miércoles, 5 de octubre de 2011

194.- Río Tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo)



194.1.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

Mi último viaje relacionado con el Camino Natural del Guadiana. O quizá no. Todo está pendiente de saberse si he de recorrer a pie un tramo largo de una etapa inaccesible para vehículos, incluso para todo-terrenos, y con un vallado con candado que impedía el paso en un punto concreto. A las 9 ya estoy en carretera. La mañana es fresca. Así evitaré el calor en la zona de trabajo. Muchas horas al sol, desoyendo a todos los que me dicen que use visera, que me de cremas. Como se nota que nunca han trabajado en el monte. La visera hace sudar, incluso la de los Yankees de Nueva York, que la humedad salina que gotea desde la punta de los mechones de pelo, por las patillas, resbale por la frente y las mejillas camino de las gafas. ¿A que nunca han visto como quedan de gorrinas las superficies de las lentes cuando se seca el sudar caída sobre ellas? Estoy seguro que no. Que nunca han tenido que limpiarse las gafas con ropa sudada, en un ámbito donde el polvo es una constante, la única certeza aparte de que algún día habremos de morir. Para incrementar la cantidad de polvo en el ambiente, claro. Untarse algo grasiento por la cara manchada es algo que no estoy dispuesto a hacer salvo que medie mandato judicial. "Eso chupa enseguida", me dicen siempre. Será cuando los poros de la piel no estén cubiertos por el polvo de los caminos, señorita. Es una discusión que esquivo siempre que se plantea, o en la que finjo dar mi brazo a torcer para que los argumentos no se repitan por enésima vez. ese bote de Nivea que duerme el sueño de los justos en mi bolsa de viaje desde hace tres años. Darse crema no es un comportamiento de macho alfa. Estoy cansado de ser un macho dominado. Quiero oler a sudor, lucir moreno Agromán y meterme el dedo en la nariz siempre que me plazca.

He elegido una ruta tortuosa para llegar a la zona. El único tramo fácil es el primero, el que discurre por la Autovía A-5 hasta Talavera de la Reina. Allí he de tomar la carretera N-502 que me conducirá a la divisoria entre las provincias de Toledo y Cáceres, para luego progresar hacia el sur por Extremadura, cambiando varias veces de carretera. A la altura de Talavera la autovía describe un amplio arco para rodear la localidad. Empiezo a ponerme nervioso porque por más que avanzo no veo el desvío que busco. Varios pasos a nivel me proponen adentrarme en la ciudad. Todos son para carreteras locales que no son la mía. La mía es una nacional, una digna para un macho alfa. Pero llega un momento que empiezo a pensar que he sobrepasado el desvío. Incluso dejo la autovía en uno de esos desvío y estoy a punto de adentrarme en Talavera para tratar de encontrar la ruta a las bravas o para volver por si ha quedado atrás. Y cuando estoy en el ceda el paso pendiente de tomar una decisión me digo  mi mismo que los machos alfa no dudan, no vuelven sobre sus pasos. No, los machos alfa mantienen los planes, aunque les lleven al desastre o la incompetencia. Dudar es tener un déficit claro de virilidad, es cosa de maricas. Yo ya no dudo. Por eso retomo la autovía, y un kilómetro después mi actitud viril es recompensada con el éxito. Saboreo la sangre de la víctima que tengo entre las fauces. No es otra que mi anterior actitud.



194.2.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

La N-502 discurre por el interior del casco urbano de Talavera. Debió de ser en su día la principal ruta para llegar a la ciudad, cuando esta aun era pequeña, su conexión con el mundo cuando aun no se sabía si iba a tener éxito como urbe castellana, dominando la llanura en la que se emplaza. Comienzo la travesía y me dejo llevar por la intuición y la señalización. Esta empieza a escasear en un momento dado. llego a una rotonda y no veo señal que me indique nada. Todo lo más la calle que he de tomar para llegar a no recuerdo cual polideportivo. Uno muy grande me imagino para que su señalización sea más importante que la carretera que conduce a Extremadura. Pues, lo siento, pero Toledo tiene en algunas zonas acento extremeño en sus paisajes, aunque lo quiera ocultar ahora. Más allá de Puente del Arzobispo las dehesas se enseñorean en los campos. Dos dos vueltas a la rotonda y al completar el segundo giro voy camino de polideportivo. Al poco tiempo tengo claro que me he desviado de la ruta. Deambulo medio perdido por un tiempo, buscando calles que tengan en su aspecto reminiscencias de haber sido carreteras alguna vez. Y algunas sospechosas encuentro, pero que no me llevan a ninguna parte.

¿Qué hacer? En estos casos solo hay dos posibles soluciones. la más obvia es preguntar a un lugareño para que te maree proponiéndote un itinerario más tortuoso que un esqueleto con reuma. Pero preguntar es de maricas, eso lo tengo claro. Los machos alfa no preguntan, se las apañan ellos solos. Perseveran, embisten contra el muro cuantas veces haga falta hasta derribarlo o partirse la cabeza. Patricia me reprocha siempre el que no lo haga. ¿Que sabrá ella de asuntos viriles, aconsejándome como todas que me ponga visera y me de cremas? Me queda otra opción mas decorosa. Quien ha viajado y se ha adentrado en las ciudades por descuido y ha querido salir de ellas de inmediato la conoce. Se trata de seguir esta sencilla regla, conducir optando en cada encrucijada por la calle más amplia, que parezca más principal que sus alternativas. Con suerte se llegará a alguna avenida que recurrirá la localidad de un extremo a otro y nos propondrá una salida. Así lo hice, y al fin encontré un polígono comercial, y en una de sus glorietas una señal de dirección de la N-502. Ay, cuanta alegría en el cuerpo con solo ver una señal de tráfico. Quien pudiera verse así viendo un Stop. Había salido del atolladero sin siquiera preguntar la hora.

Pero esa ruta me llevó de nuevo a la rotonda de la muerte. La recorrí por primera vez, pero ahora con afán científico. Conté las opciones. Descarté las que no eran válidas por haber señales de prohibido el paso. Me quedaban tres posibilidades. Una la conocía, pero tal vez el despiste fue posterior. Mientras hacía estos cálculos mentales ya me había dado tiempo a dar tres giros completos. Al iniciar el cuarto tomé una decisión. Optaría por una de las dos opciones desconocidas, y si me volvía a perder preguntaría, con todo lo que eso supondría. Tampoco podía pasarme la vida circulando por Talavera. Marica o macho alfa tenía una trabajo que hacer a 150 km de allí. Y cuando iba a optar por una de las dos calles vi por el rabillo del ojo una señal de la N-502. Que cabritos, la habían puesto casi a ras de suelo, en un sitio difícil de ver. estaba claro que aquel era un test de virilidad. Que yo había superado y que me hizo sentir en la gloria. En un cielo con 11 mil vírgenes. Algo digno de mi condición, para entendernos.



194.3.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

Y aquella ruta por el interior de Talavera de la Reina me condujo enseguida a al Tajo. Y nada más acceder a su ribera a una rotonda en cuyo interior había una fuente con 4 enormes leones. Vaya, yo no era un macho alfa cualquiera, era el líder de un grupo leones, el rey de los animales. Me sentí henchido de poder viril. Recorrí la senda del río agradecido de ser como soy. Llegué al puente de la N-502 y lo recorrí despacio, saboreando al momento. En la otra orilla comenzaba la ruta a Cáceres. Había una gasolinera. era posible que no volviera a haber otra en mucho trecho. Paré a repostar. Pedí factura. "Se la hace mi compañero dentro", dijo el gasolinero. Dentro comprobé que el camarada de aquel chaval era una chica menuda y pecosa, de cara bonita y rasgos tranquilos. Lo ideal para un macho alfa. Sentí unos enormes deseos de hacerle saber que opinaba de ella, de proponerla que se viniera conmigo. Vaya fin de semana los dos juntos. Pediré en el hotel la cama que haga más ruido para que en kilómetros a la redonda todas las mujeres sepan que estás con el verdadero líder de la manada. Lo mismo ni trabajo, para dedicarte todos los minutos de los dos días, porque eso otro cumplir con creces tampoco me supone ningún esfuerzo. Y lo haré no porque me sienta obligado, sino porque es muy probable que me apetezca. Los machos alfa hacemos las cosas si es nuestro deseo nunca apremiados por las hembras, por mucho que se les note en la cara que es lo que quieren. En esos pensamientos estaba cuando aquella chavalina me entregó la factura. Ah, es que era tan liviana que temía partirla por la mitad con mi fogosidad. Además, ¿cuanto dura el efecto alfa tras jugar una partida en una rotonda y ganarla? Supongo que poco, porque mientras salía del establecimiento tomé la decisión de volver a Talavera para fotografiar el Tajo. ¿Quien prefiere hacerle fotos a un río antes que trotar por carreteras secundarías encaramado en lo alto de un 4x4? Pues está claro: un marica. Tenía que haber aprovechado el momento. Seguro que aunque se hubiera partido aquel talle tan breve ante mi impulso,  como un junco ante un vendaval de viento, la chica habría agradecido esos últimos instantes de vida en pleno éxtasis. Hubiera dado las vueltas que hubiera hecho falta a la fuente de la plaza para estar seguros de un feliz desenlace aquella noche.



194.4.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

Es un puente largo el de la N-503 sobre el Tajo. Lo mismo alcanza el kilómetro de longitud. Sus vistas me llamaron la atención. Dejé el Montero en su extremo sur, cerca de la gasolinera, y me fui andando. No diré con prisas, pero tampoco recreándome en la suerte. Con llegar a Badajoz para comer me bastaba, y así poder trabajar toda la tarde, hasta que las sombras fueran demasiado largas, y me viese perseguido por la mía a la hora de hacer los encuadres o los cambios de luz de un espacios a otros demasiado abruptos. Comencé con la margen este, la que mira directamente al sol. Deslumbrado por el reflejo en la lámina de agua a hora tan temprana, a duras penas podía divisar un puente atirantado. moderno, al estilo este que ha impuesto Catatrava, que antes parecía un cambio radical en la manera de construir las cosas y ahora es el pan nuestro de cada día. Empiezo a apreciar las fotos que se hacen a contrapelo, de cara al foco de luz, mirándolo a los ojos. El agua se vuelve plata líquida que fluye como el aceite sobre el lecho del río. las sombras se apoderan de la vegetación y los verdes se vuelven ceniza, como si quien pinto el paisaje hubiera equivocado las temperas al aplicarlas al lienzo. Antes, al documentarme sobre el puente que se adivina en el fondo, entre los vapores de la luz, como si surgiera de la niebla y ese desvanecerse no se debiera a una posición inadecuada de quien efectúa la foto, he averiguado que es e construcción reciente. No, no le han puesto el nombre de un caid musulmán, como es costumbre últimamente. se llama simplemente puente atirantado. Y su ejecución ha debido ser difícil y costosa porque la ha llevado a cabo una Unión Temporal de Empresas que incluye una de las constructoras de obras públicas más importantes del panorama nacional, junto con alguna empresa local de menor entidad, para que en la saca de los presupuestos públicos también se beneficie gente del terruño. Estoy viendo ahora mismo imágenes en internet del puente y es realmente impresionante. Se que los machos alfa no están dotados para apreciar las sutilezas del arte, menos uno tan complicado como la ingeniería. Pero dentro de que es más de lo mismo el puente se las trae y es bonito. Más lustrosos y resistentes los hacían los romanos. Pero aquellos eran tiempos de virilidad. Hoy se da preferencia a los tirantes y los exoesqueletos de metal. Las construcciones son seres vivos y quienes las contemplan espectadores cuyo sentido crítico ha muerto.



194.5.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

En Talavera de la Reina hay tres puentes sobre el Tajo, pertenecientes a épocas muy diferentes. De más moderno a más antiguo serían: 1) El Puente Atirantado, que puede verse en las dos primeras imágenes de esta entrada, con el sol de la mañana de cara y como pintado con grisalla; 2) El puente de la N-502 que me sirve de atalaya para ver el río; 3) El puente romano, que puede verse en parte en la tercera imagen, tres arcos al menos, aunque sean la pareja de ánades reales (Anas platyrrhinchos), la garceta común (Egretta garzetta) que parece adormilada, como si no se hubiera enterado aun que ya es de día, así como el otro pato, el tercero en discordia que se asoma desde el carrizal, los que roben el protagonismo a los demás elementos de la imagen. Estas fotografías de gran formato permiten recrearse en los detalles. La estela que deja la pareja de patos tras de sí, tan estilizada, tan perfecta, como trazada con aquellas plantillas para curvas, parábolas, hipérboles, elipses, que nos hacían usar en el colegio, invita a pesar que se trata de un matrimonio sólido, armosioso, con el macho siguiendo la ruta de la hembra, como debe ser para que haya paz en el hogar. Este pobre pato es tan poco macho alfa como yo. El que acecha al otro lado del río quizás le deje sin moza al primer descuido. No todo es nadas evitando que la pluma de moje. Exhibir la pluma no es la mejor estrategia para reafirmar la virilidad. Tampoco ir haciendo fotos a los patitos.

En esta quinta imagen, como en la precedente, todas las miradas confluyen hacia la aglomeración de cúpulas de iglesias, de veletas de campanarios. Trato de averiguar en internet de que edificios se trata. Pero es una fusión de varios en la distancia. El agua tirita y el carrizo adquiere la tonalidad de los prados de alta montaña. Es la luz que incide desde mis espaldas, que toma impulso sobre mis hombros y aterriza en las aguas y la vegetación con los rayos casi paralelos al suelo.



194.6.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

Un barco de hierba en plena singladura hacia el lugar desde donde lo miro. Así vi esa isla verde, poblada de carrizo, teóricamente inmóvil, pero que la corriente del Tajo parecía impulsar hacia mi. Andar sin avanzar, como en un sueño, en el que la descoordinación de elementos es lo que delata la sinrazón de lo que nuestra mente inventa. A veces los elementos del paisaje perece que nos aluden, que interactúan con nosotros, que reaccionan a nuestra presencia, que son conscientes de que los contemplamos. Milenios para la formación del relieve, para que la erosión obre, para que la vida surja y evolucione, para que el carrizal crezca en una isla formada en mitad del cauce y desdibuje las raíces de la tierra y parezca hacerla flotar, que oculte su continuidad en el lecho del río. La isla es un cuerpo formado por vegetación, no la tierra que emerge de la lámina de agua en una loma de cota más elevada que los lugares que la rodean. Tal vez el paisaje se forme y luego duerma en espera a quien sepa interpretarlo para poder reactivarse.

Conversar con lo que ves, interpretar lo que trata de decirte, narrar tu diálogo con el paisaje. A menudo mientras conduzco redacto, y las manos ocupadas en manejar el volante impiden la escritura, que las palabras sobrevivan más allá de la fuerza o la voluntad de la memoria. La música ayuda, es como un catalizador de sensaciones. Y la luz que abrasa o besa los ojos, que tacha o subraya lo que habita de horizonte a horizonte, es quien elige los temas. Toda ese agua que discurre bajo mis pies, bajo el tablero del puente, es una metáfora del tiempo. Las horas son todas iguales si te detienes en un punto de la orilla. Solo avanza el tiempo si hay viaje. El barco de hierba ha encallado en el río, aunque a mi me parezca una nave en trayectoria de colisión conmigo. Ahora en el recuerdo, tras alejarme de él seguramente para siempre, soy capaz de percibir su movimiento.



194.7.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

Retorné al coche y reanude la marcha. Y mientras discurría entre campos de labor y encinares me quedé pensando en el puente de piedra, el la garceta dormida y el barco de hierba varado, en el río avanzando entre las dos luces de la mañana, en las espinas del viaducto, en la chica simpática y pecosa, en lo que me restaba de viaje. Todas las regiones de España están separadas por montañas. Es una regla que me imagino tendrá sus excepciones, por lo que podrá ser rebatida. Pero no en este caso. La llanura manchega poco a poco se fue plegando para que ante mi vista pudieran surgir los Montes de Toledo. La carretera se hizo tortuosa, con curvas de giro casi completo que parecían hacer retroceder más que avanzar. Las señales de tráfico me empezaron a advertir que aquellos eran parajes donde la nieve hace cada invierno acto de presencia. En San Vicente de la Sierra llegue a la divisoria de aguas y me deje caer por la ladera contraria en Extremadura. De esperaba una sorpresa, una añoranza. Y un prodigio. Un mar lejos de la costa.



194.8.- Río tajo a su paso por Talavera de la Reina (Toledo).

El último brazo del río. La última imagen de la serie. Si en Toledo capital el río traza un círculo y convierte la ciudad vieja en una esfera que levita sobre las aguas, en Talavera es un hilo rectilíneo que se deshilacha y que nadie entiende como el cauce es capaz de enhebrarlo en los ojos del puente. En la imagen debería haber una grulla planeando casi a ras de agua. Pero debí llegar tarde al encuadre. El humus de la memoria es materia orgánica y tarde o temprano desaparece en el olvido. Las fotografías son química y tecnología, su capacidad de persistencia se asemeja a lo eterno. Había una grulla y solo yo se que estaba donde señala la imagen. Solo digo eso. Nada más. Cierro esta entrada. Porque el caudal de palabras comiienza a ser un cauce seco.

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