martes, 28 de junio de 2011

138.- Marismas de Santonia desde El Puntal (Cantabria)




138.1.- Embarcadero de El Puntal, en Laredo (Cantabria).

Me muero de ganas de hablarte porque sigo dando pasos en el aire, porque no asiento los pies en el terreno. Vivo en una nube. Arriba, pero asomado a un abismo. Al abismo de una palabra. La que al pronunciarla desencadenaría el desastre, el desequilibrio de las cosas. No quiero saber mis posibilidades. Aunque se que dudar es dar espacio a la esperanza, y que tener esperanza es desangrarse igual, pero más lentamente.



138.2.- Embarcadero de El Puntal, en Laredo (Cantabria).

¿Por qué has de estar tan cerca, tan al alcance de la mano? No quiero rondarte como si fuera el aire que acude al vacío que dejas al desplazarte, estar siempre a tu vera, en la orilla de tus días, ser la sobra que precede a tu luz, la hora que sigue a tu ocaso. Conozco la frontera del extravío y no quiero volver a caminarla. Jamás encontré una ruta que me llevase a tu territorio.



138.3.- Marisma de Santonia vista desde El Puntal, en Laredo (Cantabria).

La luz varía de unas imágenes a otras de la secuencia. Comienza siendo intensa y decrece paulatinamente en la segunda y la tercera. Me gusta la gradación de dorados de la arena en la primera. La S dibujada en la segunda, como un latigazo en el suelo. Los barcos a merced de la marea, amarrados al embarcadero, rielando en la lámina plateada. Una nube en forma de rayo golpea en lo alto del monte situado al otro lado de la marisma. Pierdo la noción de las distancias. Todo es demasiado inmenso, ocurre a excesiva distancia, como si en nada en concerniese. Como escuchar tu parloteo con otras personas. Volverme invisible para tí es lo que deseo. Y sin embargo, cuanto dolor provoca.



138.4.- Marisma de Santonia vista desde El Puntal, en Laredo (Cantabria).

No quiero cometer el mismo error, por dulce que sea, por tentadoras que seas las promesas de sufrimiento adictivo. Permíteme que renuncie con carácter irrevocable. Mejor incluso que una huida a tiempo es no haberlo intentado siquiera. Lo imposible es la peor ruta de todas para recorrer la jornada. El día tiene demasiadas horas cuando lo quieres todo y miras lo imposible como una montaña de factible escalada.



138.5.- Marisma de Santonia vista desde El Puntal, en Laredo (Cantabria).

Nubes blancas y nubes oscuras. Reconozco que no se si se debe a las fluctuaciones de la luz, a las variaciones en el ángulo de incidencia respecto a la cámara o si se trata de nubes de lluvia. Más que una amenaza serían una bendición si fueran lo segundo. En pleno verano la lluvia puede parecer absurda. Pero hoy se agradecería. Quizá en aquel entonces sí. Entonces no te conocía. Que digo, tampoco ahora. Acabas de llegar a mi vida y solo eres una hermosa desconocida. Un peligro que se concreta en un nombre que ahora me callo para que no te des por aludida.



138.5.- Playa de San Martín vista desde El Puntal, en Laredo (Cantabria).

Después de las panorámicas anteriores me sorprende lo cerca que se ve Santonia desde El Puntal. Al consultar el mapa compruebo que no alcanza los 500 metros la distancia, así que la imagen es congruente con lo que se supone que está plasmando. Ya he dicho en otra entrada que Santonia es un hermoso desorden de tierras y aguas, montañas y llanos. Dan ganas de nadar de una orilla a otra. Ahora que recuerdo, no vi a nadie hacerlo. Supongo que las corrientes serán fuertes y será peligroso. Pero que gozada sería hacerlo. Claro que habría que hacer el recorrido de vuelta, porque la distancia por tierra es enorme. Hay que bordear toda la marisma.



138.6.- Playa de San Martín vista desde El Puntal, en Laredo (Cantabria).

El hombre que está junto a la niña tiene un papel en la mano. Parece un dibujo. Tal vez realizado por la niña. Están vestidos con ropa de calle a pesar de estar en la playa. El tiene el gesto típico en la forma de doblar el cuello y orientar la mirada de quien sopesa algo y medita despacio lo que va a decir. El gesto corporal de la niña es de absoluta atención. ¿Qué puede haber más importante para un niño que saber que opinión tenemos de él, si va a ver recompensa en forma de cariño? Ambos ocupan justo el centro del encuadre. ¿Por qué? ¿Qué pasaría por mi cabeza en ese momento? ¿Puede ser una casualidad? Si no lo fuera es probable que en ese momento sintiese algo parecido a la envidia. Más bien nostalgia por lo que sabes que jamás sucederá. Nunca tendré hijos. Jamás me veré en ese aprieto de tener que medir mis palabras al evaluar el dibujo que me regale una niña que cifra toda su felicidad en lo que sienta por ella. Un lugar tan inmenso y este detalle parece capaz de dar significado a todo el paisaje. Ojalá no hubiera reparado en él al rememorar la imagen. No son días propicios estos últimos. supongo que Santonia merece algo más de esfuerzo por mi parte por mostrar mi mejor cara. Por cierto, feliz cumpleaños si lees esto. Nada más te digo. Mi corazón ahora está ocupado en otra persona. mejor para los dos.



138.1/6.- Marismas de Santonia desde El Puntal (Cantabria).

En la imagen completa la luz se ha igualado en todas las zonas, ya no hay claroscuros. El rayo hecho nube se difumina en el cielo. La angustia provocada al final por la niña expectante ha quedado relegada a una de las márgenes. Al final de la tarde todo vuelve a la normalidad. El calor remite en Madrid. Anochece y ya no me parece tan terrible tenerla cerca. Hemos intercambiado algunas palabras. Las hemos medido, al menos yo, antes de pronunciarlas, no fueran a tener aristas, a dar a entender lo que no debe saberse, que la miro y lo mismo que mis labios callan mi corazón comienza a rezar sus plegarias. Tal vez lloviese aquella tarde. Hoy aquí no habrá esa suerte. La semana que viene viajaré a Sanabria. Es como si algo quisiese que pusiera tierra de por medio con ella, nadar de una orilla a la otra. 500 metros de mar, 1.000 kilómetros de carretera, por que ella vive en el sur. La mejor solución para un problema es conseguir que nunca nos sea planteado por la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario