Lejos de todo, lejos de tí.



288.3.- Canal de Ripoll (Binaced - Huesca).

Partí de la carretera A-2220 y tomé un camino una pista de tierra de buen firme que me llevó donde las cigüeñas se agolpaban detrás de las máquinas. Al final de la pista llegué junta a una verja abierta. Del otro lado discurría el Canal de Ripoll, un ramal del Canal del Zaidín, cuyo extremo final se situaba junto a unos altos que dominaban el valle del arroyo. Tome el camino de servicio de infraestructura y lo recorrí hasta donde pude. Eche pie a tierra cuando la vegetación comenzaba a desdibujarlo del todo y empezaba a ser un riesgo el que no hubiera posibilidad de dar la vuelta al vehículo. Los plantones de chopo formaban una barrera en la orilla contraria a la del camino. Algunos crecían también de este lado del canal. El el borde exterior la zona regable que algún anegarían las aguas.



288.4.- Balsa de regulación en el Canal de Ripoll (Binaced - Huesca).

El canal terminaba en una balsa de regulación. El cañizo aislaba la lámina de agua del sendero del canal. No se si tenía alguna función ambiental porque el aspecto de la balsa de riego era el de estar en vías de naturalizarse, pero en todo caso escaso me imaginaba el tránsito de vehículos o personas por la zona. El acceso era tortuoso y el ámbito geográfico muy despoblado. tenía que haber una clara intención para llegar hasta allí. No era un lugar al que se pudiera acceder accidentalmente. Un paraje a prueba de extravíos. El orden de los cultivos de la colina cercana, posiblemente parcelas de árboles frutales dotadas de riego por goteo, devolvían el orden a un paisaje desordenado aunque llano, con exceso de referencias que fomentaban la desorientación. tenía que mirar constantemente el mapa para saber donde me encontraba. Todas esas montañas de cimas planas se parecían demasiado entre sí. Los cipreses de la línea del horizonte anunciaban una vivienda o una hacienda agrícola. La calma absoluta, el agua casi sin irregularidades en su superficie, el reflejo verde de la vegetación y el gris y plata de las nubes. Un trabajo a punto de culminarse. Y ni siquiera era la hora de comer al fin y al cabo. Los últimos metros hasta mi objetivo final los hice a pie y casi agradeci la demora en emprender el viaje de regreso.

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