sábado, 31 de diciembre de 2011

249.- Torre AGBAR (Barcelona)



249.1.- Torre AGBAR (Barcelona).

Tal día como hoy, hace exactamente un año, me encontraba lejos de casa trabajando, un lujo entonces como ahora. ¿Dónde? Doy una pista con la imagen. Llovió toda la mañana. Y aunque fueron dos los proyectos que me llevaron allí, aun tuve que hacer tiempo en un locutorio hasta la salida del AVE. Llegué a Atocha al filo del inicio del año. La última carrera del día de un taxista rumano me permitió llegar a tiempo a casa para ver iniciarse este fantástico año que hoy acaba. Como en muchos otros mientras agonizan te dices que ojalá jamás hubiera sucedido, hasta que recuerdas dos o tres detalles de esos que marcan la diferencia. Detalles algunos que dieron lugar a historias que acabaron, pero que por unos días lo llenaron todo y cargaron la memoria para siempre. Detalles, otros, con mayor vocación de permanencia. Pocos viajes por el mundo, apenas un paseo por la juventud del Guadiana y aquel que me llevó al prado que crepitaba al atardecer sin una sola queja del viento, y demasiados por mi cabeza. Un año entero. Dos adioses, cuatro derrotas, dos victorias prolongadas, la curva del tiempo demorándose en su mirada de ojos serios, oscuros, certeros. Dardo, caricia, mínimo latido. Un detalle poderoso. Mirada que ya llevaba su adiós implícito cuando descubrí por primera vez que en su calma confluía la trayectoria de mi deseo. Feliz año. Adiós 2011, gracias por todo, por lo que ahora quema y por lo que alivia. Hola 2012. Ya nos iremos conociendo.



249.2.- Torre AGBAR (Barcelona).

Si, este año estuve en un monte que crepitaba a mi paso, como si estuviera recubierto de celofán como sonase al desarrugarse. Fue en la Carballeda y ya dejé acta de aquello en el blog. Pero hace exactamente un año mis pensamientos estaban colmados por alguien que ahora no pesa nada en ellos. Es para reflexionarlo con calma. Es como si el corazón estuviera fabricado con metal con memoria, que siempre recupera su forma original por más que el maltrato lo deforme. Entré en el locutorio para buscar su rastro en internet. es curioso, lo he recordado al tratar de hacer memoria de aquel día. ¿Será que tengo un alma caprichosa? Tal vez. Pero lo que no ofrece discusión es que mi alma yerra, o lo hace continuamente, como si no aprendiese de los errores. Valora de forma precipitada a las personas, para bien o para mal, como si fiase el último juicio, el definitivo, al conocimiento que de alguien se obtiene con el correr del tiempo. Pero es que es son quienes más queremos conocer los que más trabajo nos cuesta descifrar, porque al pudor se suma el miedo, y causa menos vértigo suponer que averiguar, que obliga al acercamiento, a entrar en su radio de acción, a adentrarnos en el territorio donde nos volvemos vulnerables. Y el caso es que yo tenía razón, aunque gente con la que entonces todavía me trataba se rió de mí. Aquella chica era una bomba de relojería. Y un día estalló al ser manipulada por las manos que decían protegerla y tutelarla. Tener razón no siempre es un consuelo, baste esta enécdota como ejemplo. A ella le diría aquí que me tiene para lo que quiera a pesar de lo sucedido.



249.3.- Torre AGBAR (Barcelona).

Estuve un buen rato sacando fotos al edificio AGBAR. Gracias a Dios paro de llover en ese momento, porque los ángulos eran ascendentes en el tiro de la cámara y que caigan gotas de lluvia en la lente del objetivo es de las cosas más molesto que pueden suceder mientras haces un reportaje fotográficos. No, no soy un profesional, gracias, y no se manejarme en estos asuntos. Bueno, en cierto modo sí, las fotos las hago para completar mi trabajo, pero una cámara en mis manos es como una fotocopiadora en las de un Neerdenthal, no es solo que no la sepa manejar, es que casi no entiendo ni su utilidad.

La Torre AGBAR se terminó de construir en septiembre de 2005. Tiene 145 m de altura y fue diseñada por Jan Nouvel, el mismo arquitecto que remodeló el Museo Reina Sofía y que acaba de colocar una pasarela peatonal sobre el cauce del Río Manzanares. Está construida en hormigón armado la estructura y con chapa de acero lacado la cubierta, de distintos colores. He de decir que me gusta mucho, la sensación de que se trata de un elemento metálico que está en pleno proceso de oxidación, o como una superficie jabonosa, una pompa de aire por ejemplo, en la que se reflejan las cosas de alrededor de forma curva y con irisaciones. Otra cosa es si veo el espíritu de Gaudí en alguna parte, como germen de la idea o su plasmación. Ni falta que hace. Me gusta y punto. No se valorar lo que veo.

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