domingo, 9 de octubre de 2011

197.- Camino Natural de Las Villuercas. Pasarela sobre el Río Guadarranque (Alía - Cáceres)



197.- Camino Natural de Las Villuercas. Pasarela sobre el Río Guadarranque (Alía - Cáceres).

Cronológicamente esta parada fue anterior a la del mirador del Estrecho de la Peña Amarilla. Paisajísticamente no queda tan claro. El valle del Río Guadarranque se sitúa donde el encinar comienza a imponerse, donde la dehesa empieza a ser más que una posibilidad, una certeza para lo que espera más adelante. Junto a la entrada a una explotación ganadera, al lado del trazado de la Colada de Las Merinas, vi esta pasarela peatonal sobre el río mientras conducía y nuevamente me sentí obligado a parar. Creo que la intervención de Caminos Naturales en la zona es extraordinaria. Lo que han hecho casa con el entorno, casi diría que lo mejora. Y esta pasarela me pareció un detalle tan hermoso como exagerado en su propósito. Ojalá la use mucha gente. Mientras escribo caigo en la cuenta que no la recorrí, que no me situé sobre la plataforma para fotografiar el río. Tenía prisa y ahora no me lo perdono. La diferencia entre hacer las cosas con calma y de forma apresurada es sorprendentemente escasa en lo que ha tiempo invertido se refiere, y enorme a menudo en los resultados. Y cuando se trata de mirar todo el tiempo del mundo no suele ser suficiente para agotar lo que puede decirnos aquello que es hermoso. Bajo el puente nuevo que para aun por estrenar, camuflado entre las piedras del lecho del Guadarranque, persiste los restos de un arco de un antiguo puente. Es lo que he dicho muchas veces, los puentes siempre se emplazan en los mismos sitios a los largo de las épocas. Después de la siguiente parada no volví a detenerme hasta llegar a mi destino. Y tentaciones hubo algunas. Un bosque de pinos y eucaliptos que flanqueaba una carretera que era una inmensa recta. Aquellos campos de cereal de un color que nunca había visto antes. Las dehesas que también conozco ya cuando traspasé la frontera con Badajoz. Tal vez es porque el otoño me está calando en la piel en este momento que me siento defraudado por no haber recorrido esta pasarela roja. Vi una lengua de agua cuando en la imagen se diría que el lecho del río está seco. Desde arriba el engaño sería imposible. No es lo que has visto sino lo que puedes mostrar. Las palabras solo distraen del proceso que importa, que aquel que mira las imágenes reproduzca el mismo proceso que experimentó quien maneja la cámara. Con otros resultados seguramente. La luz, las formas y los colores nos hablan de un modo diferente a cada uno. Para mi un mar de jaras puede ser suficiente para demorar la llegada. Caminar por la orilla del paisaje, mojar los zapatos con el polvo del camino, escuchar el roce del viento con la piedra en un puerto de montaña, cruzar un arroyo por una pasarela roja. Sentir que estás dentro del encuadre. Divagar en una tarde de domingo tratando de explicar lo que sentiste entonces. Paisajes sin figuras humanas, pero con indicios de que alguna vez estuvieron, que llegaron y lo transformaron antes de que nosotros llegáramos. Como las horas en la soledad de mi cuarto. Tan cargadas de silencios, y sin embargo tan repletas del eco de tantas personas que quedaron atrás en la ruta.

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