miércoles, 27 de octubre de 2010

58.- Castaño (Castanea sativa) en el patio del colegio de Pillarno (Asturias)



58.- Castaño (Castanea sativa) en el patio del colegio de Pillarno (Asturias)

En los tiempos en que estaba atento a esas cosas era capaz de predecir la llegada de la primavera. Un día salía a la calle y, nada más cruzar el umbral de mi portal, notaba que el aire tenía otra textura, rozaba de otra manera, exhibía otro aroma. Si me acordaba lo comentaba con alguien, que indefectiblememnte lo considera pie para hacerme blanco de sus bromas. El caso es que uno o dos días después florecían los almendros. Si volvía a encontrar a quien se lo dijera me hablaba entonces de calendarios, equinocios y mañanitas demasiado frescas. Dejé de advertir estas cosas cuando empezar a ser frecuentes las nevadas tardías, y no tanto por las risas.

Si alguno hay atento a estas cosas sabrá que primero florecen los almendros, que se cuajan de flores blancas e insectos zumbones. Casi se diría que al arbolillo vibra como un diapasón con el vuelo de los enjambres de abejas. Apenas un par de días o tres sobreviven las flores, que se desahacen en una lluvia de pétalos del color de la nieve pura. Después frutifican los olmos, como siquisieran llevar la contraria al resto de especies, antes incluso de echar las hojas. Después es el turno de los ciruelos de hojas rojas y flores color hueso, que al mezclarse dan una tonalidad rosa a la copa. Y así se van quemando etapas hasta el verano, que es el tiempo de los magnolios. Si es osadía aventurarse como lo hacen los almendros cuando el viento hiela, no lo es menos hacerlo cuando el aire abrasa. Se gusta observar esta secuencia, que en Madrid es perfectamente clara, con la obsesión que se tiene aquí por llenarlo todo de arbolado. Plazas, aceras y parques.

Pero lo cierto es que mucho antes que los almendros hayan soñado siquiera con abanderar la primavera, los árboles engrosan las yemas de sus ramas preparando la foliación siguiente. Mucho antes que llegue el calor, en lo más crudo del crudo invierno, y cuanto más con más tesón. Entonces sus siluetas se esqueletizan contra el cielo, como le ocurre a este Castaño. La vida es puro impulso, coger carrerilla desde mucho antes, aventurarse cuando aun hay peligro. Siempre nieva después de que los almendros florezcan. Siempre hay un cretino que me lo recrimina entre risas. Y yo me asombro de la osadía de algunos que creen saber más que la naturaleza.

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